Método Feldenkrais® para Fisioterapeutas: un abordaje sistémico para el tratamiento del dolor.

Ante la manifestación de dolor, los especialistas suelen recomendarnos fortalecer o dejar de fortalecer algún músculo, aunque sin certeza acerca de cuánto necesitamos hacer o dejar de hacer para encontrar un equilibrio. Así, en ocasiones acabamos por excedernos o por no alcanzar nunca el “ideal” y el dolor vuelve antes o después. En este sentido, una de las ideas centrales de Moshé Feldenkrais era “conseguir que la persona se mueva con el mínimo esfuerzo y la máxima eficacia, no a través del fortalecimiento muscular sino comprendiendo, de forma vivencial, cómo funciona”.

Es introduciendo estos conceptos de máxima eficacia y mínimo esfuerzo que el Método Feldenkrais® para fisioterapeutas, le permite al profesional optimizar los resultados de su intervención en el tratamiento del dolor del paciente y en su propia actuación como dentro del ámbito de la fisioterapia. Veamos por qué.

1. Mirada sistémica de la persona.

El Método le facilita desarrollar una visión que le permite ver que lo que se manifiesta o repercute en una zona particular y si está relacionado con otras partes de la persona que tienen un movimiento ineficaz o disfuncional. Por otra parte, aunque la fisioterapia cuenta con técnicas efectivas e indoloras, Feldenkrais es una técnica muy suave que permite abordar el problema de las personas sin que haya sufrimiento o dolor ni para el paciente ni para el profesional.

2. La relación con una acción.

Normalmente, aunque tengamos dolor en los hombros, el cuello o las piernas, esa molestia no es constante. En general, ese dolor está relacionado con una acción. Por ejemplo, el dolor de cuello aparece al ladear la cabeza o el de piernas al correr. Esto significa que existe una influencia mutua entre la función (correr) y la estructura (músculo). Partiendo de esta afirmación, la inquietud suele ser: ¿es la contractura en el músculo lo que impide correr bien o es que la técnica para correr hace que aparezca la contractura en el músculo?

Frente a esta dicotomía, la fisioterapia pone el foco en resolver la contractura de la estructura -músculo- con diversas técnicas efectivas de estiramiento, presión, ablande, etc. No obstante, lo que Feldenkrais plantea es que si no resolvemos la función -la técnica para correr-, entonces la estructura antes o después volverá a dañarse. El planteo del Método es que cambiando la función, cambiamos la estructura y los resultados serán más sostenibles en el tiempo.

3. El trabajo con la neuroplasticidad y aprendizaje.

El movimiento responde a una organización del Sistema Nervioso (SN) que nos envía órdenes. Si uno le permite al SN manejar más información, entonces ampliará su organización con nuevos datos y enriquecerá esas órdenes. Ahora bien, ¿a qué datos nos referimos? Por ejemplo:

  • La relación de unas partes del cuerpo con otras.
  • La relación con la gravedad.
  • la imagen que se tiene de un movimiento.
  • La relación con el entorno -no es lo mismo caminar sobre asfalto que hacerlo sobre césped-.

El Método nos permite comprender que el SN recoge información sobre nosotros, sobre cómo nos relacionamos con el contexto y esto nos ayuda a reconocer la acción. La información es poder, incluso aunque parte sobre una buena parte de ella no podamos influir. Es decir, no podemos influenciar sobre la gravedad o sobre las características de un paisaje o un suelo, aunque podemos mejorar y ampliar la información que nuestro SN tiene sobre esos entornos.

4. El concepto de la “buena actura”.

Cierto, es una palabra que no forma parte del diccionario, pero que tiene un sentido que simplifica el entendimiento. Veamos. Feldenkrais no habla de postura, pues el término supone imaginarnos estáticos por la vida y eso es algo que, cuanto menos, es poco real. La vida es movimiento; la actura supone darnos cuenta de cómo nos organizamos y qué ocurre durante la acción.

