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Constelaciones familiares: relaciones entre padres e hijos.

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Constelaciones familiares.

Relaciones entre padres e hijos.
Si algo duele, algo tengo que aprender.

Cuando las relaciones entre padres e hijos entran en dificultades, suelen convertirse en obsesivas. Aunque estemos cocinando, trabajando, escuchando música o tomando un baño relajante en un SPA, consciente e inconscientemente nuestras energías y nuestra atención están atrapadas en el dolor por lo que nos ocurre y en su pesada carga emocional. Sufrimos, aunque no entendemos por qué. Es difícil comprender y ser objetivos si estamos presos en nuestra propia cárcel. Pero hoy podemos salir de ella y focalizarnos en la solución. 

Las Constelaciones Familiares ayudan a los padres e hijos a salir del pozo emocional de sus relaciones difíciles y a focalizarse en la solución.

A medida que vivimos, experimentamos una serie de hechos que nos impactan emocionalmente en mayor o menor medida. Para sobrevivir al momento en que se producen los hechos dolorosos, rechazamos las emociones que nos producen, las reprimimos y las guardamos en nuestro inconsciente. Así, pues, a medida que vivimos, vamos llenando nuestro almacén inconsciente de memorias dolorosas que, por serlo, comportan una cierta energía singular que emite y capta ciertas ondas, que nos permite sintonizar con unas ondas electromagnéticas muy precisas de ciertas personas, y no con otras.

Cuando vivenciamos en el presente algún hecho que resuena con algo doloroso que sucedió tiempo atrás, aquello memorizado en nuestro inconsciente sintoniza y salta al momento presente con una fuerza arrolladora y desconcertante. Esto hace que vivamos un presente condicionado inconscientemente por las memorias de nuestro pasado, y que no comprendamos algunas reacciones de nuestro propio comportamiento, ni las de los demás.

Si bien nuestro aquí y ahora está influido y moldeado por nuestro pasado a través de las memorias dolorosas y vivas que poseemos del mismo en nuestro inconsciente, eso ya no tiene por qué ser así. Hoy podemos mejorar nuestro presente continuo cambiando conveniente, humana y amorosamente nuestras propias memorias y programas, como hacemos de una forma técnica y fría con los ordenadores.

Las Constelaciones Familiares ayudan a soltar o modificar estas memorias y programas inadecuados, buscando y encontrando el conflicto programante inicial, y desactivando su influencia, reconciliando y poniendo orden en el Sistema Familiar. Cuando eso sucede, el amor, la energía y la información entre los miembros del Sistema Familiar fluyen, sin atascos ni tapones, y esa ligereza y bienestar llega a la persona que ha tenido el impulso de constelar su caso.

¿Cuáles pueden ser las causas de unas relaciones difíciles entre padres e hijos?

Cuando las relaciones entre padres e hijos se hacen difíciles, la tendencia es mirar al otro como su causante. Los padres no suelen darse cuenta que ellos canalizan hacia sus hijos el agua que les viene de sus respectivas cumbres nevadas, que ellos les encauzan las memorias emocionales y su energía específica asociada, que les vienen de atrás, de sus respectivos sistemas familiares: abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y antepasados diversos. Y esas memorias y su consiguiente energía, que tanto el padre como la madre heredan inconscientemente de sus respectivos padres y las pasan y reparten inconsciente e irregularmente entre sus diversos hijos, están sutilmente condicionadas y embadurnadas por lo doloroso que ha sucedido y no se ha resuelto en su respectivo Sistema Familiar.

Las memorias y energías que cada uno lleva encima en cada momento pueden venir también de otras fuentes distintas del Sistema Familiar, como son los hechos dolorosos y traumáticos vividos en vida por padres e hijos, aunque a veces descubrimos que éstos son una pura consecuencia de las anteriores, como ocurre con ciertos hechos que se repiten a lo largo de varias generaciones al llegar a ciertas fechas, aniversarios, etc.

Todas esas memorias y energías que nos resultan tan pesadas, están ahí, en nosotros, esperando a que las liberemos. Si no lo conseguimos, pasan a nuestros hijos, y si no, a los hijos de nuestros hijos, hasta encontrar a alguien que sufriendo los efectos del atasco, diga ¡Basta!, y decida hacer algo al respecto. Hacer eso hoy es posible. Pertenecemos a la segunda generación de la historia que puede hacerlo, porque ahora sabemos cómo hacerlo. Y cuando lo conseguimos, cuando logramos eliminar el tapón emocional en nuestro sistema de cañerías, el agua, las energías y las informaciones fluyen a través de ellas, las relaciones entre los miembros del Sistema Familiar se normalizan y el alivio es grande, como el que se siente al llegar a un oasis después de una larga travesía por el desierto.

