Ante la manifestación de dolor, los especialistas suelen recomendarnos fortalecer o dejar de fortalecer algún músculo, aunque sin certeza acerca de cuánto necesitamos hacer o dejar de hacer para encontrar un equilibrio. Así, en ocasiones acabamos por excedernos o por no alcanzar nunca el “ideal” y el dolor vuelve antes o después. En este sentido, una de las ideas centrales de Moshé Feldenkrais era “conseguir que la persona se mueva con el mínimo esfuerzo y la máxima eficacia, no a través del fortalecimiento muscular sino comprendiendo, de forma vivencial, cómo funciona”.
Es introduciendo estos conceptos de máxima eficacia y mínimo esfuerzo que el Método Feldenkrais® para fisioterapeutas, le permite al profesional optimizar los resultados de su intervención en el tratamiento del dolor del paciente y en su propia actuación como dentro del ámbito de la fisioterapia. Veamos por qué.
1. Mirada sistémica de la persona.
El Método le facilita desarrollar una visión que le permite ver que lo que se manifiesta o repercute en una zona particular y si está relacionado con otras partes de la persona que tienen un movimiento ineficaz o disfuncional. Por otra parte, aunque la fisioterapia cuenta con técnicas efectivas e indoloras, Feldenkrais es una técnica muy suave que permite abordar el problema de las personas sin que haya sufrimiento o dolor ni para el paciente ni para el profesional.
2. La relación con una acción.
Normalmente, aunque tengamos dolor en los hombros, el cuello o las piernas, esa molestia no es constante. En general, ese dolor está relacionado con una acción. Por ejemplo, el dolor de cuello aparece al ladear la cabeza o el de piernas al correr. Esto significa que existe una influencia mutua entre la función (correr) y la estructura (músculo). Partiendo de esta afirmación, la inquietud suele ser: ¿es la contractura en el músculo lo que impide correr bien o es que la técnica para correr hace que aparezca la contractura en el músculo?
Frente a esta dicotomía, la fisioterapia pone el foco en resolver la contractura de la estructura -músculo- con diversas técnicas efectivas de estiramiento, presión, ablande, etc. No obstante, lo que Feldenkrais plantea es que si no resolvemos la función -la técnica para correr-, entonces la estructura antes o después volverá a dañarse. El planteo del Método es que cambiando la función, cambiamos la estructura y los resultados serán más sostenibles en el tiempo.
3. El trabajo con la neuroplasticidad y aprendizaje.
El movimiento responde a una organización del Sistema Nervioso (SN) que nos envía órdenes. Si uno le permite al SN manejar más información, entonces ampliará su organización con nuevos datos y enriquecerá esas órdenes. Ahora bien, ¿a qué datos nos referimos? Por ejemplo:
- La relación de unas partes del cuerpo con otras.
- La relación con la gravedad.
- la imagen que se tiene de un movimiento.
- La relación con el entorno -no es lo mismo caminar sobre asfalto que hacerlo sobre césped-.
El Método nos permite comprender que el SN recoge información sobre nosotros, sobre cómo nos relacionamos con el contexto y esto nos ayuda a reconocer la acción. La información es poder, incluso aunque parte sobre una buena parte de ella no podamos influir. Es decir, no podemos influenciar sobre la gravedad o sobre las características de un paisaje o un suelo, aunque podemos mejorar y ampliar la información que nuestro SN tiene sobre esos entornos.
4. El concepto de la “buena actura”.
Cierto, es una palabra que no forma parte del diccionario, pero que tiene un sentido que simplifica el entendimiento. Veamos. Feldenkrais no habla de postura, pues el término supone imaginarnos estáticos por la vida y eso es algo que, cuanto menos, es poco real. La vida es movimiento; la actura supone darnos cuenta de cómo nos organizamos y qué ocurre durante la acción.
En su libro el poder del yo, el creador del método se refiere a los motivos cruzados de la “buena actura” como la diferencia que existe entre lo que queremos hacer, lo que creemos que estamos haciendo y lo que realmente hacemos. De hecho, aunque no existe la actura perfecta -porque existen muchos factores que lo impiden- podemos disminuir la brecha entre lo que estamos haciendo y el movimiento mejor organizado posible.
Para ello, lo primero es tomar conciencia de cómo lo estamos haciendo, explorar mejores y más eficaces formas para hacer esa acción y “automatizarla”; es decir, para que no tengamos que poner la voluntad en realizar esa acción y para que en vez de ser una casualidad se convierta en un hábito. Recordemos que el cerebro puede prestar atención a una cosa a la vez y esta automatización de la que hablamos le permite ahorrar energía, incluso con los movimientos más cotidianos.
Por todo lo que hemos venido diciendo, el aprendizaje del Método Feldenkrais no nos plantea una rutina de ejercicios, una frecuencia o una intensidad. Por el contrario, lo que propone es una exploración del movimiento, un trabajo que nos permite enfocar la atención y darnos cuenta de cómo se conecta cada parte del cuerpo con otra, con la gravedad y todo el resto de cuestiones que hemos ido mencionando a lo largo del artículo. De hecho, el concepto de exploración podemos entenderlo mejor si hablamos del aprendizaje orgánico.
¿Qué es el aprendizaje orgánico? Por ejemplo, cuando un niño/a aprende a caminar no sabe qué es caminar y no está pensando en caminar porque su mente no tiene esa línea de pensamiento, entonces lo que hace es explorar un montón de cosas hasta que un día, por fin, camina por primera vez. Como dice nuestro especialista en el Método Feldenkrais, Jaime Polanco: “No aprendes a caminar caminando. Aprendes a caminar rodando, girando, saltando, empujando; es decir, explorando movimientos que te conducen a caminar mejor y a tener un movimiento más eficaz”.