En su libro el poder del yo, el creador del método se refiere a los motivos cruzados de la “buena actura” como la diferencia que existe entre lo que queremos hacer, lo que creemos que estamos haciendo y lo que realmente hacemos. De hecho, aunque no existe la actura perfecta -porque existen muchos factores que lo impiden- podemos disminuir la brecha entre lo que estamos haciendo y el movimiento mejor organizado posible.

Para ello, lo primero es tomar conciencia de cómo lo estamos haciendo, explorar mejores y más eficaces formas para hacer esa acción y “automatizarla”; es decir, para que no tengamos que poner la voluntad en realizar esa acción y para que en vez de ser una casualidad se convierta en un hábito. Recordemos que el cerebro puede prestar atención a una cosa a la vez y esta automatización de la que hablamos le permite ahorrar energía, incluso con los movimientos más cotidianos.

Por todo lo que hemos venido diciendo, el aprendizaje del Método Feldenkrais no nos plantea una rutina de ejercicios, una frecuencia o una intensidad. Por el contrario, lo que propone es una exploración del movimiento, un trabajo que nos permite enfocar la atención y darnos cuenta de cómo se conecta cada parte del cuerpo con otra, con la gravedad y todo el resto de cuestiones que hemos ido mencionando a lo largo del artículo. De hecho, el concepto de exploración podemos entenderlo mejor si hablamos del aprendizaje orgánico.

¿Qué es el aprendizaje orgánico? Por ejemplo, cuando un niño/a aprende a caminar no sabe qué es caminar y no está pensando en caminar porque su mente no tiene esa línea de pensamiento, entonces lo que hace es explorar un montón de cosas hasta que un día, por fin, camina por primera vez. Como dice nuestro especialista en el Método Feldenkrais, Jaime Polanco: “No aprendes a caminar caminando. Aprendes a caminar rodando, girando, saltando, empujando; es decir, explorando movimientos que te conducen a caminar mejor y a tener un movimiento más eficaz”.

Reduce la tensión y la ansiedad a través del Método Feldenkrais®.

Que la ansiedad no domine tu vida.

Si la depresión fue el mal del cambio de siglo, la ansiedad se ha convertido en la epidemia de nuestro mundo moderno. En nuestro país sabemos de qué se trata. Según la OMS, España es líder en consumo de ansiolíticos de Europa y una de cada diez personas padece los síntomas de la ansiedad.

Las cifras son alarmantes, pero raramente sorprenda al lector. Efectivamente, es cada vez más común conocer a alguien cercano que esté en un cuadro de ansiedad constante y/o que padezca episodios de ansiedad; es por esta misma razón que resulta cada vez más habitual que el sedante esté al alcance de la mano. Ahora bien, estamos de acuerdo en que la terapia para tratar la ansiedad, como abordaje cognitivo y emocional, es necesaria y efectiva; sin embargo, aunque es una de las “patas” fundamentales del tratamiento, no debería ser exclusiva de otros enfoques. Veamos más.

El Método Feldenkrais® propone -como parte del trabajo- un abordaje desde el cuerpo, ya que también está involucrado en un patrón de ansiedad.

Es decir, sabemos que la memoria de las emociones está en el sistema nervioso central (SNC) y se refleja en el cuerpo a través de patrones musculares. Esto es fácil de entender. Por ejemplo, cuando vemos la expresión de un rostro o una postura, conozcamos más o menos a esa persona, podemos deducir si está nerviosa, ansiosa, triste, preocupada, etc.; incluso aunque su intención sea disimularlo.

La ansiedad surge porque tenemos patrones y reacciones fijas. Es el arma que posee nuestro organismo para estar alerta ante cualquier posible peligro. Por supuesto, hasta aquí estamos todos de acuerdo en que este mecanismo es necesario y queremos que así continúe. El problema es cuando esa reacción se prolonga en el tiempo sin que exista una amenaza real. El mundo moderno, tan agresivo y tan competitivo, muchas veces nos coloca en ese lugar todo el rato. No paramos, no nos detenemos y ese ritmo y esa necesidad de respuesta constante del día a día son una gran explicación sobre por qué la ansiedad es la nueva epidemia social.