¿Qué memorias de hechos dolorosos ocurridos pueden intervenir y afectar a las relaciones entre padres e hijos?

Sin pretender ser exhaustivo, enumero varias posibles:

  • El haber vivido experiencias traumáticas en vida, como accidentes, enfermedades graves, prisión, adicciones, exclusiones, acoso laboral, abusos sexuales, violación, incesto, abortos, violencia en casa entre padre y madre, madre o padre no disponible o inexistente, adopción difícil, ruinas, luchas fratricidas, herencias destructivas, etc.
  • Lejos de haber crecido bajo un patrón de apego seguro e íntimo con sus cuidadores, haber vivido los primeros meses de vida bajo un apego inseguro evitativo, ambivalente o desorganizado, muerte prematura de padre o madre, haber sufrido abandono.
  • La calidad del nacimiento. No es lo mismo salir bien (tener éxito) después de un gran esfuerzo, que tirar la toalla porque el cordón umbilical alrededor de mi cuello me ahoga y luego un alma profesional y bendita me salva, o ser extraído con fórceps o por cesárea. La memoria específica que quedó impresa en mí a causa de la manera especial y única de cómo nací, ha contribuido a modelar mi carácter personal y único. Por ejemplo, mi memoria de que después de un esfuerzo viene el éxito me lleva a un comportamiento en la vida distinto del de una memoria de que llego al éxito sin esfuerzo.
  • La calidad del embarazo. El embrión en desarrollo lo capta todo, tanto la paz y la ilusión de la madre por llevarlo, esperarlo y amarlo, cuando sus progenitores se festejan, como el miedo y el desengaño de la madre cuando la relación de pareja no funciona, con discusiones verbales, violencias e incluso agresiones.
  • La calidad de la fecundación. No es lo mismo proceder de la fecundación resultante de un proceso amoroso entre mis padres que me desean, que ser el resultado de una violación.
  • Las cargas emocionales que cada miembro lleva por herencia de asuntos dolorosos inconscientes no resueltos por algunos de sus antepasados. Como hijo, una parte de estas memorias procede del Sistema Familiar de mi madre y la otra del Sistema Familiar de mi padre. A veces toman la forma de anhelos y necesidades insatisfechas con el padre o la madre, lealtades ciegas, mandatos velados, patrones encriptados, creencias limitantes, hechos repetitivos intensos o esenciales no dichos, secretos, conflictos, etc.

Su variedad es infinita y su intensidad muy diversa. Por eso no hay dos seres humanos iguales, y cada uno hace lo mejor que puede con lo que lleva en su mochila, por muy aberrante que parezca lo que hace. Si pudiera hacerlo mejor, lo haría.

Ante lo dicho, podemos estremecernos ante tal complejidad y pensar que poco se puede hacer al respecto. Pero es una creencia errónea. Ya se está haciendo y consiguiendo mucho.

Constelaciones familiares para vaciar la mochila de cargas emocionales dolorosas, fluir y disfrutar de una vida plena.

Las Constelaciones Familiares ayudan a:

  • Crear un ambiente adecuado, protegido y confidencial.
  • Cambiar de perspectiva, ampliar el campo de visión y mirar de forma más penetrante.
  • Rastrear las posibles causas.
  • Comprender las dinámicas subyacentes.
  • Modificar o eliminar memorias inadecuadas y añadir las que faltan.
  • Activar procesos que desatascan, ordenan, equilibran, clarifican, reconcilian, pacifican.
  • Crear un terreno fértil en el que pueda germinar una solución.
  • Comprender lo que lo racional no alcanza a entender.
  • Mejorar la situación de la persona que ha constelado y la de su Sistema Familiar.

Las Constelaciones Familiares son tecnología de alta precisión humana. Al dar en la diana, con muy poco se consigue mucho, al localizar y quitar el grano de arena que bloqueaba un engranaje, toda la máquina humana se pone en marcha.

Paradójicamente, las Constelaciones Familiares ayudan a encontrar soluciones sencillas a situaciones complejas.

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Constelaciones familiares: relaciones de pareja.

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Constelaciones familiares.

