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¿Para qué te despiertas cada mañana?

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Despierta.

Quien mira hacia afuera sueña; quien mira hacia dentro despierta. Carl Jung.

Artículo basado en la conferencia de Curro Duarte: “¿Para qué te despiertas cada mañana?” Madrid, 2017.

El título de la conferencia ya es inquietante, cierto. Invita a reflexionar, aunque hasta aquí escriba sobre el tema. No obstante, cada palabra de nuestro especialista colabora con esa reflexión y me encargaré de extraer algunas de las observaciones más relevantes de su ponencia.

Y empezamos citando la pregunta: ¿es lo mismo levantarnos que despertarnos? Claro que no. El primero podríamos reducirlo a un mero acto físico; despertarnos pareciera ser bastante más que eso. Vayamos por partes.

En nuestra vida todos tenemos ocupaciones y preocupaciones. La pregunta es: ¿cómo nos posicionamos; cuál es nuestro rol frente a ellas?

Veamos. Cada uno de nosotros contempla un círculo de preocupación y uno de influencia. 

  • Círculo de preocupación: el trabajo, la salud, las hipotecas, el clima del fin de semana, el medio ambiente, una final de fútbol, etc. Es decir, todas cosas que -entendemos- no dependen de nosotros.
  • Círculo de influencia: la ropa que nos ponemos, el lugar donde trabajamos, el desayuno que tomamos, el destino del próximo viaje, etc. Es decir, las cosas que sí dependen de nosotros.

El hecho es que preocuparse no sirve para nada. Por ello, como nos sugiere Curro, lo más lógico es ampliar nuestro círculo de influencia para ocuparnos, que es lo que realmente cambia el enfoque y el resultado. Si repasamos los ejemplos anteriores expuestos en el círculo de preocupación, podríamos rápidamente identificar de cuáles sí podemos ocuparnos. Efectivamente, sí depende de nosotros cuidar nuestra salud, nuestro trabajo y también podemos hacer algo -desde nuestro lugar- para cuidar el medio ambiente. Está claro que nada podemos hacer respecto al clima o respecto al resultado de un encuentro deportivo.

Ahora bien, esta ampliación del círculo de influencia no es en vano. Cuando dejamos de poner todo fuera y nos hacemos cargo, cambiamos el rol “víctima” por el rol “responsable”. Una de las herramientas que nos ayuda a reconocer en qué rol estamos es el lenguaje. El lenguaje genera Ser. El lenguaje empieza en el pensamiento y su manifestación primera es la palabra. ¿Y cómo empieza nuestro día? Pues hablándonos a nosotros mismos.

Observamos la realidad, la interpretamos, nos emocionamos y actuamos.

La interpretación es lenguaje y, como decíamos, cada uno interpreta hablando consigo mismo. Imaginemos arrancar el día pensando en la reunión que nos espera con nuestro jefe y con la responsable del área; al primero no le gusta nada que le vayamos con problemas y la segunda siempre llega tarde y provoca atrasos y repeticiones cada vez que participa en una reunión. Centrarnos en lo negativo resulta una forma extraña (muy) de levantarnos dispuestos a tener un “buen día”.

Lo curioso es que cada uno elige en qué centrarse. Entonces, libremente, podemos elegir centrarnos en lo positivo que tiene el jefe y la responsable de área. Por ejemplo, al primero no le gustan los problemas, pero si le presentamos una solución es un tipo muy receptivo y abierto. La responsable siempre llega tarde, aunque siempre tiene ideas originales que aportar. En cierta forma, si elegimos centrarnos en lo bueno, nosotros también afrontaremos la reunión más abiertos a hacer aportaciones, a aprender y/o a desarrollar perspectivas más enriquecedoras.

Y ciertamente, lo que cada uno elige define su motivación. Es decir, si vamos mentalizados de que todo será infértil e improductivo, nuestra motivación estará desactivada, desconectada. Ahora bien, si esperamos algo bueno -en cualquier ámbito y actividad- estaremos motivados; mucho más si eso bueno lo esperamos de nosotros mismos. Pensemos acaso, cómo nos sentimos cuando vamos a practicar nuestro deporte favorito o cuando estamos preparando un viaje de vacaciones.

Ahora bien, ¿de qué depende que esperemos cosas buenas de nosotros mismos?

Tal y como afirma Curro, depende -sobre todo- de nuestro autoconcepto: creencias positivas (aquello en lo que creemos que somos buenos) y creencias limitantes (aquello que nos frena nuestro desarrollo personal o profesional). No obstante, la mayoría de las creencias limitantes son falsas. Sucede que nos las han inculcado a lo largo de la vida (padres, educadores, etc.) y aunque no somos conscientes de ellas, las llevamos como una especie de mochila por la vida. Así es que tenemos que cuestionarlas y enfrentarlas para incrementar nuestra motivación.

Pero además, para alcanzar esa motivación debemos conocernos un poco más. Lo que decíamos al comienzo “mirar hacia dentro y despertar” y descubrir qué es realmente lo que nos motiva.