Ahora bien, retomemos este pedacito de texto que dice: “el problema es cuando se prolonga en el tiempo sin que exista una amenaza real” y analicémoslo desde el cuerpo. ¿Qué supone que nuestro cuerpo esté siempre en alerta? ¿De qué nos sirve sentir que en muchos momentos la respiración no fluye o que nuestra columna está todo el rato flexionada como si estuviéramos bajo la amenaza constante de un golpe, cuando no está pasando nada que nos ponga en peligro? Más aún, ¿de qué nos sirve “anestesiar” ese momento con un químico si sabemos que ante una situación similar incurriremos en ese mismo estado? La ansiedad se expresa en el lenguaje de nuestro cuerpo y de nuestros movimientos interfiriendo en su fluidez y obstaculizando su expresión, pero para cambiar esto necesitamos tomar conciencia. Como señalaba el creador del Método: “Si uno no sabe lo que hace, no puede hacer lo que quiera”.

Como vemos, siempre antes de llegar a una crisis, habremos tenido señales desde el cuerpo que pudimos haber atendido. Por ello, desde Feldenkrais® nos proponen primero tomar conciencia de esos patrones y luego explorar y encontrar en nuestro cuerpo otros patrones de acción que nos permitan gestionar la ansiedad y sentirnos mejor.

Es decir, no sólo tomar conciencia; también (y sobre todo) se trata de descubrir y experimentar -por ejemplo- qué sucede si estiramos nuestra columna y usamos toda la longitud de nuestro cuerpo; qué sucede cuando nuestros pies se asientan mejor en el suelo; o cuando nuestro cuello está libre para moverse, y un largo etcétera.

Curioso o no, el Método Feldenkrais® coloca a los síntomas de la ansiedad con una sensación general de insatisfacción con la vida que tenemos o llevamos. Entonces pregunto: ¿por qué no atender esa alerta? ¿Por qué no ver qué hay más allá de esa falta de aire, de esa pérdida de estabilidad?

¿Por qué no anticiparnos a gestionar la ansiedad cuando aún no se ha manifestado con toda su intensidad?

Ese es el objetivo de este Taller de introducción al Método Feldenkrais®. Como decíamos antes, nos invita a ver lo que sucede, recuperar la riqueza de los movimientos y explorar -sin esfuerzo- diferentes posibilidades de configuración que nos permitan gestionar la ansiedad y alcanzar estados de serenidad, de equilibrio y de tranquilidad desde el cuerpo.

Ahora bien, como dice nuestro especialista en el Método, Jaime Polanco: “la idea es experimentar con una fuerza tal que las personas sientan la necesidad de incorporar esos nuevos recursos corporales inmediatamente en su vida”. A propósito de esto, también nos señala que “en ningún caso se trata de hacer ver el Método como una sustitución de la terapia, sino de una forma complementaria a ella”. 

Introducción al Método Feldenkrais®: no dejes que un dolor opaque tu calidad de vida.

Estamos acostumbrados a minimizar el dolor de espalda y otras tantas molestias. Un poco porque las prisas, la inmediatez y las “pócimas mágicas” están a la orden del día. En lo personal agradezco que existan estas soluciones, porque una molestia un día o un rato puede ser realmente entorpecedora y bloqueadora de cualquier actividad física y/o intelectual que hagamos. Como siempre decimos, el cuerpo influye sobre la mente y viceversa.

Ahora bien, el problema es cuando ese dolor o molestia temporal se vuelven crónicos y seguimos recurriendo a las mismas soluciones exprés.

¿Por qué anestesiamos el cuerpo si está queriéndonos decir algo? ¿No sería más fácil darle entidad y escuchar al dolor?

Curiosamente, la mayoría de nosotros arriba a conclusiones y autodiagnósticos sobre el origen de su dolor de espalda (o sobre cualquier otra molestia).