Relaciones de pareja. Del síntoma al problema y a la solución.

Cuando las relaciones de pareja entran en dificultades, se convierten en un poderoso imán que acapara y absorbe gran parte de las energías de ambos. El dolor por lo que les ocurre los obnubila y les imposibilita ver e ir más allá. Pero las relaciones difíciles son sólo el síntoma y no la causa.

Las Constelaciones Familiares ayudan a la pareja a explorar lo esencial de sus relaciones a partir de los síntomas y a centrar su atención en la solución.

A medida que vivimos, experimentamos una serie de hechos que nos impactan emocionalmente en mayor o menor medida. Para sobrevivir al momento en que se producen los hechos dolorosos, rechazamos las emociones que nos producen, las reprimimos y las guardamos en nuestro inconsciente. Así, pues, a medida que vivimos, vamos llenando nuestro almacén inconsciente de memorias dolorosas que, por serlo, comportan una cierta energía singular que emite y capta ciertas ondas. Cuando vivenciamos en el presente algún hecho que resuena con algo doloroso que sucedió tiempo atrás, aquello memorizado en nuestro inconsciente sintoniza y salta al momento presente con una fuerza dominante y desconcertante. Esto hace que vivamos un presente condicionado inconscientemente por nuestro pasado, y que no comprendamos algunas reacciones de nuestro propio comportamiento, ni las de los demás.

Si bien nuestro aquí y ahora está influido y moldeado por nuestro pasado a través de las memorias vivas que poseemos del mismo, eso ya no tiene por qué ser cierto para siempre. Hoy podemos mejorar nuestro presente continuo cambiando convenientemente nuestras memorias. Las Constelaciones Familiares ayudan a encontrar el verdadero conflicto así como sus causas para desactivarlas, y poner orden en el Sistema Familiar.

¿Cuáles pueden ser las causas de unas arduas relaciones de pareja?

¿Qué memorias pueden intervenir y afectarles? En base a los numerosos casos que he tratado, enumero varias posibles, ordenadas desde el presente de una pareja hacia el pasado de ambos:

  • El no poder tener hijos, sufrir algún aborto natural (o provocado), vivir un falso embarazo sin hacer el duelo correspondiente, el que haya uno de los dos que no quiera tener hijos.
  • El tipo de educación recibida. Cuanto más capaces son los padres de sentir, más abiertos suelen estar a lo sexual y más dejan expresar a sus hijos sus sentimientos. Mientras que los padres más cortados de su sensibilidad suelen estar más reprimidos y mostrarse más represivos con sus hijos.
  • El haber vivido experiencias traumáticas como violencia en casa entre padre y madre, acoso, abusos sexuales, violación, incesto, muerte prematura de padre o madre que impide arriesgarse y exponerse afectivamente más tarde en el acto sexual.
  • Lejos de haber crecido bajo un patrón de apego seguro e íntimo con sus cuidadores, haber vivido los primeros meses de vida bajo un apego inseguro evitativo, ambivalente o desorganizado, haber sufrido abandono.
  • La calidad del nacimiento. Por ejemplo, un traumatismo natal puede ser generador de un rechazo y de una incapacidad general a sentir, a resentir, que aplicado a lo afectivo y a lo sexual, puede ser causa de frigidez.
  • La calidad de la fecundación. No es lo mismo proceder de la fecundación resultante de un proceso amoroso entre mis padres que me desean, que ser el resultado de una violación.
  • Las cargas emocionales que cada miembro de la pareja lleva por herencia de asuntos dolorosos inconscientes no resueltos por algunos de sus respectivos antepasados. Cuanto más pesadas sean estas cargas, mayor será su poder de atracción y más se girará uno hacia ellas y más uno dará la espalda al otro. Y este otro se puede sentir postergado, olvidado, abandonado. También puede suceder que a éste otro le ocurra lo mismo. En este caso, ambos se dan la espalda y su relación va a su fin.
Constelaciones familiares. Vaciar la mochila de cargas emocionales para construir en positivo.

Para ello, necesitamos vaciar el inconsciente de cargas emocionales por hechos dolorosos vividos y cargas familiares heredadas sin resolver -de ambos-, antes de constituirse como pareja, o como más tarde, cuando las dificultades empiezan a aparecer.

