Coaching para Músicos: 5 prácticas para superar el miedo escénico.

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Coaching para Músicos.

5 prácticas para superar el miedo escénico.

Un entrenamiento completo para que disfrutes delante del público.

Estoy segura de que quieres sentir confianza y disfrutar en el escenario. Eres bueno: lo que haces lo haces bien, muy bien. Quieres que te vean, que te reconozcan, que te paguen por ello. Te hace feliz que otros disfruten con lo que haces o con lo que enseñas. Sabes que tienes algo único para compartir. Y quieres darlo.

¿Por qué te quedas paralizado? ¿Qué cable se suelta dentro de ti en ese momento? ¿Cómo puedes volver a conectarlo? ¿Qué hechizo se activa cuando estás delante de toda esa gente y las manos no te responden, se te agita la respiración, tu mirada se nubla y entras en un túnel en el que no percibes nada (sólo tu miedo)? ¿Se puede salir de ese túnel?

El miedo escénico o ansiedad escénica es un trastorno que altera tu percepción y tu funcionamiento en situaciones en las que crees que lo que haces o tú mismo vais a ser juzgados. Es una reacción desproporcionada, desajustada y poco funcional. Yo he sentido miedo -pavor, diría- cantando en un curso, entre compañeros y amigos. Para ti puede ser una oposición, una exposición en público o una conversación comprometida.

El miedo puede ser previsible si no conoces la materia o no tienes las herramientas necesarias. Pero si eres músico, es más normal que te hundas por exceso de preparación, unas expectativas no realistas o el miedo al error y sus consecuencias.

Fantasía versus realidad.

Continuamente proyectamos catástrofes concretas o terrores ambiguos que vivimos como una realidad dentro de nosotros. Nos catapultamos hacia el futuro o nos quedamos pillados en el pasado, siempre fuera del momento actual. Nuestra mente se dispara y se desata una tormenta corporal. ¿Alguna vez has sentido que sales de tu cuerpo, que estás helado, sudas y no ves como volver? ¿Que te traga un agujero? Una violinista me lo describió así: “Subo al escenario y entro en un túnel. Toco y no sé lo que está pasando. Sólo quiero acabar cuanto antes. Cuando termino no tengo ni idea de lo que he hecho”.

Cuando eso pasa estás vendido. Además de miedo puedes sentir cabreo y frustración, tristeza, apatía, un bajón de energía importante y muchas dudas.

En el caso de los músicos o de aquellos que se enfrentan a un público tras mucho esfuerzo y preparación, hay una tensión entre la fantasía y la realidad que puede ser paralizante. Pensamos que la preparación exhaustiva es garantía de perfección y la perfección garantía de control. Tú ya sabes que la perfección y el control absoluto no existen. Lo sabes intelectualmente. Sin embargo, ¿sabes cómo lidiar con la realidad de exponerte ante otros en toda su crudeza?

  • La realidad es imprevisible. Te preparas porque es lo que tienes que hacer, pero la preparación no garantiza el éxito.
  • La realidad es incontrolable. Lo que tú tienes es la capacidad de actuar y responder.
  • La realidad es inestable e incierta. Del mismo modo que lo eres tú.

Si reconocieses en ti sensaciones como la estabilidad, la apertura, la flexibilidad o la dirección sabrías cómo encontrar apoyo en la incertidumbre.

Sólo entender no es suficiente.

Por muchas vueltas que le des, el encuentro con la realidad al subirte a un escenario y mostrarte ante el público es algo físico.

El cuerpo es tu gran aliado en este encuentro con la realidad. Te cuenta lo que está pasando aquí y ahora. Un gran descubrimiento es cuando te das cuenta de que lo que te cuenta tu mente -cuando se dispara- puede no coincidir en absoluto con lo que te cuenta tu cuerpo.