A propósito de esto, Ruthy Alon, en su libro “Guía Práctica del Método Feldenkrais, la espontaneidad consciente”, habla acerca de nuestra honestidad funcional. Se refiere a nuestras versiones sobre por qué tenemos dolor de espalda y, entre otras cosas, dice: “Si la respuesta para no tener dolor de espalda fuera una espalda flexible, los bailarines, los atletas y los acróbatas jamás sentirían dolor. Si el objetivo fuera tener una espalda fuerte los hombres musculosos que hacen un trabajo físico duro serían inmunes a los problemas de espalda. Si caminar erguido fuera la raíz del problema, generaciones de seres humanos hubieran vivido en una constante agonía desde los albores de la evolución”.

Más allá de todas estas reflexiones y generalizaciones que estamos acostumbrados a hacer, necesitamos reconocer qué nos pasa y abrir el espacio para hacer lo mismo que hacemos siempre, pero de forma diferente. Por ejemplo, si trabajamos sentados todo el día frente a una pantalla de ordenador, y hoy por hoy no hay posibilidades de cambiar ese trabajo porque además nos gusta, tenemos que abrir un espacio para explorar cómo sentirnos mejor estando sentados. Pero no porque esté mal lo que estamos haciendo, sino porque hacemos demasiadas pocas cosas de las que podríamos hacer.

Ese es el objetivo principal del Taller de introducción al Método Feldenkrais®: recuperar la riqueza de los movimientos y explorar diferentes posibilidades de configuración para que el dolor de espalda -o cualquier otra molestia- disminuya gradualmente hasta desaparecer.

No obstante, el taller también nos permite atesorar aprendizaje para mejorar otras cuestiones que no estamos haciendo bien y para optimizar aquellas que ya estamos haciendo muy bien.

Es, en definitiva, un espacio ideal para explorarnos, encontrar alternativas y hacer cosas diferentes. Como decíamos previamente, las posibilidades de estar sentados en una silla son varias, pero si estamos sentados siempre en una misma posición es igual de dañino para el cuerpo que para el Sistema Nervioso Central (SNC). En este sentido, investigaciones de la neurociencia, han revelado que luego de un período muy breve de estar haciendo lo mismo, el SNC se apaga, deja de permanecer activo y pierde la capacidad de reacción y adaptación.

Técnicamente, este hecho se denomina habituación y también influye a nivel muscular y corporal. ¿Cómo? Veamos. Al “apagarse” el SNC, deja de hacer sus ajustes, deja de sostenerse; empieza como a abandonar la actividad y detrás de eso suele aparecer el dolor. Son mecanismos que tienen que ver con la monotonía de los estímulos y la monotonía de las acciones.

Por ejemplo, en trabajos de oficina o más o menos rutinarios, tendemos a automatizar nuestros movimientos y acciones, restando eficiencia y espontaneidad a lo que hacemos. La repetición se convierte en habituación y cuando esto ocurre, dejamos de prestarle atención -de ser conscientes- y ya no intentamos mejorarlo. Tal y como decíamos previamente, es la disminución de una respuesta ante la presencia repetida de un determinado estímulo.

En este sentido, Jaime Polanco, fisioterapeuta y profesor del Método, nos señala: “Tomar conciencia de cómo nos movemos nos facilita detectar dónde hay tensiones, molestias, dolores, resistencias y nos invita a explorar nuevas opciones para elegir la manera más adecuada de realizar una acción, teniendo como referencia nuestras propias sensaciones”. A su vez, como hemos mencionado en un párrafo anterior, cambiar, renovar u optimizar nuestros movimientos, también nos ayuda a restaurar e la salud de nuestro sistema nervioso y mantener nuestro cerebro lúcido, claro, atento y vital.

Repasemos algunos más de todos los beneficios que nos invita a vivir este taller:

A nivel físico:

  • Cambia la rigidez por la libertad de movimiento.
  • Mejora nuestra postura, equilibrio y movimientos cotidianos.
  • Previene las consecuencias del envejecimiento, de la vida sedentaria, de los malos hábitos posturales y de los movimientos repetitivos.

A nivel neurológico:

  • Promueve la plasticidad cerebral.
  • Cambia la dispersión por la atención.

A nivel cognitivo y creativo:

  • Favorece el pensamiento lateral.
  • Flexibiliza los pensamientos recurrentes.