¿Qué asuntos pendientes de solución procedentes del sistema familiar de origen de ambos influyen en las relaciones de pareja? Pueden ser muchos; entre ellos:

  • Vínculos, apegos, lealtades ciegas, mandatos velados y creencias limitantes.
  • Anhelos y necesidades insatisfechas con el padre, la madre, hermanos, con otros.
  • Hechos esenciales no dichos, sucesos, ruinas, secretos y conflictos.
  • Patrones de comportamiento inadecuados y hechos repetitivos intensos.
  • Hilos invisibles que nos mueven, enganchan o encarcelan emocionalmente.
  • Posición inadecuada de algún miembro en el sistema familiar. Excluidos.
  • Reconciliación con ciertos miembros clave de la familia, etc.
Las Constelaciones Familiares ayudan a:
  • Rastrear las posibles causas.
  • Comprender las dinámicas subyacentes.
  • Modificar o eliminar memorias inadecuadas.
  • Activar y poner en marcha procesos que llevan del bloqueo al desatasco, del desorden al orden, del desequilibrio al equilibrio, de la confusión a la claridad, del odio y el miedo a la reconciliación y a la paz.
  • Constituir un terreno fértil en el que pueda germinar un impulso inicial hacia una solución a los retos vitales.

Paradójicamente, las Constelaciones Familiares ayudan a encontrar soluciones sencillas a situaciones complejas. Este taller te ayuda a entrar en ti. A comprender lo que lo racional no alcanza a entender. A cambiar y mejorar tu situación y la de tu sistema familiar.

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Cuando tu karma quiere enseñarte algo.

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Cuando tu karma
quiere enseñarte algo.

Creemos que nuestras penalidades son producto del destino o del karma, hilos ocultos que no podemos controlar y exceden nuestra capacidad de superación o anticipación. Damos por hecho que es algo que nos arrastra inexorablemente, independientemente de lo que hagamos o digamos, porque a nuestro alrededor observamos la misma queja y el mismo patrón de victimismo y resignación.

Es común oír decir que “mal de muchos, consuelo de tontos” y vivimos con la esperanza de que la mala racha sobrevuele otras almas y se aparte de nosotros, como un pájaro de mal agüero.

Sin embargo, estamos obviando lo fundamental:

El karma no es una maldición sin sentido que nos lleva por un calvario interminable, sino una rueda de experiencias que nos muestra por dónde estamos pisando y qué estamos desatendiendo de todo aquello que vinimos a aprender cuando encarnamos.

No requiere una mirada al exterior, buscando culpables o distracción, sino un trabajo interior de búsqueda personal, que se corresponda con lo que sentimos de manera genuina. Recuerda que quien mejor te conoce eres tú mismo. No hay nadie más experto que tú para saber lo que le sucede a tu corazón y a tu mente (si viven en consonancia o en discordia). Nadie más puede alcanzar a ver dónde te traicionaste a ti mismo, en qué relación dejaste de ser tú o cuándo perdiste el fuego de la ilusión y del coraje por vivir tu propia vida.

A veces, he mirado con detenimiento entre las fotos antiguas, en el rostro de personas muy queridas, cuándo pudo haber ocurrido ese punto de inflexión que hizo que sus caras se revistieran de una mueca artificial, una sonrisa forzada, una mirada vacía o una tensión excesiva. Me he preguntado por aquel resorte que se rompió, desdibujando sus rasgos limpios y tiernos, distendidos y francos, como en otro tiempo fueron.

En otras ocasiones, por el contrario, he observado en rostros desconocidos de personas ancianas, que han comprendido sus lecciones de vida, cómo conservan en su mirada y sus rasgos una bondad insondable, de enorme paz interior, latente en sus arrugas y ojos impenetrables.

Ante ese abanico de miradas tan diferentes, me he preguntado si tuvieron a lo largo de sus vidas la misma (mala) suerte, si padecieron grandes contratiempos o desgracias y dónde estuvo la diferencia.

La diferencia, según mi observación y experiencia, radica en la actitud o perspectiva desde la que cada uno ha afrontado su destino, sus lecciones kármicas de vida, aquello que está pendiente de ser reconocido o perdonado. Mi mala o buena suerte son expresiones de lo que yo interpreto y creo, porque lo que creo crea mi mundo.

Lo que acepto y atravieso con humildad y sin excusas, como algo propio que me corresponde a mí mirar de frente y asumir como mi siguiente paso de vida, me hace crecer y ser libre.