Yo tuve un antes y un después en mi historia con la ansiedad hace unos años. A oscuras en una habitación, sin saber donde estaba, ni con cuantas personas ni durante cuanto tiempo iba a estar allí tuve un instante de lucidez en el que vi que mi mente empezaba a entrar en pánico pero mi cuerpo estaba tranquilo: “Respiro, estoy cómodamente sentada, nada malo pasa alrededor, estoy segura, estoy bien”. Después he tenido esta experiencia muchas veces.

Esta certeza física es sorprendente. Si la exploras llegas a percibir tu cuerpo con mucha claridad. Te conviertes en un gran órgano de percepción y tomas mediciones más realistas acerca de lo que sucede en ti, en el escenario y a tu alrededor. Ganas auto-control. Ganas conexión. Es mucho más fácil manejar la incertidumbre.

Este es un buen momento para revisar tu archivo de creencias, juicios y expectativas. La indagación y el análisis tienen ahora mucho más sentido. Son más efectivos porque se apoyan en una experiencia sensorial y van seguidos de una acción práctica que refuerza esa experiencia positiva.

La transformación definitiva llegará a través de la acción. El auto-control y la capacidad de dirigir tu energía física te darán mucha claridad. Llevado a un escenario podrás sentir lo que necesitas hacer en ese momento y sabrás cómo hacerlo. Te adentrarás en un estado que se asemeja a un estado de flujo, en el que la conexión contigo, con tu instrumento, con la música y con los demás será total. 

Cinco prácticas que te preparan para superar tu miedo escénico:
  1. Siente tu miedo. El miedo lo puedes sentir en tu cuerpo. Si te paras un momento y cierras los ojos, puedes describir dónde está y cómo lo sientes. La experiencia demuestra que en el momento en que prestas atención a las señales, estas se suavizan y cambian en algo diferente.
  2. Nombra tu miedo. El miedo tiene mil caras pero no todas son tuyas ni todas te tocan por igual. Apenas un par de ellas te encogen hasta la última fibra. Ponle nombre. Ponle cara. Míralo de frente con todo tu respeto, de igual a igual.
  3. Sostén la intensidad emocional. Una buena conexión con tu cuerpo te dará la fortaleza física y estabilidad mental necesarias para sostenerte en la incertidumbre y la exposición.
  4. Ponte a dieta. Mira a ver de qué te alimentas física, mental y espiritualmente y toma decisiones para comer de lo que te da fuerza y cortar con lo que te la quita.
  5. Atraviesa el miedo. El miedo no se lucha, ni se vence. El miedo se atraviesa. Es un viaje de transformación. Especialmente en los momentos en los que quieres que todo acabe cuanto antes, abrázate con fuerza y sigue tu camino.
Una preparación integral para lograr confianza ante el público.

Si vives algo parecido, una buena preparación para tocar en el escenario te ayudará. A continuación comparto contigo cinco puntos clave que, en mi experiencia, transformarán tu miedo en oportunidad, por increíble que parezca:

  1. Rompe el tabú. Hablar de ello no te hace menos profesional. Al contrario, te convierte en un profesional que se ocupa de su crecimiento y su carrera.
  2. Encuentra ayuda. Igual que buscas un maestro para crecer musicalmente, busca un profesional que te enseñe a fortalecer tus otras capacidades: consciencia corporal, concentración, comunicación, organización, presencia escénica, etcétera.
  3. Crea tu fórmula. No existen recetas que valgan para todos ni la tecla que lo resuelva todo. Tienes que armar tu propio puzzle: conocer tus piezas, montar y desmontar, probar encajes, desarrollar tu propio criterio.
  4. Actúa. Hablar, analizar, reflexionar, leer pueden ser un punto de partida. Pero si no lo pones en practica, esa información puede paralizarte. Es en la práctica donde armas el puzzle (y donde sientes que te la juegas).
  5. Fúndete a tu cuerpo. El gran olvidado será en esto tu gran aliado. La confianza, la expansión y el estado de flujo son, en primer lugar, estados corporales.