Tu cuerpo sabe, aunque tu mente olvide. Conecta pensamiento, emoción y movimiento.

La manera de movernos describe cómo somos, pensamos y actuamos.

Cambia tu cabeza, moviendo tu cuerpo.

«Movimiento, sensación, emoción y pensamiento son aspectos de una misma constelación. Cuando uno de ellos se mueve, se mueven también los demás. Si cambias la manera de moverte, cambias la manera de pensar.» Moshé Feldenkrais.

A esta altura, no caben dudas acerca de que todo está conectado en nosotros y que el cambio en uno de los aspectos afecta a todos los demás. No obstante, muchas personas siguen lógicas cerradas. Entienden que la única manera de cambiar sus pensamientos es centrándose en ellos; que la única forma de gestionar un estado de ánimo es desde la misma emocionalidad, y que una molestia corporal sólo se puede mejorar desde el cuerpo. Muchas veces la obviedad no es sinónimo de efectividad.

A propósito de cómo todo está conectado, una de las investigadoras que más aportaciones y estudios científicos ha realizado sobre el comportamiento no verbal, Amy Cuddy, se interesó en estudiar: 

Cómo el lenguaje del cuerpo influye en cómo nos ven los demás y en cómo nos vemos a nosotros mismos (autoimagen).

Ella muestra que sus llamadas «posturas de poder» -posturas y gestos abiertos y expansivos- pueden transformar nuestras emociones, pensamientos, nuestra fisiología, e incluso, pueden mejorar nuestras probabilidades de éxito.

Todo esto es un pequeño ejemplo de lógica abierta que muestra un poco de lo que estamos hablando; eso de que todo tiene que ver con todo y de cómo muchas veces, “lo obvio”, no es ni la única ni la más efectiva alternativa. El Método Feldenkrais® es una prueba de ello. Para este método, el cuerpo es la herramienta fundamental que facilita llevar adelante cambios sustanciales y profundos en el proceso evolutivo. Ahora bien, ¿de qué cambios estamos hablando? ¿Qué es lo que perdemos en esa evolución y deberíamos recuperar y/o cambiar? Veamos un poco qué nos sucede con el paso del tiempo.

Cuando somos niños nos descubrimos y descubrimos nuestras posibilidades funcionales o patrones de acción por ensayo y error y sin exigencias por los resultados, lo que permite refinar los patrones en base a la propia experiencia; a esto se lo llama aprendizaje orgánico. Esos patrones aprendidos se organizan en base a la experiencia temprana de los reflejos, las reacciones de enderezamiento y las respuestas de equilibrio que son parte de la memoria genética del ser humano, independientemente de su raza, condición social, sexo y otros condicionantes.

No obstante, con el tiempo y tal vez sin darnos cuenta, todos vamos perdiendo esa capacidad de aprendizaje, pues nuestra autoimagen se va distorsionando por distintas influencias culturales, por el entorno, por miedos, hábitos, etc. Dicho de otra forma, ya no exploramos con tanta libertad, estamos más condicionados y menos curiosos. El Método Feldenkrais® nos invita a recuperar esa conexión con “nuestro niño interior” y a redescubrir ese aprendizaje orgánico. Nos propone volver a explorar y aprender -mediante el movimiento- nuevos patrones de acción y a descubrir cómo hacer más eficientes los que ya existen.

Todo este proceso es posible gracias a la plasticidad del sistema nervioso y su modo y posibilidades de aprendizaje en base a la experiencia personal.

Diversas investigaciones han demostrado que el cerebro tiene la capacidad de desarrollar a lo largo de la vida nuevas conexiones neuronales, eliminar otras y cambiar o modular la intensidad de las que ya existen. Y es importante saber que todos nuestros pensamientos, patrones emocionales y creencias no son otra cosa que conexiones neuronales que se han ido conformando con el paso del tiempo; que se desempeñan en conjunto para realizar cada actividad y que se van reforzando a medida que repetimos una acción, hasta convertirlas en hábitos y/o rutinas.