Por todo ello, te invito a observar tú también, como una experiencia diaria, la liberación que se siente al hacer lo que te corresponde de acuerdo con tu misión álmica y tareas pendientes, aún cuando te provoque zozobra y te mueva un poco de la zona de confort. Te aseguro que dejarás de ver los acontecimientos de tu vida como un espectador pasivo y sin poder de decisión, porque tu mente y tu corazón se verán reflejados uno en el otro, sintonizando con la vida que eres tú.

Vivimos en tiempos de grandes cambios, nadie lo niega, y no sólo en el mundo que percibimos con los 5 sentidos. También somos almas que hemos querido encarnar en esta época para experimentar las nuevas vibraciones que se están intensificando. No estamos aquí por casualidad, sino como parte de este cambio que hemos querido vivir. Podemos mirar hacia otro lado y seguir en nuestra cómoda ceguera o, como almas conectadas con su propósito de vida, seguir las señales que nos indican los pasos a dar.

Te invito a hacer un ejercicio de autenticidad: fíjate en tu rostro al acostarte y levantarte, sin maquillaje ni testigos, e intenta reconocerte en él, desde la infancia hasta la edad que tengas, y observa sin censurar ni bloquear nada de lo que te llegue.

Te dará respuesta a cuestiones que andabas buscando fuera y puede que también se te presenten nuevas preguntas. Sea lo que sea lo que recibas, viene de ti y es para ti, un regalo de tu alma. Es una vía para reconocer tus lecciones kármicas aprendidas y otras que faltan por aceptar.

Sé honesto con lo que ves y no dejes que ninguna herida sea para ti un abismo, sino un puente a la libertad. Namasté.

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Psicología Transpersonal: la búsqueda de la vida de pleno sentido.

Como seres vitales necesitamos contactarnos con nuestra información primaria, que lamentablemente se empieza a bloquear cuando no recibimos la educación adecuada para crecer en libertad. Necesitamos recuperar nuestra memoria primal, el contacto con la fuente, el origen de la vida, y desde allí nutrirnos, crecer y sanarnos.

En ese sentido, Daniel Taroppio, nuestro pensador evolucionista, dice: “Los seres humanos tenemos una responsabilidad ineludible en la evolución de la conciencia. La alienación básica de nuestra conciencia, el sentirnos separados de todo y de todos, es la raíz de nuestros males. Ésta es la enfermedad esencial, y sólo la meditación, ayudada por la psicoterapia, puede sanarla”.

No obstante, cuando hablamos de conceptos como meditación y/o espiritualidad, no podemos ignorar que a muchos les continúa haciendo cierto “ruido”. Y son comunes estas posturas si somos capaces de comprender que, culturalmente y a lo largo de miles de años, hemos identificado la espiritualidad con fenómenos paranormales, con el más allá y/o con el desarrollo de poderes sobrenaturales. No obstante, poco a poco, estamos comprendiendo que la única espiritualidad que puede transformarnos es la que vivimos en el día a día, en las cosas simples de la vida; la espiritualidad en los vínculos, en el trabajo, en el cuidado de la salud, en el servicio, en las alegrías y diversiones cotidianas.

Y para ello, lo primero es entendernos como una unidad de cuerpo, mente, alma y espíritu. El cuerpo necesita comida, gimnasia, medicina física. La mente necesita conocer sus impulsos, sus instintos, la dimensión emotivo-afectiva y la posibilidad de relacionarse con el prójimo; y esto no se obtiene con la dieta por un lado y con el trabajo espiritual por otro. Necesitamos una visión integral que nos permita poner los pies sobre la tierra, bajar al mundo. A propósito de esto, cito la maravillosa reflexión de Daniel al respecto:

“El gran desafío de la Psicología Transpersonal Integral, como lo afirma Ken Wilber, es ‘integrar a Freud con Buda’, o con Cristo, o con quien la fe indique”.

¿Qué significa esto? Entre otras cosas, que no necesitamos -como la mayoría supone-, irnos al medio de una montaña a meditar. Osho decía sobre la meditación:Cualquier cosa que hagas con presencia es meditación”. Por ello, trabajar puede ser algo mecánico y aburrido para ganar dinero o puede ser un acto de servicio y autorealización; comer puede ser simplemente ingerir alimentos o un acto sacralizado de nutrición del vehículo de nuestra conciencia. Todo tiene que ver con todo. Somos lo que pensamos, lo que hacemos, lo que decimos e incluso, lo que comemos. Vibramos con el universo en función de todo ello y no en relación a una sola de esas dimensiones.

