La depresión está cada vez más presente en nuestra sociedad. En base a sus datos, la Organización Mundial de la Salud, la ha denominado «la mayor epidemia del siglo XXI».
Muchos podemos caer o ya hemos caído en las garras de la depresión. El tiempo no cura. Avergonzarnos y esconderla nos esclaviza; sufrirla nos corroe. Hay mejores opciones. Las Constelaciones Familiares es una de ellas.
Veamos, antes de continuar, algunos de los síntomas a través de los cuales se manifiesta la depresión:
- Tristeza, sentimiento de vacío.
- Cansancio, pérdida de energía.
- Pérdida de todo interés por casi todas las actividades.
- Sentimiento de desvaloración.
- Pesimismo, pensamientos negativos.
- Rumiaciones ansiosas.
- Insomnio o todo lo contrario.
- Trastornos de concentración y de memoria.
- Ideas suicidas.
No es lo mismo estar triste que estar deprimido. La tristeza en una persona no le impide levantarse todos los días, comer, andar, trabajar y tener amigos. Su vaso lo ve medio lleno porque a pesar de su tristeza, está en la vida. La tristeza se mueve en el ámbito psico-emocional y mental y puede estar ligada a la pérdida de un ser querido, por ejemplo.
Recuerdo el caso de una mujer profundamente triste de unos sesenta años. El trabajo sistémico exploratorio que realizamos nos llevó hasta su nacimiento, en el que descubrimos que también nació su hermano gemelo, pero muerto. Aquel viaje a su inconsciente nos dio la clave. Durante los nueve meses de embarazo, su embrión en desarrollo convivió estrechamente con el de su hermano en el volumen contenido del vientre materno. Cada vez que ella quería mover su brazo necesitaba que su hermano le dejara el espacio necesario realizando un movimiento simultáneo para ocupar el espacio equivalente vaciado a su vez por ella.
Así, durante nueve meses de gestación se crean unos vínculos profundos entre gemelos. Si uno desaparece, el otro se queda sin su compañero entrañable. Este corte radical de comunicación y relación con el otro produce mucho vacío y dolor. Dado que un bebé no dispone de recursos para soltarlo, lo aparca en su inconsciente. Mientras el dolor de la pérdida se mantiene inconscientemente ahí, la tristeza es el síntoma que da testimonio de su existencia y que nos dice: ¿qué tenemos que aprender y resolver? Hay personas que necesitan más de sesenta años para encontrar su respuesta. Cuando ella se dio cuenta de su implicación, su cara se transformó y se iluminó.
Hemos visto de qué se trata la tristeza, pero entonces: ¿en qué se diferencia con la depresión?
En que además del ámbito psico-emocional y mental, la depresión se extiende al corporal, hasta la enfermedad. La persona que la sufre suele perder su impulso vital. El depresivo no suele llorar. Quien llora es el triste. El dolor de la persona depresiva es intenso y extendido. No avisa de sus acciones. Puede abandonar sus obligaciones de pareja, del hogar y del trabajo. Y en muchos casos, se aleja tanto de ellas que pone en peligro su propia vida o la de las personas que tiene a su lado.
¿Cuántas veces hemos oído afirmar desde la ignorancia que la persona depresiva “no quiere” asumir sus obligaciones? Es fácil criticar lo que se desconoce. Enjuiciar y criticar no sirve. Albert Einstein decía sabiamente: «Los problemas no pueden resolverse desde el mismo nivel de conciencia en el que fueron creados». De esta forma, yo prefiero creer que “no puede” asumirlas. Y así, puedo acompañar a la persona en depresión a buscar sus causas y posibles soluciones. Para ello me baso en las siguientes hipótesis:
- Cada emoción está compuesta por una memoria y una energía asociada.
- Cada uno de nosotros somos portadores de un cierto paquete de emociones reprimidas por lo dolorosas que fueron en su día, generadas en mi vida o procedentes de las vivencias no resueltas por los antepasados de mi sistema familiar y tomadas inconscientemente por cada uno.