Este entrenamiento profesional para músicos combina la Técnica Alexander y el Coaching Ontológico con una intuición muy certera acerca de lo que es tu tema y tu plan de desarrollo profesional.

¿Puedes salir de este túnel? Puedes. Saldrás tan fortalecido que disfrutar en el escenario dejará de ser algo con lo que sueñas y la confianza ante el público dejará de ser un acto de fe: “He estudiado, me he preparado, debería funcionar, tiene que ir bien”. Ahora confías y disfrutas porque sabes todo lo que supone subirse a un escenario, ser visto y dejarte ser y hacer.

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Conviértete en observador de tus patrones corporales y mentales.

A diario nos movemos entre realidades conocidas: los lugares en los que vivimos, las personas que frecuentamos, los trabajos que hacemos, etc. Estas rutinas muchas veces se vuelven monótonas y agotadoras. Podemos dejarnos abrazar por ellas o encontrar formas de innovar para soslayarlas, que nos permitan sentirnos mejor en la relación con nosotros mismos, con los demás y con lo que hacemos.

Al final, la vida son relaciones. De hecho, es a partir de la relación con nuestro cuerpo, con nuestro entorno, con los otros, con lo que pensamos y sentimos, con el pasado y con el porvenir, que vamos construyendo experiencias, y sobre ellas y nuestras interpretaciones de las mismas, vamos aprendiendo. Es así como se establecen patrones en nuestro sistema nervioso que tienen su lado bueno, pues nos ahorran energía y nos libera la atención para nuevos aprendizajes; y su lado menos bueno, pues nos lleva a vivir en “piloto automático”. Estado que nos acerca a la monotonía y nos aleja de la innovación.

Ahora bien, hablamos de monotonía, pero ¿a qué nos referimos exactamente? En cierta forma, lo anticipábamos en el párrafo anterior. Los momentos piloto automático son los que nos empujan a vivir -y a veces a padecer- la monotonía. Es decir, dentro de nuestras rutinas, llegamos a convivir con cuestiones que, aunque nos incomodan, terminamos por acostumbrarnos. Los ejemplos son infinitos. Desde convivir con un dolor crónico producto de una postura inadecuada; aliarnos con un estado de rabia casi permanente producto de arrastrar un conflicto laboral, y hasta zanjar una discusión producto de no encontrar la forma correcta de decir lo que queremos decir.

Monotonía, siempre lo mismo. Lo mismo conocido y, por eso, tal vez no tan malo; así concluimos. No obstante, ¿qué hay de la innovación?

¿Qué pasaría si no fuera tan difícil liberarnos de ese dolor, resolver ese conflicto o encontrar argumentos sólidos más conectados con nosotros y con lo que queremos decir -independientemente de con quién tengamos que hacerlo-?

Veamos una cosa antes de continuar. Debemos saber que para cambiar y/o innovar, necesitamos conocer exactamente hacia dónde dirigimos nuestra atención. Considerando las hipótesis, es posible que estemos centrados en el dolor, pero no en qué lo produce; es posible que pongamos el foco en el colega y en el conflicto, pero no en la forma en la que nos afecta o en una solución. Más aún, cuando decidimos abandonar una discusión, probablemente escuchábamos para responder, en vez de para comprender. Entonces, lo que quizás no nos hayamos planteado nunca, es que hay maneras de entrenar la atención y dirigirla hacia “un fin en movimiento”: desmontar el piloto automático y encontrar nuevas maneras de hacer y de Ser. Esto es lo que nos permite la Técnica Alexander (TA); salir de nuestros automatismos a través del control consciente del movimiento.

Lo que hace la Técnica Alexander es desarrollar y fortalecer un entrenamiento físico y mental que ancla la atención en el cuerpo, fortalece nuestro auto-control y afianza nuestra dirección hacia un propósito determinado. Curiosamente, justo porque hablamos de control podemos hablar también de libertad: la libertad de saber romper patrones cuando quedaron obsoletos; la libertad de innovar con nuevas y mejores maneras de hacer.