En tal sentido, el trabajo vivencial de la Psicología Transpersonal nos lleva a estados de conciencia en los que nos entendemos uno con la totalidad de la vida, siempre pone el acento en la necesidad del trabajo para integrar nuestra búsqueda trascendente con nuestras necesidades cotidianas. Acceder a esta experiencia significa sanar nuestra división esencial y expresarla en cada gesto y en cada actitud de nuestra vida.

La Escuela de Psicología Transpersonal Integral reconoce que las tradiciones espirituales son las que nos han brindado las mejores herramientas para el estudio de los niveles superiores de la conciencia; mientras que la psicoterapia nos ha brindado las mejores herramientas para investigar los planos inferiores. Sin embargo, y aunque me repita, necesitamos de ambas; en eso se basa el concepto de unidad y de integralidad.

La clave para que la conciencia siga evolucionando está en la integración de la práctica corporal-psico-socio-espiritual.

Necesitamos desarrollar una cultura en la cual el ejercicio físico, la dieta, el trabajo energético, la terapia, el servicio y la práctica espiritual se integren; caso contrario, continuaremos disociados.

¿Y qué sucede en las culturas disociativas? Entre otras cosas, producen personas disociadas que viven en guerra consigo mismas y no hacen más que llevar su guerra interior afuera, sembrando toda esa hostilidad en el mundo y en sus vínculos más íntimos. En tal sentido, el Modelo de Interacciones Primordiales, cuyos métodos de aplicación son el coaching primordial y la psicoterapia primordial, es un modelo de desarrollo humano integral que procura devolver al ser humano su sentido de unidad y de pertenencia al universo.

Y para abordar cada persona con su problemática específica, bajo el concepto de unidad e integralidad y abarcando todos los ámbitos de la experiencia humana, este Modelo combina tres tipos de prácticas: la Danza Primal®: para la dimensión corporal-emocional-energética; la Comunicación Primordial: para la dimensión lingüístico-cognitiva y la Meditación Orgánica como práctica contemplativa.

Cuando cada uno de nosotros desarrolla esa visión integral, está preparado para incorporarlo en su día a día sin necesidad de un lugar especial, ni horarios programados, simplemente sacralizando la vida instante por instante.

Psicoterapia y Coaching Primordial: Ego y Meditación.

Daniel Taroppio, creador del modelo de interacciones primordiales, señala: “Cuando la psicología tradicional no asume el plano del espíritu, la psicoterapia se convierte en un laberinto en el que nunca trascendemos el nivel del ego, y por lo tanto, se vuelve infructuosa e interminable”.

Como mencionábamos en un artículo anterior, el Coaching y la Psicoterapia Primordial constituyen la aplicación práctica de un sistema de abordaje de las relaciones humanas llamado Modelo de Interacciones Primordiales. Ambas incluyen metodologías de trabajo cuya aplicación integrada despliega el poder del trabajo corporal-emocional-energético, la comunicación y la meditación en los procesos de transformación personal e interpersonal.

Ahora bien, en este artículo hablaremos de la psicoterapia primordial, del ego y de las prácticas meditativas que vienen a dar contexto a las palabras de Daniel que citábamos al comienzo. Veamos.

El principio básico es entender que cada uno de nosotros somos creadores de nuestro propio mundo personal y relacional. En tal sentido, la psicología moderna nos ha permitido comprender que muchísimas de nuestras satisfacciones y sufrimientos no son el resultado de una realidad objetiva, sino de un mundo subjetivamente construido por nosotros mismos.

En función a todo ello, tanto el Coaching como la Psicoterapia Primordial, han venido a expandir nuestra tradicional concepción de estas disciplinas basándose en una nueva mirada de la naturaleza humana, de sus potencialidades inexploradas y de las metodologías de las que podemos disponer en todo proceso de transformación personal.

Y en esa mirada, existen dos principios fundamentales. El primero es que todos los seres humanos pertenecemos a una especie en permanente evolución. El segundo, y en el que hacemos especial hincapié por ser un eje en este abordaje, es que el ser humano está orientado a la trascendencia, referida ésta en términos humanistas y/o espirituales y entendiendo por espiritualidad la necesidad de realización, de ir más allá de sí, de la pequeñez del ego, y consumar su existencia en la entrega, el servicio, la búsqueda de sentido y los valores superiores.