A propósito de ello, el psicólogo David McClelland sostuvo que todos los individuos tenemos cuatro grandes motivadores:
  • Logro: gente competitiva, que le gusta conseguir cosas, los retos, etc. Por ejemplo, los deportistas de elite.
  • Afiliación: les gusta relacionarse, les gustan las personas.
  • Influencia social: influyen en otros para desarrollarlos. Les gusta ayudar a los demás.
  • Influencia personalizada: son los que influyen a otros para su propio beneficio.

Lo cierto es que todos tenemos un poco de cada uno, pero la mayoría tenemos mucho más de las dos primeras y poco de influencia. En otras palabras, nos centramos mucho en los resultados y en el cómo llegamos a ellos, pero pocas veces nos preguntamos por nuestros “para qué”.

Ahora sí, volvamos a la pregunta inicial: ¿para qué nos despertamos cada mañana?

Por ejemplo, nuestro especialista, junto al equipo de profesionales que conforman Despierta by CDR, despiertan cada día con el propósito de ayudar a las personas y a los equipos a que sean felices y se diviertan su trabajo. Efectivamente, también lo afirma Simon Sinek, creador del círculo de oro: “la gente no compra lo que haces, compra para qué lo haces”. Por ello, acompañan a las empresas a descubrir y alcanzar su propósito.

¿Y cuáles son los cómos de Despierta by CDR? diagnosticar el punto de partida a través de sus “despertadores” e implementar Programas de Desarrollo dinámicos, provocadores y con sentido del humor.

¿Y los qué? forjar líderes resonantes y equipos motivados, cohesionados, eficaces y emocionalmente competentes, que contribuyan a generar un clima laboral positivo, identifiquen las motivaciones de sus clientes, satisfagan sus necesidades y alcancen resultados extraordinarios.

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Constelaciones Familiares: las emociones en la familia.

Nuestra familia es la primera y para muchos la mayor fuente de emociones en nosotros. Unas nos hacen sentir alegría y felicidad. Otras, tristeza, ira, odio, asco, miedo. Me centraré en estas últimas, en esas que suelen complicarnos la existencia, y que, precisamente por esta razón, son de las que más podemos aprender y experimentar una mayor satisfacción, si logramos abrirnos a ellas.

Cuando un hecho importante y doloroso nos sucede, si podemos procesarlo emocionalmente, nos queda su memoria, pero no su energía. Pero si la magnitud del hecho es muy superior a nuestra capacidad de procesamiento, y además nos sorprende, lo vivimos en soledad y no podemos expresarlo; entonces para sobrevivir en el momento que nos sucede, deslizamos sigilosa e inconscientemente su memoria y su energía asociada a ese recóndito refugio sagrado que es nuestro inconsciente.

En este segundo caso, hacemos lo mismo que con una hipoteca. Resolvemos el presente a costa de hipotecarnos parte o todo nuestro futuro.

Nos libramos de la hipoteca cuando devolvemos todo el capital y todos los intereses. Nos libramos de la emoción de ira, miedo, etc., que nos complica la vida cuando logramos soltar su energía de nuestro inconsciente. Las Constelaciones Familiares constituyen una metodología muy eficaz para proceder a este tipo de liberación.

Estos hechos importantes y dolorosos nos pueden suceder e impactar en vida. Muchos de ellos tienen lugar durante nuestra infancia, en la que no hemos tenido aún tiempo suficiente para pertrecharnos de los recursos necesarios para procesar las emociones generadas por aquellos.

Los casos siguientes muestran la importancia de las emociones generadas en familia y cómo las Constelaciones Familiares contribuyen a encontrar soluciones:

El caso de Ana. Cincuenta años. Sin pareja, adoptó una niña extranjera con siete años, ahora tiene trece. Le preocupa su confusión y su falta de fuerza en relación al comportamiento alterado y desconcertante de su hija. Las adopciones no suelen ser actos de generosidad, sino más bien actos que inconscientemente buscan compensar una profunda necesidad insatisfecha del potencial adoptante. Pregunto a la mujer por sus padres. No encontró el afecto deseado en ellos. Según ella, su padre era débil, ido y bebedor social, sin llegar al alcoholismo. Su madre, fría. Al explorar sus respectivas vidas, se vio que la relación entre sus padres fue difícil. Sufrieron dos abortos naturales. Perdieron a su tercer hijo después de un mes de nacer. Más tarde vino su hermano y luego ella. El trabajo sistémico, en sesión individual, permitió mostrar también la muerte de dos hermanos del padre durante la Guerra Civil y la muerte trágica de un hermano de la madre. También consideró el abandono, los padres biológicos y una hermana de la hija, la parte niña herida de Ana, tanto su ira como la de su hija, una posible pareja, la armonía familiar y ¡el gato!, elemento clave y calmante cuando la relación se tensa entre Ana y su hija. Una vez recogida toda la información esencial, la Constelación Familiar resultante permitió visualizar los desórdenes existentes, las diversas opciones y elegir la mejor. Asimismo, se efectuaron los actos de integración, inclusión y reconciliación necesarios y se ordenó el sistema. Después de una potente liberación de emociones, dimos la Constelación Familiar por terminada ante la serenidad, fuerza y aquiescencia de Ana.