Y en ese sentido, el movimiento es la principal (y visible) expresión del sistema nervioso. Por ello, cambiando, optimizando nuestros patrones, aprendiendo a refinar nuestra gestualidad y nuestro lenguaje no verbal -como bien señalaba Amy Cuddy- podemos mejorar significativamente nuestras vidas.

No olvidemos que la manera de movernos describe cómo somos, cómo pensamos, cómo actuamos y nos relacionamos con el mundo que nos rodea.

A propósito de todo ello, vuelvo con un ejemplo que a todos podría resultarnos familiar. Si observamos a alguien caminando lento y cabizbajo como si llevara una mochila de 5 kilos a cuesta, ¿le creeríamos si nos responde que es el mejor día de su vida? Claro que no.

En ese caminar, en esa acción que hace ese alguien, intervienen: movimiento, sensación, emoción y pensamiento; y, por supuesto, cómo todos ellos se relacionan entre sí. Ahora bien, si cada uno de nosotros se viera identificado con el colega de la mochila, y sabiendo que es posible cambiar esos patrones de movimiento y, que a su vez, al cambiar esos patrones cambiaría nuestra forma de estar en el mundo, nuestra forma de pensar y de relacionarnos, ¿por qué no intentarlo?

Jaime Polanco, fisioterapeuta y profesor del Método Feldenkrais®, nos invita a tomar conciencia sobre cómo nos movemos para ser capaces de descubrir por nuestros propios medios la mejor manera de llevar a cabo una acción, teniendo como referencia nuestras propias sensaciones. Nos enseña cómo aprender, cambiar, renovar u optimizar nuestros movimientos, para cambiar también nuestra forma de pensar, para aumentar nuestra percepción, nuestra creatividad y nuestra atención.

Método Feldenkrais®. Aprende a promover tus estados de bienestar.

Lo que pasa en el trabajo se queda en el trabajo. Lo que pasa en casa se queda en casa. Lo que pasa entre dos amigos no tiene por qué afectar al grupo. Lo qua pasa en París se queda en París; y así, un sinfín de etcéteras…

Ahora bien, ¿qué nos dice la experiencia? Que poner límites -incluso en lo de París- es muy difícil porque al final, triste o felizmente, todo tiene que ver con todo y lo que pasa en un ámbito de nuestra vida, suele afectar al resto. Aunque claro, el problema es que según diversas investigaciones, los estímulos negativos producen más actividad neuronal que los estímulos positivos y prestamos más atención a los primeros que a los segundos. A propósito de ello, Rick Hanson, autor de libros como Cultiva la felicidad y El cerebro de Buda, afirmaba: “Nuestro cerebro es como el velcro para las experiencias negativas y como el teflón para las experiencias positivas”.  

¿Una prueba de ello? Por ejemplo, hacemos una presentación de un proyecto frente todos los directivos de la empresa. Todos nos aplauden, reconocen nuestra idea y capacidad creativa; todos, salvo uno, que cree que la idea no es original y además estuvo mal presentada. ¿Crees que nos quedaremos con el aplauso de veinte o con la crítica negativa del único de la sala? Efectivamente, con lo segundo. Y me permito repetirme en eso de que todo tiene que ver con todo, pues al igual que quedarnos anclados en ese tipo de pensamientos puede acarrearnos tensiones físicas indeseadas y contracturas; también ocurre al revés.

Una contractura o una molestia física, cualquiera sea su origen, favorecen el mal humor y/o promueven pensamientos negativos.

Ahora bien, ¿por qué es tan importante tener este dato en consideración? Veamos. Con suerte, cada uno de nosotros pasa al menos ocho horas trabajando cada día. Si lo pasamos mal, por lo que sea, la angustia, los nervios y la predisposición negativa nos pasarán factura; primero en el cuerpo: dolores de cabeza, tensiones musculares, malestar general, dolor cervical, articular, etc., que no hacen más que intensificar la experiencia negativa y prolongarla en el tiempo y en los espacios, incluso hasta volverla crónica.

