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Recursos para la satisfacción personal.

¿Confías en quien no conoces? NO.

¿Cuando llegas a conocer, te resulta más sencillo confiar? SÍ.

Depositando la confianza en alguien más te sientes más seguro? SÍ. 

De acuerdo, entonces podríamos afirmar que la confianza está absolutamente ligada al conocimiento y ambos a la seguridad.

Poniéndolo en primera persona, podríamos preguntar lo mismo:

¿Confías en ti? ¿Te conoces lo suficiente? ¿Vas por la vida siendo tú mismo o llevas máscaras cada vez que crees que “tu yo disfrazado” siempre estará más a la altura y te dará más seguridad que ”tu yo en estado puro”?

La cuestión es ser o parecer.

Rara vez nos detenemos a pensar cómo somos de auténticos en cada situación, con cada persona o en cada entorno social. Somos así, “como mejor nos sale”, y no presionamos ningún botón para que se active alguna de nuestras máscaras; simplemente fluye, como si fuera un mecanismo de acción necesario cuando entendemos que ser “tal cual somos” no es la mejor opción para ser aceptados… o, mejor dicho, para no ser rechazados.

Es difícil tomar conciencia de cuándo nuestro ego toma el control, salvo en los casos en los que padecemos las consecuencias de convertirnos en alguien muy distinto a nuestro ser esencial, por una cuestión de mera conveniencia y por una falta total de autoconfianza.

Piensa si no: ¿cuántas veces, en una entrevista de trabajo, ofreces respuestas de manual porque no confías en las tuyas?, ¿cuántas te has quedado en silencio para evitar el conflicto?, ¿cuántas otras, en una relación de pareja, eliges callar porque temes el abandono?; ¿en cuántas ocasiones, para agradar a alguien, finges ser lo que no eres, exageras facetas de tu personalidad o persigues algo que, si lo piensas bien, te da igual?

Tu meta no puede estar en la conquista de algo tan efímero como un mejor trabajo o una relación sin sobresaltos. No quieres realmente posicionarte o permanecer en un lugar sólo por lograr el reconocimiento, la aceptación y/o la admiración de los demás. ¿Acaso lograrlo te hará más feliz?

¿Sabes lo que buscas realmente? ¿A dónde y por qué quieres llegar? ¿Te lo has preguntado alguna vez?

Creamos lo que creemos.

Y tal vez por eso nos refugiamos en el ego, confiamos en él y dejamos que actúe por nosotros.

Todos creamos una realidad de lo que nos rodea y de nosotros mismos y actuamos según esas creencias inconscientes que tienen que ver con mandatos o patrones mentales. En muchos casos representan limitaciones que nos dejan siempre en el umbral de todo nuestro potencial intrínseco. Allí están instalados todos los “no puedo”, “no sé”, “esto no es para mí”, “no me quieren”, “no me lo merezco”, “esto es demasiado”, “tal vez en otra vida”, etc.

A muchas personas no les interesa lo que ven, sino cómo lo ven. Y así, se vuelcan hacia una carrera por la apariencia. Etiquetan y quieren ser etiquetados; quieren pertenecer. Porque ese sentido de pertenencia, culturalmente, significa haber sido aceptado, haber logrado un status que les posiciona ante la mirada de los demás como creen ser. Es un círculo vicioso, en el que terminan siendo parte del mismo sistema social y cultural que infinita e incansablemente critican.

Si no somos capaces de ver con claridad lo que realmente queremos y hacia dónde vamos, nos terminamos perdiendo tras las máscaras y alejándonos de nuestro SER y de nuestros auténticos dones y talentos. Y así es como nos volvemos inseguros, nos da miedo cambiar, cometer errores y asumir compromisos o responsabilidades, entre otras cosas.

Quien no se conoce, difícilmente se ama, evoluciona, cambia o descubre.

Tipos de inteligencia y talento. (Descubre tus talentos).

¿Se nace con talento o se hace? Si estamos convencidos de que se trata de algo innato, nos hemos predeterminado y ya no podemos hacer nada. Es inútil intentar cultivarlo y potenciarlo. De una u otra forma, nos hemos dictado sentencia y condena para permanecer en la jaula de nuestros pensamientos limitados.

Los últimos avances en diversos campos científicos indican que, independientemente del talento, inteligencia y recursos que tengamos al nacer, podemos hacer muchas cosas para disfrutar de nuestra existencia, y contribuir a que los demás también la gocen. Sea cual sea ese punto de partida del viaje de nuestra vida, es posible disfrutar de su recorrido, asombrarnos de nuestros descubrimientos y crecer como personas. 