El caso de María. Cincuenta y ocho años. Vive en el extranjero. Mi relación de ayuda sistémica con ella es sólo telefónica. Es la segunda de tres hermanos y la única excluida por su familia. Su padre vivió una infancia llena de hechos dolorosos. Padeció asma. Su comportamiento tocaba los extremos, el todo o nada, el incesto y reacciones explosivas. El Alzheimer alcanzó a su madre. Curiosamente, su marido es una repetición de su padre. Constituyeron una empresa exitosa hasta que María, siendo su directora, cayó gravemente enferma. Cerró la empresa. No se veía con fuerzas para seguir. Las relaciones tóxicas con sus padres, con sus hermanos y con su marido la agotaban. Su hijo e hija quedaron bajo su influencia y manipulación. Se divorció. Sus intentos por comunicarse y relacionarse con su hija, que la evita y rechaza, han sido fallidos hasta hoy. Su hijo ha optado finalmente por ser excluido y salirse de ese infierno. Los temas económicos pendientes con su familia están aún bajo juicio. El trabajo sistémico con María ha consistido en recoger información, acoger sus emociones, sentirlas, ver y reconocer sus orígenes, ver y reconocer que un 50% suyo procede del sistema familiar de su padre y que el otro 50% suyo procede del sistema familiar de su madre, que gracias a todos ellos, y a pesar del dolor sentido, María tiene el privilegio de vivir. Desde esta nueva posición, puede decir a cada uno de ellos: “Gracias por vuestra exclusión. Gracias a ella me habéis protegido de vuestra locura”. Después de este acto final de reconciliación, la paz y la energía se han instalado en María. Su experiencia única y su formación especial son esenciales ahora en sus eficaces procesos de acompañamiento a personas en crisis.

Rosa, con 32 años, vino a constelar en taller abierto con la intención de comprender sus relaciones difíciles con su padre y mejorarlas. Diversas dinámicas del trabajo sistémico que se realizó, permitieron satisfacer su intención inicial. Pero su Constelación Familiar dejó un interrogante sin contestar: ¿Qué miraba Rosa que la dejó tan absorta? Curiosamente, un año después, Rosa descubrió “por casualidad” que tenía un hermanastro por parte de su padre. Cuando la primera pareja del padre se dio cuenta que estaba embarazada, desapareció sin decir nada. Socialmente no estaba admitido. Al cabo de unos años, ella volvió a su ciudad. También su hijo. Pero aún hoy, el padre de Rosa desconoce su primera paternidad. Su actual esposa y madre de Rosa, también. Rosa tuvo un primer novio. Luego, lo dejaron. Ahora ha descubierto que su primer novio fue su hermanastro. Un día, Rosa tanteó a su padre ¿Y si hubieses tenido un hijo? Pero, ¡Qué preguntas haces! ¡Yo estoy muy contento con vosotras dos! Creo que no hace falta insistir en las emociones implicadas en este proceso y en esta familia. Hoy, Rosa, depositaria de un secreto familiar, se plantea qué es lo mejor que puede hacer. Su mayor nivel de conciencia le ayudará a encontrar la mejor acción.

Las Constelaciones Familiares constituyen un novedoso y potente saber hacer que, al utilizar otras formas de mirar, pensar, sentir, decidir y hacer, ayuda a las personas y a los sistemas humanos a los que pertenecen a lograr cambios sustanciales y positivos y a salir de situaciones difíciles persistentes.

Paradójicamente, las Constelaciones Familiares ayudan a encontrar soluciones sencillas a situaciones complejas.

Constelaciones familiares: relaciones entre padres e hijos.

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Constelaciones familiares.

Relaciones entre padres e hijos.
Si algo duele, algo tengo que aprender.

Cuando las relaciones entre padres e hijos entran en dificultades, suelen convertirse en obsesivas. Aunque estemos cocinando, trabajando, escuchando música o tomando un baño relajante en un SPA, consciente e inconscientemente nuestras energías y nuestra atención están atrapadas en el dolor por lo que nos ocurre y en su pesada carga emocional. Sufrimos, aunque no entendemos por qué. Es difícil comprender y ser objetivos si estamos presos en nuestra propia cárcel. Pero hoy podemos salir de ella y focalizarnos en la solución. 

Las Constelaciones Familiares ayudan a los padres e hijos a salir del pozo emocional de sus relaciones difíciles y a focalizarse en la solución.

A medida que vivimos, experimentamos una serie de hechos que nos impactan emocionalmente en mayor o menor medida. Para sobrevivir al momento en que se producen los hechos dolorosos, rechazamos las emociones que nos producen, las reprimimos y las guardamos en nuestro inconsciente. Así, pues, a medida que vivimos, vamos llenando nuestro almacén inconsciente de memorias dolorosas que, por serlo, comportan una cierta energía singular que emite y capta ciertas ondas, que nos permite sintonizar con unas ondas electromagnéticas muy precisas de ciertas personas, y no con otras.

Cuando vivenciamos en el presente algún hecho que resuena con algo doloroso que sucedió tiempo atrás, aquello memorizado en nuestro inconsciente sintoniza y salta al momento presente con una fuerza arrolladora y desconcertante. Esto hace que vivamos un presente condicionado inconscientemente por las memorias de nuestro pasado, y que no comprendamos algunas reacciones de nuestro propio comportamiento, ni las de los demás.