Al final, nos quedamos tan conectados física y mentalmente en esos episodios negativos que no podemos disfrutar de la conexión con la familia o de los momentos de desconexión que necesitamos para reponer energía y vitalidad. Lo cierto es que no podemos cambiar la realidad laboral inmediatamente; pero sí está en nuestras manos optimizar nuestro tiempo allí dentro, para optimizar también nuestro tiempo fuera de allí y para disfrutar al máximo de lo que nos hace bien.

Por ejemplo, podemos cambiar la manera de movernos, para cambiar la manera de pensar; así lo afirma Jaime Polanco, nuestro referente profesional en el Método Feldenkrais®. Y agrega“ todos podemos descubrirlo siendo observadores de nosotros mismos”.

Nuestro día a día tiende a automatizar nuestros movimientos y acciones, restando eficiencia y espontaneidad a lo que hacemos.

La repetición hace que determinada acción se convierta en un hábito y cuando esto ocurre, dejamos de prestarle atención -de ser conscientes- y ya no intentamos mejorarlo. Sin embargo, mucho más allá de la postura o los movimientos disfuncionales, consecuencia de la adaptación al espacio físico, existen posturas y movimientos que ejecutamos mientras hablamos con una u otra persona, mientras exponemos, mientras discutimos, etc.

Tomar conciencia de esos movimientos, implica observar las relaciones que se establecen entre las distintas partes del cuerpo y las sensaciones que experimentamos. ¿Alguna vez nos observamos cómo nos posicionamos en una discusión? ¿Qué sentimos, cómo respiramos, cómo ponemos el cuerpo y/o cómo gesticulamos? Muy probablemente, en lo único que nos centramos es en la sensación que nos queda; bronca, ira y agotamiento, que inmediatamente se traducen en tensión, contractura y/o o molestias diversas.

Ahora bien, ¿si pudiéramos estar un paso adelante? ¿Si supiéramos cómo aprovechar nuestros recursos para elegir la manera más adecuada para realizar esa (y cualquier) acción? ¿Si conociéramos cuáles son las posturas y movimientos que empoderan nuestro discurso?

El Método Feldenkrais® nos invita a dirigir la intención hacia lo que sucede mientras nos movemos. Sólo de esa auto-observación podemos aprender sobre nosotros mismos a través de la experiencia y desarrollar lo que este método llama autoconciencia a través del movimiento.

Esta toma de conciencia, nos permite cambiar, renovar y optimizar nuestros movimientos. Nos ayuda a eliminar movimientos disfuncionales y, por ende, también pensamientos recurrentes negativos e indeseados.

En cierta forma, considera al cuerpo como vehículo para liberarnos de los “ruidos mentales” y permitirnos estar presentes y disfrutar del momento que transcurre.

El creador de este método, Moshé Feldenkrais, decía respecto a lo que hemos venido abordando: «Nosotros mismos hemos elegido nuestros hábitos en el pasado así que somos capaces de seleccionar nuestros hábitos de nuevo”.

Método Feldenkrais®. Conecta pensamiento, emoción, y movimiento.

¿Qué significa tener un cuerpo organizado?

Una de las definiciones del creador del método que lleva su nombre, Moshé Feldenkrais, dice: “Mi método busca tener un cuerpo organizado que permita moverse con el mínimo esfuerzo y la máxima eficacia; no a través de la fuerza muscular, sino mejorando la conciencia de cómo funciona”.

Veamos una simple analogía para entender un poco más. Si mantenemos la puerta abierta de la nevera durante días mientras la misma está conectada a la corriente, su funcionamiento, su rendimiento y su eficacia serán, cuanto menos, deficientes. Lo mismo ocurre con nosotros. Si mantenemos en el tiempo determinadas formas de movernos, de pensar y de vivir disfuncionales, nuestra energía, rendimiento y eficacia irán decreciendo y entorpeciéndose poco a poco.

Mantener el cuerpo organizado es optimizar, aprovechar y desarrollar nuestra forma de movernos, para ahorrar esfuerzo y liberar energía que nos permitirá vivir de forma más ligera, más libre, más creativa y más eficiente. Sin embargo, para ello, será necesario conocernos, aprender y tomar conciencia. No podemos cambiar nada de lo que no conocemos.