Ahora bien, para hacer ese “puente” entre las respuestas corporales -la tensión muscular, el desequilibrio o la falta de energía- con las creencias que las sostienen, María de Marcos fusiona la Técnica Alexander con el Coaching Ontológico. Así, el cerebro analítico puede contrastar sus creencias con la sabiduría e intuición que emanan de otras partes del ser y aprender a confiar, apoyándose en experiencias reales. Veamos un caso real.

Carla llegó a las clases de Técnica Alexander buscando seguridad en sí misma. El segundo día, llegó sin dormir: había pasado la noche dando vueltas al machaque diario que recibía de su jefa. Físicamente, le dolía el estómago, estaba cerrada y encogida. Estaba convencida que todo aquello era su culpa.

Nuestra especialista le preguntó que necesitaba en ese momento: “tranquilizarme”. Y así, empezaron a trabajar juntas para ver cómo estaba manejando Carla su atención.

Carla podía notar que estaba totalmente fuera de sí: su atención estaba puesta en la situación laboral y en su jefa. Gracias a las sensaciones físicas que llegaban a través del contacto y del movimiento, el presente empezó a abrirse paso en la mente de Carla. Cuando esto ocurría ella tomaba conciencia de lo que pasaba en su cuerpo y la vivencia cambiaba de un estado de ansiedad a un estado de calma progresiva.

Al cabo de varios ejercicios, Carla empezó a registrar experiencias corporales distintas: la tensión se transformó en expansión, el encogimiento en apertura y el estar en vilo en un buen apoyo. Sobre esa diferencia, aprendió a construir un criterio de lo que en ese momento era bueno y necesario para ella y lo que no. También descubrió algo curioso: cuando María tomaba una de sus piernas para movérselas, a Carla le resultaba imposible no ayudar, aunque esto le provocara más tensión. María le pidió que focalizara su intención -precisamente- en no ayudar. Y Carla se dejó ir.

¿Por qué Carla estaba volcada en ayudar? ¿Para qué se anticipaba a lo que, según ella, iba a pasar? ¿Esto le pasaba sólo en su trabajo o también en entorno familiar, en su vida? Fuera de la infinidad de analogías que podríamos recrear, el momento para Carla fue revelador porque entendió que si podía dirigir voluntariamente su atención, podía parar sus automatismos y mantenerse enfocada en lo que era bueno para ella y para la situación. Podía ganar un espacio interno precioso para decidir qué hacer a continuación.

Sólo 45 minutos combinando el Coaching Ontológico y la Técnica Alexander, habían resultado en un contundente aprendizaje de auto-regulación y auto-control en acción.

Lo que sucedió durante esa sesión, ayudó a Carla a tomar distancia, a revisar su papel en la situación y a ver nuevas alternativas de acción.

Uno de los beneficios más importantes del desarrollo del control consciente de las reacciones, como lo fue para Carla, es que las capacidades que se desarrollan son transferibles a todas las situaciones vitales. La atención dirigida, el autocontrol y la autorregulación nos permiten revisar nuestros juicios e interpretaciones, gestionar nuestras reacciones y conductas, mantenernos flexibles frente a la incertidumbre laboral o, incluso, frente al duelo por la pérdida de una relación o el miedo a estar solos.

“El movimiento es de dentro hacia fuera; es hacer para Ser; es un pulso vital sencillo; es el fluir del Ser en relación con la vida. Tu postura es el reflejo de tu movimiento por la vida”. María de Marcos

Pasamos más tiempo frente a pantallas que frente a otras personas.

El recientemente fallecido sociólogo polaco Zygmunt Bauman, creador del concepto de la modernidad líquida, nos ha dejado grandes conceptos y uno de ellos supone un estupendo punto de partida para este artículo:

“El viejo límite sagrado entre el horario laboral y el tiempo personal ha desaparecido. Estamos permanentemente disponibles, siempre en el puesto de trabajo”.