Si bien nuestro aquí y ahora está influido y moldeado por nuestro pasado a través de las memorias dolorosas y vivas que poseemos del mismo en nuestro inconsciente, eso ya no tiene por qué ser así. Hoy podemos mejorar nuestro presente continuo cambiando conveniente, humana y amorosamente nuestras propias memorias y programas, como hacemos de una forma técnica y fría con los ordenadores.

Las Constelaciones Familiares ayudan a soltar o modificar estas memorias y programas inadecuados, buscando y encontrando el conflicto programante inicial, y desactivando su influencia, reconciliando y poniendo orden en el Sistema Familiar. Cuando eso sucede, el amor, la energía y la información entre los miembros del Sistema Familiar fluyen, sin atascos ni tapones, y esa ligereza y bienestar llega a la persona que ha tenido el impulso de constelar su caso.

¿Cuáles pueden ser las causas de unas relaciones difíciles entre padres e hijos?

Cuando las relaciones entre padres e hijos se hacen difíciles, la tendencia es mirar al otro como su causante. Los padres no suelen darse cuenta que ellos canalizan hacia sus hijos el agua que les viene de sus respectivas cumbres nevadas, que ellos les encauzan las memorias emocionales y su energía específica asociada, que les vienen de atrás, de sus respectivos sistemas familiares: abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y antepasados diversos. Y esas memorias y su consiguiente energía, que tanto el padre como la madre heredan inconscientemente de sus respectivos padres y las pasan y reparten inconsciente e irregularmente entre sus diversos hijos, están sutilmente condicionadas y embadurnadas por lo doloroso que ha sucedido y no se ha resuelto en su respectivo Sistema Familiar.

Las memorias y energías que cada uno lleva encima en cada momento pueden venir también de otras fuentes distintas del Sistema Familiar, como son los hechos dolorosos y traumáticos vividos en vida por padres e hijos, aunque a veces descubrimos que éstos son una pura consecuencia de las anteriores, como ocurre con ciertos hechos que se repiten a lo largo de varias generaciones al llegar a ciertas fechas, aniversarios, etc.

Todas esas memorias y energías que nos resultan tan pesadas, están ahí, en nosotros, esperando a que las liberemos. Si no lo conseguimos, pasan a nuestros hijos, y si no, a los hijos de nuestros hijos, hasta encontrar a alguien que sufriendo los efectos del atasco, diga ¡Basta!, y decida hacer algo al respecto. Hacer eso hoy es posible. Pertenecemos a la segunda generación de la historia que puede hacerlo, porque ahora sabemos cómo hacerlo. Y cuando lo conseguimos, cuando logramos eliminar el tapón emocional en nuestro sistema de cañerías, el agua, las energías y las informaciones fluyen a través de ellas, las relaciones entre los miembros del Sistema Familiar se normalizan y el alivio es grande, como el que se siente al llegar a un oasis después de una larga travesía por el desierto.

¿Qué memorias de hechos dolorosos ocurridos pueden intervenir y afectar a las relaciones entre padres e hijos?

Sin pretender ser exhaustivo, enumero varias posibles:

  • El haber vivido experiencias traumáticas en vida, como accidentes, enfermedades graves, prisión, adicciones, exclusiones, acoso laboral, abusos sexuales, violación, incesto, abortos, violencia en casa entre padre y madre, madre o padre no disponible o inexistente, adopción difícil, ruinas, luchas fratricidas, herencias destructivas, etc.
  • Lejos de haber crecido bajo un patrón de apego seguro e íntimo con sus cuidadores, haber vivido los primeros meses de vida bajo un apego inseguro evitativo, ambivalente o desorganizado, muerte prematura de padre o madre, haber sufrido abandono.
  • La calidad del nacimiento. No es lo mismo salir bien (tener éxito) después de un gran esfuerzo, que tirar la toalla porque el cordón umbilical alrededor de mi cuello me ahoga y luego un alma profesional y bendita me salva, o ser extraído con fórceps o por cesárea. La memoria específica que quedó impresa en mí a causa de la manera especial y única de cómo nací, ha contribuido a modelar mi carácter personal y único. Por ejemplo, mi memoria de que después de un esfuerzo viene el éxito me lleva a un comportamiento en la vida distinto del de una memoria de que llego al éxito sin esfuerzo.
  • La calidad del embarazo. El embrión en desarrollo lo capta todo, tanto la paz y la ilusión de la madre por llevarlo, esperarlo y amarlo, cuando sus progenitores se festejan, como el miedo y el desengaño de la madre cuando la relación de pareja no funciona, con discusiones verbales, violencias e incluso agresiones.
  • La calidad de la fecundación. No es lo mismo proceder de la fecundación resultante de un proceso amoroso entre mis padres que me desean, que ser el resultado de una violación.
  • Las cargas emocionales que cada miembro lleva por herencia de asuntos dolorosos inconscientes no resueltos por algunos de sus antepasados. Como hijo, una parte de estas memorias procede del Sistema Familiar de mi madre y la otra del Sistema Familiar de mi padre. A veces toman la forma de anhelos y necesidades insatisfechas con el padre o la madre, lealtades ciegas, mandatos velados, patrones encriptados, creencias limitantes, hechos repetitivos intensos o esenciales no dichos, secretos, conflictos, etc.