Y me animo a agregar, tampoco podemos cambiar nada, sin intención dirigida, aunque lo conozcamos.

De hecho, en el contexto de esa falta de conocimiento, es habitual que cuando nos referimos al cuerpo, pensemos en nuestra forma física y/o estética y no reparemos en la importancia que tienen nuestros movimientos o posturas corporales para influir en nuestras sensaciones, acciones o emociones. Pero en nuestro día a día tenemos cientos de ejemplos en los que podríamos reparar; pensemos en un par: ¿andamos igual cuando vamos que cuando volvemos del trabajo? ¿Tenemos la misma postura cuando trabajamos que cuando estamos en una reunión con amigos?

En cierto modo, los interrogantes nos permiten tomar conciencia del “peso” del cuerpo, del esfuerzo corporal que debemos hacer cuando algo no nos motiva o nos resulta tedioso y de la ligereza que experimentamos mientras desarrollamos una actividad placentera, un alivio y/o una desconexión. Es que, ciertamente, el cuerpo es la base sobre la cual se fundamentan los pensamientos, sentimientos, emociones y acciones.

Esto significa que si cambiamos nuestra manera de hacer las cosas, si renovamos y optimizamos nuestros movimientos y posturas, no sólo estaremos trabajando sobre la rigidez corporal, sino también sobre la rigidez mental. Y no sólo eso. El Método Feldenkrais, a través del lenguaje de los movimientos, nos enseña a darle más fuerza a muchas de nuestras acciones que se verán reflejadas en una mayor seguridad, autoconfianza y poder personal.

¿Acaso hay alguien seguro de sí mismo que lleve una postura encorvada y movimientos letárgicos? Hay algo que sería casi ilógico someter a debate: una postura expansiva expresará seguridad y una postura inestable y/o perezosa transmitirá inseguridad.

Todo podemos descubrirlo siendo observadores de nosotros mismos.

Y eso es, en parte, lo que propone este método de trabajo. Movernos con el menor esfuerzo, observando las relaciones que se establecen entre las distintas partes del cuerpo y las sensaciones que experimentamos. Al dirigir la intención hacia lo que sucede mientras nos movemos, podemos aprender sobre nosotros mismos a través de la experiencia y desarrollamos lo que este método llama Autoconciencia a través del Movimiento.

Así, a medida que somos capaces de ir eliminando movimientos disfuncionales, también iremos eliminando pensamientos recurrentes e indeseados, pues como afirma el creador del método: “Si cambiamos la manera de movernos, cambiamos la manera de pensar”.

Practicar este método, como decíamos al comienzo cuando citábamos las palabras de Feldenkrais, nos permite tomar conciencia de cómo nos movemos; nos facilita detectar dónde hay tensiones, resistencias y a explorar nuevas opciones para elegir la manera más adecuada de realizar una acción. Aprender cómo cambiar, renovar u optimizar nuestros movimientos nos ayuda a crear nuevas conexiones neuronales en el cerebro que aumentan nuestra percepción, creatividad, espontaneidad e intuición.

En tal sentido, Jaime Polanco, como fisioterapeuta y profesor del Método Feldenkrais, nos señala que los movimientos diseñados por su creador apuntan a que cualquier persona sea capaz de restaurar efectivamente la salud de su sistema nervioso y mantener su cerebro lúcido, claro, atento y vital.

De alguna manera, todo lo que hemos venido contando nos separa un poco de la creencia popular que asocia este método con lo estrictamente físico y postural. Por el contrario, nos acerca a entender que la idea no es mostrar cuál es la forma correcta de mantenerse o caminar, sino de tomar conciencia sobre cómo nos movemos para ser capaces de descubrir por nuestros propios medios la mejor manera de actuar, teniendo como referencia nuestras propias sensaciones.

«Movimiento es vida. La vida es un proceso. Mejora la calidad del proceso y mejorarás la calidad de vida». Moshé Feldenkrais.

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