Hemos llegado a un punto en el que pasamos más tiempo frente a pantallas que frente a otras personas y eso tiene efectos nocivos en todos los aspectos de nuestras vidas. Algunos los notamos inmediatamente, pero la velocidad con la que suceden las cosas hace que nos acomodemos a ello -como sea- y sigamos adelante. Efectivamente, la sociedad actual se caracteriza por la aceleración, la inmediatez, la dispersión y la multitarea. En consecuencia, nos hemos vuelto personas estresadas, ansiosas, dispersas, con prioridades confusas, y con relaciones fugaces y livianas. Incluso la relación con nosotros mismos se ha vuelto esporádica y ha perdido profundidad, producto del abuso en vez del buen uso de las tecnologías.

No obstante, en medio de esa aceleración, continuamos lidiando con todo. Adaptándonos a la realidad, trabajando cada vez más horas, restringiendo cada vez más los espacios personales, anestesiando las molestias con un químico, respondiendo a todos y a todas y estando siempre disponibles. Decir que “no” casi ha dejado de ser una opción. La hiperconexión, esa trampa en la que la mayoría de nosotros hemos caído, nos exige estar disponibles por todos los medios 24×7. ¿Lo paradójico de todo esto? En cierta forma, la tecnología no nos permite estar ausentes, pero tampoco nos permite estar presentes.

Todos sabemos que el crecimiento de la tecnología ha sido exponencial y nos ha simplificado la vida en muchos aspectos. Por ejemplo, nos permite trabajar desde lugares remotos, consultar información, datos y noticias en tiempo real y un sinfín de etcéteras. Pero, como había dicho párrafos antes, hemos caído en sus trampas. Efectivamente, esa omnipresencia tecnológica ha invadido -sin mucha gradualidad-, todos nuestros espacios: la oficina, la cena con la familia, con amigos, los viajes en coche, etc.

No podemos ignorar que todo esto ha deteriorado nuestra capacidad de atención, de diálogo y de escucha y, físicamente hablando, nos ha multiplicado las contracturas, las molestias y las tensiones musculares.

En este sentido, una nota publicada en el suplemento de salud del diario El Mundo en Abril de este año, señala al Text Neck como la epidemia que sufrirá todo el mundo por el uso excesivo del móvil. Definido por el quiropráctico Dean L. Fishman, este trastorno supone un cuadro de síntomas músculo-esqueléticos detectados tras el uso prolongado de dispositivos móviles que fuerzan a la columna cervical a adoptar una postura patomecánica o lesiva. Lo curioso (o no tanto) es que según el último informe de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), cada persona pasa de media 33 horas semanales con sus ojos pegados a la pantalla de sus dispositivos móviles inteligentes, superando diariamente las 150 interacciones.

Ahora bien, tanta conexión, tanta ausencia, tanta presencia, tanta atención y desatención, ¿cómo lo gestionamos para que no se convierta en una pesadilla?

Srikumar Rao, señala en su libro Happiness at work: “El mayor obstáculo para tu felicidad es tu creencia de que eres prisionero de las circunstancias”. Dicho de otra forma, está claro que no podemos hacer nada para cambiar esa realidad (ni ninguna otra), aunque sí podemos intervenir en nuestra forma de reaccionar y relacionarnos con ella. Es en este sentido que nuestra especialista, María de Marcos, nos propone hacernos cargo y recuperar la magia del instante, del momento presente, del mientras tanto. De conectarnos más con nosotros mismos, con nuestro cuerpo, con nuestras emociones y con lo que nos rodea.

Tomar conciencia del impacto que las nuevas tecnologías tienen sobre nuestra salud corporal, mental, emocional, social y profesional, supone un primer paso para aprender a gestionar todo ello de manera concreta.