Su variedad es infinita y su intensidad muy diversa. Por eso no hay dos seres humanos iguales, y cada uno hace lo mejor que puede con lo que lleva en su mochila, por muy aberrante que parezca lo que hace. Si pudiera hacerlo mejor, lo haría.

Ante lo dicho, podemos estremecernos ante tal complejidad y pensar que poco se puede hacer al respecto. Pero es una creencia errónea. Ya se está haciendo y consiguiendo mucho.

Constelaciones familiares para vaciar la mochila de cargas emocionales dolorosas, fluir y disfrutar de una vida plena.

Las Constelaciones Familiares ayudan a:

  • Crear un ambiente adecuado, protegido y confidencial.
  • Cambiar de perspectiva, ampliar el campo de visión y mirar de forma más penetrante.
  • Rastrear las posibles causas.
  • Comprender las dinámicas subyacentes.
  • Modificar o eliminar memorias inadecuadas y añadir las que faltan.
  • Activar procesos que desatascan, ordenan, equilibran, clarifican, reconcilian, pacifican.
  • Crear un terreno fértil en el que pueda germinar una solución.
  • Comprender lo que lo racional no alcanza a entender.
  • Mejorar la situación de la persona que ha constelado y la de su Sistema Familiar.

Las Constelaciones Familiares son tecnología de alta precisión humana. Al dar en la diana, con muy poco se consigue mucho, al localizar y quitar el grano de arena que bloqueaba un engranaje, toda la máquina humana se pone en marcha.

Paradójicamente, las Constelaciones Familiares ayudan a encontrar soluciones sencillas a situaciones complejas.

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¿Quién tiene el poder sobre mi?

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¿Quién tiene el
poder sobre mi?

Inteligencia Sistémica para el crecimiento personal.     

Muchos tienen la sensación de pasar por situaciones que nos dominan en absoluto. Se requiere estar en un mayor nivel de sensibilidad para llegar a plantearse la pregunta del título. Y se necesita subir otro escalón de consciencia para decidir y ponerse en marcha para conseguir una buena respuesta. Cuando se dispone de ella, ya solo queda dar el siguiente y último paso: encontrar la solución. No hay atajos.

Cualquier ser humano tiene infinitas posibilidades a su alcance. Pero cuando se queda obsesionado o enganchado emocionalmente con una de ellas, todas las demás desaparecen para él. Esta ofuscación “no visible” o inconsciente, suele estar relacionada con anhelos y necesidades vitales insatisfechas de uno mismo.

Para autoprotegernos de todo hecho doloroso que vivimos sin los recursos necesarios para afrontarlo y resolverlo, lo pasamos sutilmente del consciente al inconsciente, a ese almacén oscuro de memorias que condicionan nuestro comportamiento cada vez que se activan por vivir algún hecho resonante con ellas.

Paradójicamente, cuanto más llenamos el inconsciente de todas esas memorias para autoprotegernos inicialmente, más bombas de efecto retardado acumulamos y más sufrimiento nos genera a lo largo del tiempo. Si no logramos poner remedio, la consecuencia final es la aparición y desarrollo de una enfermedad en nuestro cuerpo.

Esas memorias pueden haberse creado con hechos dolorosos sucedidos:
  • En el ámbito profesional: obedecer ciegamente un mandato parental y trabajar en algo que no me gusta, accidente laboral, no permitirme ganar dinero si mis padres no lo lograron, no estar a la altura, cometer errores graves, despido, robo, malversación de bienes, estafa, chantaje, amenaza, suspensión de pagos, quiebra, peleas entre socios, lucha con mi jefe, compañeros o subordinados, su falta de reconocimiento hacia mí, acoso laboral, etc.
  • En el ámbito personal, entre mi nacimiento y hoy: muerte prematura de madre o padre, abandono, separación, falta de afecto, pérdida natural o aborto de algún hermano, abusos, violencia, agresión, prisión, accidente, suicidio, guerra, terrorismo, emigración, pérdida de un hijo, divorcio, incendio, arruinarse, enfermedad, etc.
  • En el momento vital de mi nacimiento: puedo haber luchado y alcanzado el éxito de manera natural, haberme sentido ahogado por tener el cordón umbilical alrededor del cuello o por tragarme líquido, sentir mi cabeza atrapada por unos fríos y duros fórceps, y abandonarme a la acción de otros al no existir la mía, por cesárea, etc. Cada una de estas modalidades en el nacer influyen y marcan -a su manera- nuestro comportamiento de manera indeleble.
  • Durante mis nueve meses de embarazo: he oído los gritos y las peleas entre mis padres, he sentido los miedos, las angustias y la tristeza de mi madre, sus lloros, etc.
  • Durante los meses que preceden a mi fecundación: no es lo mismo ser el resultado de un acto amoroso, que el de una violación. Ser deseado por mis padres es diferente de no haberlo sido. La calidad de su relación condiciona la calidad de la fecundación.
  • Antes que todo eso: También albergo las memorias procedentes de hechos dolorosos no resueltos por mis padres, abuelos, bisabuelos, etc., y que a través de ellos me llegan a mí para que yo encuentre una solución para mi sistema familiar. Si yo no doy con la solución, esta herencia emocional y sistémica, esa energía, pasa a mis descendientes. Aquí están las memorias de espanto, miedo e ira, generadas por hechos de guerra, campos de concentración, asesinatos, cárcel, acontecimientos sociales, ruinas, pérdida de casa, herencias y peleas familiares, trastornos mentales, enfermedades, etc.