Y cómo no, tenía que aparecer el ego, que aunque es producto de millones de años de evolución y lo necesitamos para sobrevivir, cuando se manifiesta de forma disfuncional o desestructurada: como egotismo –excesiva importancia concedida a sí mismos y a las propias experiencias vitales-, o neurosis -estrategia que desarrolla la persona para eludir lo inaceptable: decepción, frustración, ira y el sentimiento de angustia existencial o ansiedad-, puede dificultar los procesos de expansión de la consciencia.

Lo que ocurre es que mientras los caminos espirituales nos muestran lo maravillosa que podría ser la vida más allá de un ego enfermo, nuestras estructuras neuróticas nos mantienen aferrados a una existencia dolorosa e insatisfactoria.

Tal vez, lo que pocos dicen es que el ego no puede ser trascendido con la sola intención o haciendo de cuenta que no existe. Por el contrario, para sanarlo, trascenderlo e integrarlo a nuestro Ser, necesitamos contemplarlo compasivamente, abrazarlo y comprenderlo en sus posibilidades y limitaciones. Ahora bien, si no somos capaces de concentrarnos en cualquier actividad -más o menos pequeña- que hacemos cada día, porque nuestra mente suele divagar entre el pasado y el futuro sin descanso, ¿cómo vamos a “darnos cuenta” del ego, de su intensidad, de su impacto y de su forma?

Aquí es donde entra en juego la meditación y la importancia de su inclusión e integración en cualquier proceso de desarrollo personal, en este caso, de la psicoterapia y el coaching. El arte de la meditación permite que las personas desarrollemos el arte de estar presentes aquí y ahora en lo que estamos haciendo, es decir, en la vida diaria; en que si vamos conduciendo, caminando o estemos simplemente sentados en un parque, estemos allí mismo y no pensando en lo que tenemos que hacer después o en lo que hicimos antes.

“Se trata de disfrutar de la magia del instante”; así lo define Daniel.

¿Qué ocurre con el ego durante la meditación?

Simplemente la vive como una muerte, una desaparición, un abismo infinito. El ego ha sido entrenado durante decenas de milenios para vigilar y sobrevivir, y de pronto le decimos que se relaje, que se entregue y que se rinda. Curiosamente, en muchas tradiciones, el ego es definido y tratado como un enemigo de la meditación y del camino espiritual. Sin embargo, el ego humano es sólo una manifestación sofisticada del impulso básico y fundamental de supervivencia. Por todo ello, aceptarlo y reconocerlo, es lo único que podría permitirnos conseguir la paz de la meditación.

Y al final, meditar es un estado de consciencia en el que somos simples testigos de nuestras sensaciones corporales, de nuestros pensamientos y emociones, pero sin identificarnos con ninguno de ellos y sin perseguir ningún objetivo o deseo. Meditar consiste en ingresar a un espacio en el que comprendemos que nuestra vida, en lo más profundo, depende de factores que no podemos controlar. Cuando meditamos, fluimos con plena consciencia sin interferir, sin discriminar, sin juzgar, sin buscar, sin forzar, sin querer cambiar nada, sin estar pendientes del pasado o del futuro y, sobre todo, la posibilidad de acercarnos a nuestro Ser auténtico y universal.

¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Cuál es mi karma?

¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí? ¿Cómo hago para transformar mi vacío en plenitud? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Cuál es mi karma? ¿Por qué se repiten siempre algunos patrones en mis relaciones? ¿Por qué me siento tan insatisfecho con casi todo lo que hago?

Estos interrogantes forman parte del universo de posibles preguntas que pueden formularse durante una sesión de Registros Akáshicos. Los Registros guardan la memoria de nuestras vidas, donde se registran todos los pensamientos, actos, sentimientos y emociones que experimentamos. Es un gran archivo que registra toda nuestra evolución álmica y contiene la historia de cada uno de nosotros en las sucesivas encarnaciones. 

Acceder a toda esa información nos permite reconocer, entre otras muchas cosas, cuál es nuestro karma. Pero, ¿qué es el karma? Estamos acostumbrados a interpretarlo desde la sabia ironía del humor; por ejemplo, alguien empuja a otro a la piscina e, inmediatamente después, da un traspiés y cae también; o alguien manifiesta la sola intención de empujar a otro y, no sólo no logra su objetivo, sino que tropieza absurdamente.