Esa el la propuesta de María, que nos invita a ser observadores de nuestros patrones corporales y mentales. Seguidamente, nos enseña a desarrollar hábitos saludables y sostenibles en el tiempo, y a incorporar en nuestro trabajo y cotidianeidad técnicas de re-educación psico-física.

Es necesario comprender que tenemos la capacidad de aprender a autogestionarnos para sentirnos bien. A diferencia de nuestros dispositivos electrónicos, cuando llegamos al final del día al mínimo de energía no podemos conectarnos a nada para recuperarla. Somos nosotros los que tenemos que aprender a administrar y recuperar nuestra energía para no acabar agotados y arrancar cada día con lo mínimo indispensable. Necesitamos dejar de estar sin estar y aprender a sumar calidad y presencia a cada momento que transcurre en medio de esta modernidad líquida.

Este curso nos permitirá, entre otras cosas:

  • Conectar con las necesidades del momento presente, incorporando un método para atenderlas con el menor esfuerzo físico y mental.
  • Gestionar las situaciones mientras ocurren. Reacción (automática) vs. Decisión (consciente).
  • Desarrollar una relación respetuosa y auténtica con uno mismo.
  • Aprender a generar respuestas creativas para hacer frente a las dificultades. Responsabilidad.

Vive con menos tensión. Maneja los ritmos. Optimiza el esfuerzo.

La empresa saludable entiende el bienestar como inversión.

En cierta forma, ya lo decía Richard Branson, el mundialmente reconocido empresario inglés: “Los clientes no son lo primero, lo primero son los empleados; si cuidas a tus empleados, ellos cuidarán de tus clientes”. Esta afirmación pone de manifiesto la importancia de considerar el bienestar laboral como una inversión en beneficio de todas las partes.

No obstante, aunque hay muchas empresas que han tomado diferentes medidas al respecto, otras siguen dejando estas intervenciones como asignaturas pendientes porque lo entienden como un coste añadido. En consecuencia, y paradójicamente, son las que tienen que hacer frente a altísimos costes para gestionar todos los daños colaterales que la falta de bienestar en el trabajo y, puntualmente los trastornos musculo-esqueléticos, trae aparejados y que mencionan numerosas estadísticas: absentismo y bajas laborales, disminución notable del rendimiento, motivación y compromiso de los trabajadores. Todo ello, sin contar la mala reputación empresarial que esa desatención supone.

Es un buen ejemplo para mencionar aquel dicho popular que señala que el remedio es peor que la enfermedad: la empresa que “ahorra” en acciones de bienestar y acaba gastando el doble (o más) para solventar las consecuencias del “ahorro” inicial. Y acto seguido, va otro ejemplo que podremos ver más familiar. Si nos ponemos a pensar por un momento, a todos, cuando tenemos o padecemos alguna molestia y/o dolor, nos resulta casi imposible concentrar la atención en otra cosa, pensar con claridad y/o motivarnos para hacer más y mejor. Lo cierto es que al no saber cómo gestionar ese malestar, terminamos apelando a la solución casi universal y poco feliz del calmante que “anestesia”, por un rato, aquello que no solucionamos de raíz.

Frente a esta situación recurrente de soluciones que no solucionan y que ocurren tanto a nivel macro (empresa) como micro (las personas), entra en juego la decisión crucial de las organizaciones para intervenir, por medio de acciones serias y de probada efectividad, en el bienestar de sus trabajadores. Acciones que apuntan a cuidarlos, a darles recursos y herramientas para que aprendan cómo mejorar su salud.

En este sentido, la Técnica Alexander se aplica como una solución integral para las personas dentro y fuera de la empresa porque les enseña a gestionar cuestiones íntimamente ligadas al aprovechamiento de la energía vital. Además, cuenta con probado éxito en la prevención de riesgos laborales por trastornos músculo-esqueléticos, ofreciendo excelentes resultados para los trabajadores en su salud postural, en la adquisición de nuevos hábitos saludables, en el autoconocimiento y en el desarrollo profesional.

