La frase: «Quien no conoce la historia, está condenado a repetirla” suele referirse a pueblos, naciones y civilizaciones en situaciones difíciles y similares a otras ya sucedidas en su propio pasado. Esta rotunda afirmación surge de estudios de investigación de historiadores. ¿Qué hace que una sociedad reincida en lo doloroso? ¿Es su dura cerviz? ¿Es su inconsciente colectivo, según Jung? En otro nivel, ocurre lo mismo en las personas y familias ¿Se puede superar esta contumaz reincidencia en comportamientos inadecuados que nos hacen sufrir?
¿Cómo se produce una herida emocional?
En el vivir experimentamos continuamente hechos. Si tenemos los recursos suficientes, los procesamos, aprendemos y crecemos gracias a ellos. Pero cuando un hecho nos resulta dramático, doloroso, nos impacta por sorpresa, no tiene solución en el momento en el que se produce, se vive en soledad y no se puede expresar, toda su potente energía nos invade a nivel físico y psicológico. Esta energía, asociada a un hecho con las características específicas anteriores, afecta nuestros procesos biológicos y nuestras estructuras mentales y emocionales, como lo hace un ejército que invade un país o un ataque cibernético que penetra por los resquicios de un sistema de información.
Ejemplos de hechos a nivel personal que pueden haber dejado en nosotros una huella indeleble son: un abandono, un abuso sexual, una agresión, una separación, un accidente de tráfico, una ruina económica, un anuncio desafortunado de una enfermedad grave, una muerte inesperada de un ser querido, o vivir una guerra.
¿Qué entendemos por pasado?
Es el conjunto de estos hechos que hemos vivido y que sabemos y sentimos que están impresos en nosotros al retroceder desde ahora. Así, visitamos nuestra vejez, adultez, juventud, adolescencia, infancia, período de creación de nuestros vínculos afectivos, nuestro nacimiento, un embarazo, una fecundación, etc., hasta nuestros padres, abuelos, bisabuelos..¡Sí, hasta más allá! ¿Es necesario? ¿Y es posible?
Una aportación esencial de la práctica de las Constelaciones Familiares es su capacidad para mostrarnos contumazmente que todas aquellas energías que se alojaron a la fuerza en alguno de nuestros antepasados debido a hechos brutales que vivieron, y que no pudieron procesar, permanecen presas en nuestro sistema familiar a la espera de que alguien de una nueva generación pueda liberarlas; por lo cual, no sirve sólo para sanar esta persona que siente y decide trabajarlo ahora, sino para todo su sistema familiar. Mientras esto no suceda, el sistema continuará mostrando la existencia de esta dolorosa herencia y su lealtad ciega a ella, reproduciendo comportamientos inadecuados y generando síntomas que hagan patente la necesidad de salir de este círculo vicioso.
La física nos muestra que la energía es diversa: potencial, cinética, calórica, eléctrica, magnética, electromagnética, etc. La energía que nos mueve a los humanos también puede expresarse bajo distintas tonalidades: odio, ira, miedo, asco, tristeza, alegría, confusión, etc. Cada hecho doloroso vivido y no procesado nos impone una o varias tonalidades energéticas. El conjunto de todos ellos nos carga con una mezcla energética única para cada uno de nosotros. Y es, precisamente, esta pócima energética mágica y única, la que nos mueve a comportarnos de una manera única. Todo ello nos conecta con la frase de Jung: ”Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, seguirá dirigiendo tu vida, y tu lo llamarás destino”. Un preso a quien atendí lo denominó de otra manera: “Mi cajón de mierda”.
¿Significa que cada uno de nosotros estamos programados en base a este brebaje energético único que llevamos encima?
Mi respuesta es sí; pero no es una maldición sobre la que no podamos actuar y modificar hoy. Gracias a todo lo que nos ha precedido, pertenecemos a la primera o segunda generación que tenemos el privilegio de poder ser conscientes de ello, y disponer de ciertos recursos para limpiarnos, liberar ciertas energías que nos complican la vida, acoger otras que nos la facilitan, y cambiar, así, a mejor, la tonalidad resultante de esa mezcla energética que nos hace comportarnos de una manera única.
Todo ese proceso de mejora profunda en nosotros exige reconectar por un instante con aquello que resultó doloroso, para poder darle la mano y sacarlo del hoyo profundo y recóndito en el que se encuentra, y liberarlo. Sólo entrando en nuestro inconsciente, y limpiándolo, podemos cambiar nuestro destino.
Hay personas que renuncian a hacerlo, prefiriendo quedarse donde están. Otras, hartas de tanto sufrimiento, tienen la intención decidida de afrontarlo y van a por ello. Continúa siendo un misterio para mí, por qué unas personas sí y otras no.
Las que se atreven a buscar ayuda en las Constelaciones Familiares, suelen recibir como regalo el comprender con el corazón, que no es entender con la cabeza, es ir más ligero y la paz de una vida más fluida y plena.
Dos preguntas finales para reflexionar:
¿Hay energías a liberar en un país que ha sufrido una Guerra Civil a una o dos generaciones de distancia? ¿Qué síntomas me pueden inducir a iniciar un proceso profundo de mejora en mi mismo/a?