Howard Gardner encontró en 1983, ocho inteligencias entre las personas:

  1. Lingüístico-Verbal
  2. Lógica-Matemática
  3. Visual-Espacial
  4. Musical
  5. Corporal-Cinestésica
  6. Intrapersonal
  7. Interpersonal
  8. Naturalista

Sin dudarlo, me permito añadir dos tipos de inteligencia más:

  1. Sistémica
  2. Espiritual
Estas capacidades de entender, relacionarnos y adaptarnos al mundo que nos rodea, son distintas y en parte dependientes. La inteligencia de cada persona es una combinación de ellas en determinados subconjuntos y en proporciones muy distintas.

Estas diferencias desafían al sistema educativo basado en la idea que todos pueden aprender las mismas materias del mismo modo y que basta con una medida uniforme y universal para poner a prueba el aprendizaje de los alumnos. Las actividades de la escuela deberían dejar de girar en torno a las dos primeras inteligencias, como ocurre hoy. Si no aprenden igual, tampoco se les puede enseñar de la misma manera.

Cada individuo es una combinación particular de inteligencias.

Y no sólo se diferencian en la intensidad, sino también en el cómo recurren a ellas y las combinan para llevar a cabo diferentes labores, solucionar problemas y progresar en distintos ámbitos.

De sobra sabemos que para desenvolverse en la vida, no basta con tener un gran currículum académico. De hecho, en cada campo se utiliza un tipo de inteligencia distinto. Albert Einstein no es más ni menos inteligente que Miguel de Cervantes, Gaudí, Mozart, Michael Jordan, Nelson Mandela o Steve Jobs. Sus inteligencias son diferentes. Todos tenemos inteligencia, aunque no tengamos inteligencia para todo.

Creamos lo que creemos.

Toda inteligencia tiene una parte innata y una parte que se puede desarrollar. Ahora bien, para que nuestra inteligencia y nuestro talento puedan desarrollarse, florecer y expresarse, necesitan de la pasión, del placer y de la energía. Todo ello nos impulsa al esfuerzo sin esfuerzo, o al esfuerzo que nos permite alcanzar un gran resultado, a encontrar el apoyo de las personas adecuadas y a conseguir los recursos que necesitamos.

Ver tocar el piano a Arthur Rubinstein o cabalgar una ola al surfista Kelly Slater ayuda a comprender ese estado en el que todo fluye en atención y satisfacción plena.

Sin embargo, esas condiciones previas no se cumplen en muchos casos. Cuando nos falta pasión y energía, todo se nos hace pesado en vez de ligero y entonces, aunque hagamos grandes esfuerzos, conseguimos pocos resultados. Es un síntoma que nos dice que hay algo que debemos arreglar en nosotros ¿Cómo buscarlo y encontrarlo?

Las constelaciones sistémicas para descubrir y arreglarnos.

En un taller de constelaciones sistémicas, una joven:

Comentó: “Disfruto bailando y tocando el violín. Tengo dificultades para trabajar y vivir de ello. Ahora me estoy formando como terapeuta”.

Más adelante afirmó: «Mi padre y mi madre son artistas. Él no ha dejado ejercer de artista a mi madre porque es difícil ganarse la vida como tal. Mi padre ha trabajado como artista y no ha ganado dinero”.

 Y luego mencionó: «Mi padre está delicado de salud y, cuando yo era pequeña, me dijo: Cuando yo sea mayor, tú cuidarás de mí”.

Le sugerí entonces, que se colocara frente al representante de su padre y que le dijera: «Querido papá, yo cuidaré de ti, pero como tu hija, no como terapeuta. Dame tu fuerza y tu permiso para seguir mi camino, aunque dicho camino no sea el que tu quieres para mí”.

Al cabo de unos meses recibí un correo suyo. Se había convertido en la primera bailarina de un espectáculo en uno de los teatros de la ciudad.

Con frecuencia estamos inconscientemente enganchados a lealtades, mandatos y patrones ciegos, a creencias limitantes, a herencias tóxicas. No las vemos, pero nos condicionan. La señal de alarma salta cuando sentimos que algo hay.

Sólo a nosotros nos corresponde decidir y actuar. Descubrirlas y exponerlas a la luz es la mejor manera de soltarlas. Liberamos así nuestra energía allí bloqueada. La ponemos al servicio de nuestro talento. Ahora ya podemos fluir.

Libera tu talento y fluye con la vida.

Cada uno tiene su propio talento e inteligencia. No obstante, tanto antes como después de nacer, pueden suceder hechos que impidan o dificulten que ese talento pueda desarrollarse, florecer y expresarse. Pero hoy, podemos remover ese impedimento o dificultad. Sólo necesitamos aprender el significado de su mensaje.