El karma obedece a la ley causa-efecto y no se crea únicamente a través de actos, sino también de palabra y pensamiento. Sin embargo, no se trata de algo tan simple como “causa y efecto inmediato”; el karma es energía transcendente. Para entenderlo un poco más, haremos una diferenciación entre:

1. El karma que podemos crear en esta encarnación.

Es el que creamos a través de nuestras acciones, sentimientos, palabras y pensamientos y vuelve hacia nosotros como respuesta de efecto similar. Es bien conocido el refrán “quien siembra vientos, recoge tempestades”.

2. El karma que arrastramos de vidas anteriores.

Vivimos situaciones que se repiten y no comprendemos, producto de otras vidas, de las que falta algo por aprender y equilibrar o compensar, y nos está afectando e incidiendo en nuestra vida actual. De hecho, hasta que esa descompensación con respecto a alguien o algo no se equilibre, nuestra tarea seguirá pendiente. Hasta que aprendamos a reconocerlo, lo sanemos y tomemos conciencia, nos encontraremos en la rueda kármica. Ciertamente, la vida es tan buena maestra que, si no aprendemos la lección, la lección se repetirá.

Por poner un ejemplo: ¿te resulta familiar aquella amiga que se entrega cien por cien en sus relaciones y termina siendo engañada repetidamente (y además de una manera cruel)? Si ella es buena, leal, fiel, comprensiva… ¿por qué todos terminan engañándola? ¿cómo nadie la valora?

Este tipo de karma es el que generalmente nos desorienta, pues no hay explicaciones racionales que justifiquen que esos patrones se repitan en la vida. Para nuestra mente racional, resulta injusto e incomprensible. Desde el lado espiritual, sin embargo, quizá su tarea pendiente se relaciona con poner límites a los demás, respetar sus propias decisiones o asumir el protagonismo de su vida. La Ley del Karma busca equilibrar cualquier descompensación álmica y nos conecta, por tanto, con vidas pasadas.

3. El karma que pasa de generación en generación.

Es el karma que heredamos de nuestros ancestros, es decir, padres, abuelos, bisabuelos, etc… y que se va perpetuando a través del grupo familiar. Todos hemos llegado a una familia compuesta por almas con las que tenemos un pacto que elegimos antes de nacer. No es una casualidad los padres que tenemos, el lugar en que nacemos, o la relación familiar que vivimos. No hay casualidades, sino causalidades. En este círculo de almas, hay cuestiones que comprender, liberar, perdonar y sanar. Solo con el perdón llega la sanación. 

Antes de nacer, nuestra alma elige con quienes encontrarse nuevamente para reparar todo aquello que haga falta reparar. Hay nudos kármicos por desatar, por así decir. Y cuando un integrante de ese círculo álmico “limpia” su karma, perdonando y aceptando lo vivido, ayuda y permite a los otros a liberar el suyo propio. Se compensa y sana lo que había pendiente. Por parte del que hace su trabajo kármico, el equilibrio está restablecido y reparado, independientemente de lo que los demás hagan. Por su parte, no deja “lastre” en sus descendientes.

El karma es una ley universal que busca el equilibrio y sanación álmica.

No busca el castigo, como muchos entienden. Por el contrario, su finalidad es darnos las oportunidades necesarias para que el alma pueda evolucionar y vivir en el amor incondicional, el perdón y la armonía. El karma es un despertar de la conciencia, que nos mueve a mirarnos sin engaños, con profundidad, para recoger el aprendizaje que nos lleva a realizar nuestro plan de vida.

Por tanto, es muy importante comprender que todo ocurre por una razón y que detrás de ello siempre hay un aprendizaje. Cuando por fin nos abrimos a esta lección de vida, entendemos el porqué de nuestros problemas y somos capaces de ver su sentido desde la comprensión y el amor. Recogemos el gran regalo que estaba oculto. Es desde este posicionamiento desde el que también comprendemos a los demás y aprendemos a no juzgarles, porque reconocemos que cada cual está dando sus pasos a su ritmo y según su libre albedrío.

Es fascinante y tranquilizador comprobar que los seres humanos tenemos a nuestra disposición los recursos para sanarnos, equilibrarnos, inundarnos de paz y gozo interior, avanzar ilimitadamente, vivir con sabiduría, solucionar nuestros conflictos, aliviar nuestros miedos, prosperar y ser felices.

Todos estos recursos se activan con la lectura de Registros Akáshicos, que opera sobre el alma de nuestro ser, dispensándonos de una intensa y profunda liberación y desbloqueo, sanando nuestras heridas del pasado y dándonos la posibilidad de encontrar el verdadero sentido de nuestra vida, aportándonos alegría y paz.

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