Se trata de un proceso de reeducación corporal e integral que nos enseña, a partir de una auto-observación de nuestro cuerpo en acción, a regular el esfuerzo, mantener el foco y regenerar la energía.

Efectivamente, cuando cada uno comienza a darse cuenta de sus malos hábitos posturales, puede cambiarlos, eliminarlos y/o encontrar opciones nuevas, más óptimas y más funcionales. Así nos lo afirma nuestra especialista María de Marcos, que integra la Técnica Alexander y el Coaching Ontológico para trabajar en todas las dimensiones: corporal, mental y emocional.

Desde ese enfoque, trabaja cada día para enseñar a las personas a observar, comprender y optimizar la calidad de sus movimientos y entender el uso que cada uno hace de su cuerpo. Además, nos explica que esta técnica nos da herramientas y nos permite autonomía para que cada uno sea capaz de aplicarlas en su día a día, en cualquier ámbito y en todas las acciones; desde las más simples a las más complejas.

Veamos los beneficios que obtienen ambas partes:

Trabajadores:
  • Incorporar y sostener hábitos saludables, a partir de comprender cómo funciona su cuerpo y cómo hacer para que funcione con menos esfuerzo.
  • Incrementar la vitalidad y la energía.
  • Aprender a aplicar los principios del movimiento consciente en la cotidianeidad (estar de pie, sentado, caminar, trabajar con un ordenador o cargar pesos).
  • Entender cómo impactan las emociones y pensamientos sobre su cuerpo.
Empresas:
  • Disminuir bajas laborales.
  • Reducir el absentismo.
  • Obtener mayor vitalidad, rendimiento y compromiso de los trabajadores.
  • Conseguir que todos logren una mejora sustancial en su comunicación no verbal (cuestión vital en términos de negociación).
  • Mejorar notable y visiblemente la responsabilidad empresarial de cara al cliente interno y externo.

Hemos mencionado, entre uno de los beneficios, la mejora de la comunicación no verbal de los empleados en ámbitos de negociación. A propósito de ello, el creador de la técnica, Frederick M. Alexander señalaba que al ser el cuerpo y la mente una unidad indivisible, lo que impacte a la mente se reflejará en el cuerpo y viceversa. Si bien no es tan complejo imaginarnos cómo un estado de ánimo influye en nuestra postura corporal, nos cuesta imaginarlo al revés. Para representarlo, nada mejor que citar a nuestro sabio y queridísimo Charlie Brown:

Es curioso, pero casi nunca pensamos en cambiar la postura para cambiar el estado de ánimo. O, por lo menos, no lo hacíamos hasta que Amy Cuddy, una de las investigadoras de renombre internacional que más aportaciones y estudios científicos ha realizado en pos de la credibilidad del comportamiento no verbal, se interesó en estudiar la expresión no verbal del poder: gestos dominantes, abiertos, expansivos, etc., y su influencia en las emociones, sentimientos y fisiología de los demás y de nosotros mismos.

Cuddy y su equipo demostraron que el lenguaje no verbal influye sobre nosotros mismos. A su vez, afirman que nos recuperaremos realmente si “engañamos” a nuestras emociones negativas con una postura corporal amplia, abierta, expansiva y dominante incluso, aunque estemos tristes. Cuando nos hacemos “grandes” y/o nos expandimos, provocamos que nuestro cuerpo reaccione y nuestro estado mental cambie en respuesta a ello. Esta cuestión también es abordada y profundizada desde la Técnica Alexander.

Por todo lo que hemos venido diciendo, las empresas que toman la iniciativa de hacer lo mejor que pueden hacer por sus trabajadores aumentan cualitativa y positivamente su imagen de marca y reputación.

No obstante, esta inversión en bienestar como empresa saludable, también se traduce en mejor clima laboral, mayor rendimiento, claridad, creatividad y motivación de sus trabajadores.

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