No pretendo hacer de este artículo una película de terror, ni demostrar cuantas razones tenemos para caer en el pesimismo, sino poner sobre la mesa una muestra de las muchas memorias que podemos alojar en nuestro cuerpo como consecuencia de hechos dolorosos de nuestro existir. No es una fatalidad. Es un punto clave desde el cual podemos iniciar un cambio sustancial a mejor.

Todos albergamos en nuestro inconsciente memorias que influyen en nuestro comportamiento y complican nuestra vida. Cada uno lleva las suyas por venir de dónde viene y por vivir lo que vive.

Una vez comprendido eso, disponemos como mínimo de dos alternativas:

  1. Ir de víctima por la vida, culpando a nuestras memorias de nuestro indeseado destino y dando, por tanto, a ellas el poder sobre mí… o bien:
  1. Tener yo el poder sobre mí. Para conseguirlo, la solución radical consiste en borrar todas esas memorias tóxicas de mi disco duro. La solución más real consiste en borrar cuanto antes esas memorias que me impiden disfrutar de una vida más plena, fluida y sana.

Esta segunda alternativa es la elegida por las personas que deciden recurrir a la ayuda de la Inteligencia Sistémica.

¿Qué hace el profesional de la Inteligencia Sistémica para conseguirlo?
  1. Crea las condiciones adecuadas para hacer posible lo que ha resultado imposible para la persona o equipo hasta ese momento, mediante la creación de una atmósfera de protección, confidencialidad y confianza mediante una empatía profunda.
  2. Pregunta al cliente qué asunto quiere trabajar en la sesión que ahora inician. Cada sesión se focaliza en inducir una solución para el asunto planteado.
  3. Acompaña al cliente en su proceso de inmersión y exploración de todos aquellos hechos dolorosos vividos o sucedidos en el sistema humano al que pertenece. No se trata de remover mierda para nada, sino de subir a la superficie y poner al descubierto algo vivo que el cliente reprimió y escondió cuando ocurrió, y que aunque hoy no es consciente de su existencia, sabe que está ahí, en su inconsciente, por sus efectos inadecuados. Se trata de dejar de vivir el presente como una repetición del pasado.
  4. Ayuda a localizar donde están los desórdenes, los mandatos soterrados, los nudos emocionales, las limitaciones, los bloqueos, los fantasmas y demás desbarajustes existentes en el sistema al que pertenece el cliente.
  5. Una vez detectados los puntos clave a lo largo de la exploración, el cliente y el profesional de la Inteligencia Sistémica disponen de una imagen sobre la que pueden trabajar, ordenando, reencauzando, resignificando, deshaciendo, desenredando, desatando, eliminando, desbloqueando, liberando, soltando y reconciliando.
  6. ¿Cuándo se da por terminada una *sesión? Cuando el cliente dice sentirse bien después de lo descubierto, visto, vivenciado y trabajado. Cuando ocupa la posición que le corresponde en el sistema humano al que pertenece.

*Una sesión suele durar de dos a tres horas.

La Inteligencia Sistémica es tecnología humana de precisión en la localización y reparación de dolencias incapacitantes para el buen funcionamiento de los sistemas humanos.

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Inteligencia Sistémica. ¿Para qué una sesión individual?

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Inteligencia Sistémica
para el crecimiento personal.

La oscuridad nos impulsa a buscar la luz; la claridad a encontrar caminos nuevos, viables y saludables hacia la vida.

Cuando se llega a situaciones personales, familiares u organizacionales límite; a modelos de comportamiento, económicos o políticos agotados; a patrones repetitivos cansinos que consumen mucha energía y generan poco beneficio; a crisis en las que casi todos pierden, o a entornos donde ya no hay ideas ni ilusión, ¿qué hacer?

La Inteligencia Sistémica facilita este cambio, al aumentar nuestra conciencia sobre lo que nos ocurre e induciendo soluciones para satisfacer mejor nuestras necesidades. Nos ayuda a cambiar porque nos ayuda a pasar:
  • Del habitual punto de observación a mirar desde otros distintos.
  • Del usual campo de visión a otro más amplio.
  • De una corriente forma de mirar a otra más profunda.
  • Del pensamiento lineal y simplista al sistémico, complejo y dinámico.
  • De lo rígido y pesado a lo flexible, ágil y ligero.
  • De lo aparente y cuantitativo a lo sutil y cualitativo.
  • De la distracción y dispersión a la atención plena en lo esencial.
  • De la inconciencia a darnos cuenta y responsabilizarnos.
  • De la percepción actual a la generación de nuevas y positivas visiones.
  • De la separación y competición a la integración y cooperación.
  • Del interés parcial a la responsabilidad económica, ambiental y social.
  • De los problemas a las soluciones.
  • De las cargas, bloqueos y enredos propios a soltarlos y fluir.
  • De dar el poder de lo nuestro a otros, a empoderarnos.
  • De la inquietud ante la incertidumbre a la serenidad ante lo que es.
  • Del desgaste emocional a la fuerza, paz y vida plena.
  • De llegar y centrarse en la enfermedad, a la prevención y a la salud.