Al efecto, la Inteligencia Sistémica nos ayuda a:

  • Detectar estos mensajes implícitos en los síntomas de que algo limita la libre expresión de nuestro talento.
  • Superar esas barreras sutiles y no siempre visibles.
  • Fluir y disfrutar.
  • Conseguir los mejores resultados con el menor esfuerzo.

Ciertamente, es una de las herramientas más potentes y eficaces que hay para lograr el bienestar, el equilibrio y fuerza interior de las personas y de los sistemas familiares, laborales y organizacionales a los que pertenecen.

Viajar con Inteligencia Sistémica es entrenarse en actitudes positivas hacia la exploración, el autoconocimiento y el fortalecimiento interior de uno mismo.

El efecto de nuestros pensamientos.

Los artículos anteriores permitieron comprender que la conexión entre nuestro cuerpo y nuestros pensamientos, creencias y emociones, se produce a través de la energía a distintos niveles de condensación y frecuencia. Todo ello, nos abre otras maneras de ver la enfermedad y nos advierte sobre cómo sanarla. En este artículo y siguientes, seguimos centrando la atención en hechos que nos amplían esta comprensión.

¿Hasta dónde puede llegar el efecto de nuestros pensamientos y creencias sobre nuestras enfermedades?

El doctor Joe Dispenza realizó un estudio sobre personas que experimentaron una remisión espontánea de enfermedades como el cáncer, la diabetes o raros trastornos genéticos para los cuales la medicina no tenía cura. Dicho estudio mostró que estas personas tenían en común los cuatro puntos siguientes:

1) Todas aceptaban y creían en la existencia de un orden y una inteligencia superior, esa que existe dentro de nosotros, esa que nos da vida a cada ser humano, ya sea feliz o infeliz, rico o pobre, santo o pecador, esa que se ocupa de todas nuestras funciones vitales, como la respiración, la digestión, la circulación sanguínea o la constante renovación de nuestras células, sin que tengamos que ocuparnos conscientemente de ellas. “El poder conectarme con esta inteligencia superior ayudaría a mi curación, a convertirme en alguien diferente y daría vida a esa nueva persona distinta, fuera quien fuera”.

2) Todas creían que su modo de pensar y sentir había contribuido a su enfermedad. Aunque estuviese ligado a alguna vieja experiencia, tenían que cambiarlo. Para ello, se separaron de la gente y de las distracciones del entorno, del tiempo, de los sucesos, y dejaron que el pensamiento fuera más real que todo lo demás.

3) Para conseguir el objetivo del punto anterior, tenían que convertirse en otra persona. Cuando empezaron a pensar en quienes querían ser, vieron opciones diferentes a las que habían prevalecido durante los últimos años de su vida. Se plantearon preguntas poderosas. Se cuestionaron sus creencias. Su cerebro empezó a diseñar circuitos nuevos y nuevas conexiones. Así, empezaron a cambiar su manera de pensar.

4) Esas personas se reinventaron así mismas. Estaban tan absortas en ello que pasaban largos ratos (horas) sin tener noción del tiempo y del espacio (creían haber pasado unos pocos minutos). Al cambiar su mente y su forma de pensar, enviaron una nueva señal a las células de su cuerpo y se produjeron resultados tangibles en sus vidas.

Percibimos la realidad según la estructura de las conexiones neurológicas que hay en nuestro cerebro en cada momento. Lo fijado permanentemente en ella en forma de circuitos determinados hace que ya no tengamos que pensar en eso. Nuestro cerebro dispone, así, de programas automáticos que definen nuestra forma de pensar robotizada en toda nuestra vida. Pero esta estructura varía, a medida que la ampliamos con las conexiones adicionales que establecemos a partir del nuevo conocimiento que vamos adquiriendo. Si éste no es convencional, si se sale de lo que se suele aceptar como científica, social, política y religiosamente normal, a lo mejor podemos empezar a percibir la realidad de otra manera.

Tu pensamiento es más importante que tu entorno.

Estas personas que se curaron a sí mismas de sus enfermedades, independientemente de su cultura, credo, nivel de educación, sexo o religión, básicamente se dijeron:

“Voy a observar un resultado diferente y voy a aferrarme a esta observación, concepto, idea, moral, ética, visión o sueño. Independientemente de la reacción de mi cuerpo, de mi entorno y del tiempo, creo en ello. Y si mi entorno no está de acuerdo con mi pensamiento, mi pensamiento es más importante que mi entorno”. Posiblemente eso es lo que hicieron Gandhi, Martin Luther King, Madre Teresa o Nelson Mandela

Carlos Surroca utiliza y aplica la Inteligencia Sistémica para detectar, desbloquear atascos emocionales, vencer limitaciones, esclarecer motivaciones y clarificar los caminos a seguir en su trabajo de acompañamiento individual a personas, líderes, emprendedores, empresas, empresas familiares y organizaciones.

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