- Por tanto, cada uno de nosotros lleva en su inconsciente un ramillete de energías de aquellas emociones de tristeza, ira, miedo, etc., que aún no hemos liberado.
- La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma.
- La energía puede transformarse en materia, y viceversa.
- La energía es el lazo de unión entre nuestro cuerpo, mente, emociones, alma y espiritualidad; y también con los demás y con el universo.
- La energía que llevamos cada uno de nosotros es personal y única.
- Esa energía específica puede interferir en los procesos y en las reacciones biológicas de nuestro cuerpo, facilitando unas y frenando otras por aquello que hay reacciones exotérmicas, neutras y endotérmicas, y producir desequilibrios, desórdenes y enfermedades.
- El cuerpo es, pues, el receptor de todas las emociones que no hemos sabido resolver antes. Si bien la enfermedad puede ahondar la depresión, también puede ser el detonante que nos lleve hacia la salud.
- No necesitamos enfermar para elevar nuestro nivel de consciencia, reaccionar en positivo y soltar todas esas cargas inconscientes que nos complican la existencia. Prevenir es menos doloroso y más humano, vital, dichoso, pleno y barato.
- Nunca es tarde para resolver, aliviar, reconciliar y encontrar la paz. Los profesionales de los cuidados paliativos lo saben muy bien.
Las Constelaciones Familiares muestran que la depresión puede estar provocada por un sentimiento de vacío.
Champetier de Ribes: “A la persona que la sufre, le falta respetar, amar y tomar a alguien de su sistema familiar con quien está identificado, el cual, vivió hechos dolorosos que no pudo procesar. Es probable que este antepasado rechazara tomar a su madre, y por tanto, la vida. En este caso, la persona deprimida tampoco toma a su madre, por transferencia”.
Hellinger: “La sensación de estar completo brota cuando cada uno que pertenece a mi sistema ha recibido su lugar en mi corazón. Éste es el auténtico sentido de estar completo. Sólo desde esta plenitud, la persona se halla libre para desarrollarse. Aunque sólo falte uno de los que forman parte de su sistema, la persona se siente incompleta”.
Las personas coléricas e irritables pueden esconder a una persona deprimida ¡Y al revés! La depresión puede esconder una profunda ira, resultante de hechos tan dolorosos como el abandono, el rechazo o la traición.
Si la depresión lleva al deseo de morir, puede ocultar la existencia de una energía asesina que merodea por el sistema familiar por las razones que fueran. En este caso, la depresión y los intentos de suicidio son modos de redimir las pulsiones nacidas de aquella, cuyas causas se pueden explorar y encontrar.
Comentaré otra situación. El caso de un hombre de 35 años con un enorme malestar.
Vino a un taller de Constelaciones Familiares. Lo sufría, pero desconocía la causa. Su nacionalidad era alemana y vivía en España. Durante el trabajo sistémico apareció su abuelo paterno, quien ejerció de oficial de las SS nazi durante la Segunda Guerra Mundial. La relación entre ambos se mostró difícil. Su nieto rechazaba sus actos, lo despreciaba, y al hacerlo, despreciaba un 25% de sus propios orígenes, se despreciaba a sí mismo. ¿Qué hacer ante tal legado? Tras diversos movimientos y ante un representante de su abuelo, su nieto le pudo decir: “Querido abuelo, hicieras lo que hicieras, continúas siendo mi abuelo”. Se produjo una explosión emocional, lloros profundos y abrazo. El nudo se deshizo. Después de esta reconciliación, vino la serenidad y la paz.
Las Constelaciones Familiares constituyen un novedoso y potente saber hacer que, al utilizar otras formas de mirar, pensar, sentir, decidir y hacer, ayuda a las personas y a los sistemas humanos a los que pertenecen a lograr cambios sustanciales y positivos y a salir de situaciones difíciles persistentes.