Con el trabajo sistémico sobre una determinada situación difícil, suele haber un antes y un después, independientemente de la modalidad utilizada, sea en grupo abierto o cerrado o en sesión individual. Aquí me voy a centrar en esta última.

Inteligencia Sistémica. ¿Para qué una sesión individual?

Una sesión individual de Inteligencia Sistémica es paradójicamente una manera sencilla de trabajar asuntos complejos. Una clave está en la calidad de empatía y de relación del profesional de la ayuda con el cliente. Cuando esa calidad existe, el cliente se puede dar permiso para llegar hasta donde nunca había llegado antes.

He tenido clientes de más de sesenta y cinco años que han podido expresar: “¡por fin!” hechos fuertes vividos y sufridos que hasta entonces los habían mantenido en el más estricto silencio, encerrados a cal y canto en lo más hondo de su ser. Una vez dichos y puestos al descubierto, la transformación inmediata de su cara no tiene precio.

Esto confirma la frase de Erwin Schrödinger, Premio Nobel de Física en 1933: ”Cuando tomamos consciencia de algo, se desvanece la función de onda”. Es decir, desaparece en nosotros la energía acoplada a dicha onda, implícita y generada por la emoción que generó aquel hecho traumático que, a modo de un tsunami, nos tragamos toda su impacto energético, lo somatizamos y albergamos toda esa energía agitadora en nuestras células, hasta el momento de arrancarlo de nuestro inconsciente y hacerlo consciente.

También completa nuestra comprensión la frase de Niels Bohr, Premio Nobel de Física en 1922: “Si observamos un punto específico, las otras posibilidades se desvanecen”. Es decir, cuando nos quedamos emocionalmente enganchados en algo (por ejemplo, en el dolor de haber perdido a mi madre siendo yo bebé), lo que ocurre inconscientemente, las otras infinitas posibilidades que tenemos se desvanecen en nosotros hasta que somos capaces de abrir la puerta y dejar pasar toda esa energía acumulada en nuestro inconsciente al consciente.

Una sesión individual de Inteligencia Sistémica va directamente al grano sin necesitar grandes recursos. Los más corrientes son muñecos o papeles en el suelo. Saben lo que no está escrito.

Una sesión individual de Inteligencia Sistémica se caracteriza también por su gran adaptabilidad a las necesidades del cliente en cuanto a lugar, fecha y horario; además, puede realizarse telefónicamente.

Trabajando con un colectivo especialmente difícil, recuerdo su desconfianza inicial hacia mí. Hubo un grupo de tres hombres que decidieron asistir juntos a una sesión. Les pregunté si alguno de ellos tenía algún inconveniente, dada la información confidencial personal que previsiblemente podía surgir. Cada uno de ellos afirmó no estar preocupado por ello. Acepté trabajar con los tres.

En la primera sesión, trabajó uno de ellos su caso con la asistencia de los otros dos. En la segunda, otro. El tercero se mantenía al margen. Pasó un tiempo. Y un día apareció; había decidido trabajar solo. Quería trabajar su rabia, la cual le había hecho perder trabajos y cometer actos fuera de norma. Utilizamos muñecos. Después de hacerle un comentario sobre la imagen tridimensional construida, se quedó inmóvil, en silencio y con la mirada fija durante unos diez minutos en dos de ellos. Después, me miró, y dijo: ”Ya no necesito más. Es suficiente. Gracias”. Claramente emocionado, se levantó y se fue.

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¿Cómo librarme de las memorias que me hacen sufrir?

Los ordenadores contienen archivos y programas. Algunos tienen errores y virus. Mediante el formateado se limpian. Cuando compramos un ordenador de última generación, volcamos toda la información del antiguo al nuevo, y formateamos para evitar que los errores y virus existentes en aquel pasen y dificulten el funcionamiento del nuevo ordenador.

Los seres humanos también llevamos memorias y programas en nosotros. Las primeras proceden de nuestra propia experiencia y de las generaciones que nos han precedido.

Nuestros programas tienen nombres diversos: lealtades, mandatos, patrones de comportamiento, creencias, herencias. Parte de estas memorias y programas contienen errores, virus, limitaciones, órdenes, legados tóxicos o como queramos llamarlos, que nos complican y dificultan la existencia. Sabemos que están ahí porque algo en nosotros no va del todo bien. ¿Podemos limpiarnos de ellos?

Un paréntesis para repasar algunas historias.

En su libro autobiográfico “El secreto”, Philippe Grimbert nos cuenta su alta sensibilidad a pequeños detalles y sus fuertes reacciones a hechos que de entrada desconocía el significado. Sólo más tarde, al ir tirando del hilo y deshaciendo los nudos del ovillo con su paciente búsqueda, logra reconstruir la historia que explica y da sentido al misterio que ha impregnado una gran parte de su vida.

El neuropsiquiatra Boris Cyrulnik ha necesitado 69 años para reconstituir el puzzle de su vida y escribir su último libro “Sauve-toi, la vie t´appelle“, desde aquella noche en la que fue detenido por dos hombres armados que rodeaban su cama, con 6 años y con sus padres ya deportados. Transcribo algunas de sus frases:

«Cuando la memoria es sana, una representación de mí coherente y sosegada se construye en mí y explica la forma de vivir que me permite ser feliz y planificar mis acciones futuras”.

“Una memoria traumática no permite construir una representación mía que me da seguridad porque su evocación hace llegar de nuevo a mi conciencia la imagen del choque. Esta desgarradura congela en mí la imagen pasada y ensombrece mi pensamiento. Cuando la desgarradura me anula porque es demasiado intensa o porque estoy fragilizado por heridas anteriores, permanezco atontado, en agonía psíquica”.

“Una memoria traumática es intrusiva. Se impone y se adueña de nuestra alma. Prisioneros del pasado, volvemos a ver sin cesar las imágenes insoportables que, en la noche, pueblan nuestras pesadillas. La más pequeña banalidad de la vida despierta el desgarro: ”La nieve navideña en la montaña me trae a mí la imagen de los cadáveres helados de Auschwitz”, dice el superviviente”.

“La memoria traumática es una alerta constante para un niño herido: cuando es maltratado, adquiere una vigilancia helada y continúa sobresaltándose al mínimo ruido. Poseído por la desgracia pasada y fascinado por la imagen de horror instalada en su memoria, el herido se aleja del mundo que le rodea. Parece ido, indiferente, embotado, mientras su mundo íntimo hierve”.

“Cuando se ha vivido una experiencia traumática, un circuito de memoria queda impreso en nosotros. Nos hacemos hipersensibles a un tipo de información que, en lo sucesivo, percibimos con más agudeza que los otros. Los niños maltratados perciben más fácilmente la menor señal que puede anunciar el maltrato: una mandíbula ligeramente crispada, una mirada de pronto fija, un minúsculo ceño de cejas previo a un acto violento, etc. Así, constituimos “nuestro mundo escondido”. Alguien que jamás haya vivido esta experiencia dirá que son imaginaciones”.

“La memoria traumática altera la manera de entrar en relación. Para sufrir menos, el herido evita los lugares donde sufrió el trauma, las situaciones y objetos que podrían evocarlo y se impide pronunciar las palabras que pueden despertar la herida. No es fácil cotejarse con este herido mudo que habiendo enquistado su sufrimiento, se impide exteriorizar sus emociones. No busca comprender ni hacerse comprender. Se siente solo y excluido de lo humano”.

“La memoria traumática está soportada por una imagen clara sorprendentemente precisa, rodeada de percepciones borrosas, una certeza envuelta de creencias. Pero este tipo de memoria no es inexorable, aunque esté su traza en el cerebro. Evoluciona según los encuentros que obligan al cerebro a reaccionar diferentemente. Cuando el medio cambia, el organismo estimulado de otra manera secreta otras substancias”.

“Todo trauma modifica el funcionamiento cerebral. No todos reaccionamos de la misma manera ante un mismo hecho. Depende de nuestro estado anterior al suceso. Si un niño ha recibido un afecto seguro en sus inicios, el sentimiento de seguridad que se deriva de ello, impide que la memoria visual imponga sus imágenes de horror y se apodere de su mundo íntimo. Si además, puede hacerse una representación verbal de lo sucedido y encontrar a alguien para explicárselo, esta aptitud para verbalizar facilita también su dominio emocional. Todo niño con estas dos corazas protectoras se verá menos afectado al recibir el impacto traumatizante”.

“Los traumatizados tienen una clara memoria de imágenes y una mala memoria de palabras”.

Lo que nos deja todo esto…

Las frases seleccionadas del magnífico libro de Boris Cyrulnik nos muestran con una gran claridad las consecuencias de albergar en nosotros memorias generadas por hechos traumáticos vividos que nos complican la existencia.

Las experiencias pasadas propias y heredadas, traumáticas o no, al quedarse en nosotros en forma de memorias y programas, influencian inconscientemente nuestras percepciones, pensamientos, actitudes, acciones, vida y destino.

El afecto seguro, tomado principalmente de nuestros padres y la aptitud para verbalizar lo sucedido, son dos escudos protectores previos que suavizan el impacto emocional de un hecho hiriente.

¿Para qué asistir a un taller de Inteligencia Sistémica?

Cada uno de nosotros somos únicos por las distintas herencias recibidas y por las diversas experiencias vividas en vida. Algunas de ellas nos dan fuerza y nos potencian. Otras nos debilitan, nos limitan y nos pesan como una losa. Aunque no somos conscientes de que las llevamos, hay síntomas reveladores de su existencia: una enfermedad, una adicción, un estallido o un bloqueo emocional repetitivo, dificultades laborales, económicas y relacionales persistentes, falta de energía y de atención, acciones realizadas inesperadas no deseadas, etc.

Los talleres de Inteligencia Sistémica ayudan a explorar estas situaciones difíciles, a detectar sus causas y dinámicas, hacerlas visibles y comprensibles, dar los impulsos necesarios y construir las bases de solución para estar mejor con nosotros mismos, y por ende, con los demás.

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