Pranamanasyoga, un modelo de Yoga Terapeútico

El modelo de Yoga Terapéutico que hemos construido se sustenta en 23 años de experiencia personalizando prácticas de yoga para personas con problemas de salud.

Empezamos con una primera idea: el yoga se tiene que adaptar a la persona. Para adaptar y diseñar una práctica de yoga con un fin concreto, es necesario conocer a la persona, hablar con ella, formularle una serie de preguntas, observar su postura y sus gestos, comprobar su estado físico y habilidad en la realización de ciertas posturas y técnicas; en definitiva obtener los datos y conocimiento necesarios para elaborar una práctica.

El segundo aspecto que descubrimos era que debíamos tener en cuenta el tiempo y el ritmo de la práctica. La gran mayoría de las personas no disponen de más de media hora, incluso menos, al día, lo cual nos planteó el desafío de diseñar prácticas de media hora de duración, altamente útiles y eficaces, orientadas al objetivo demandado por la persona en relación con su salud.

En un principio, el enfoque fue muy biomecánico, pero la realidad nos mostró que, si bien para las personas jóvenes funcionaba en un alto porcentaje, no era lo mismo para personas de edad más avanzada, con poca conciencia corporal y con dolencias funcionales y crónicas.

Tuvimos que volver a leer y analizar desde otra perspectiva los textos clásicos del yoga para encontrar claves e inspiración. Una de estas indicaciones es que la salud está ligada al prana, o energía vital. Nos preguntamos cómo se podía detectar el tipo de prana afectado en la persona y qué necesitaba para armonizarlo. La experiencia nos mostró que las posturas elegidas debían cumplir una doble función: por un lado, movilizar y activar el cuerpo hacia el bienestar y por otro, quizá la más importante, que potenciaran y aumentasen la calidad de la respiración.

Lo cual, nos hizo profundizar en el conocimiento y observación del patrón respiratorio de la persona, para descubrir sus implicaciones en el conjunto corporal y en su contexto vital, explorando de esta forma diferentes posibilidades y combinaciones en la relación entre postura y respiración. El objetivo es liberar la respiración de las tensiones y actitudes que la encorsetan.

La experiencia nos ha enseñado que lo que más influye en la calidad y el ritmo de la respiración son las actitudes y maneras de relacionarnos con nosotros mismos y con el mundo, ya que afectan de forma clara la realización de diferentes técnicas y ejercicios de yoga.

Una parte de la eficacia terapéutica de nuestro Método es detectar dichas actitudes y proponer que se hagan los ejercicios de otra manera. Les pedimos que se enfoquen en cualidades positivas, y que intenten hacerlo expresando esas cualidades cuando hacen los ejercicios. Por ejemplo, se les puede sugerir que hagan el movimiento con mayor ternura, o claridad y precisión, o con alegría.

Hacer la práctica de esa manera, lo cual puede trasladar a cualquier situación en su vida, implica que la persona tenga que desarrollar aspectos de sí misma menos frecuentes y por tanto un mayor auto conocimiento, lo cual es altamente terapéutico, porque posibilita que ciertas cualidades del prana puedan movilizarse y aumentar la energía general. También implica que la atención se dirija a un movimiento interno, más que en las formas y en las sensaciones físicas. Este movimiento interno, cuando se incrementa con la práctica, se utiliza para generar armonía en diferentes situaciones cotidianas.

Al tratar de buscar formas de potenciar la conexión interna y saludable de las personas, empezamos a utilizar las herramientas sutiles del yoga; como los pensamientos semilla, sankalpas, mudras, canto, visualizaciones y diferentes técnicas activas de meditación, introduciéndolas de forma respetuosa según las creencias, hábitos, habilidades y dificultades de cada persona, un proceso que se fue concretando en la propuesta que llamamos Movimiento Orgánico Consciente, MOC®, que explicado de manera muy sucinta consiste en una serie de técnicas y ejercicios ejecutados de manera muy concreta, con secuencias determinadas, según la cualidad de prana que se quiera potenciar. En la práctica, se busca incidir en zonas donde se queda bloqueada y congestionada la energía con mayor frecuencia, integrando la diferentes zonas corporales con el campo neuronal y el campo energético humano.

Las dificultades, los éxitos y sobre todo los fracasos, nos han enseñado que el Yoga Terapéutico es un proceso de constante aprendizaje, un viaje que como Yogaterapeutas realizamos con las personas que tienen la motivación de ser partícipes activos en su propia salud.

A la hora de acompañar, apoyar y enseñar a las personas a desarrollar el potencial de auto sanación no hay recetas, tan solo referencias a los principios y enseñanzas de la tradición y de la propia experiencia del Yogaterapeuta, de su capacidad de escuchar y generar las condiciones idóneas para que la persona aprenda y desarrolle su propio potencial de auto sanación.

La frecuencia entre sesiones va a depender de la capacidad, tiempo y otras circunstancias de cada persona. El formato puede variar y se puede proponer clases semanales, o bien entregar una serie de yoga para que la persona la realice en casa y que una vez al mes tenga una cita para revisar la práctica, realizar ajustes e introducir progresiones. La experiencia nos dice que un mínimo de cinco sesiones es lo adecuado para obtener resultados y que la persona alcance determinado nivel de compresión para saber usar lo aprendido.

Fuente: Víctor Morera Siscar 
pranamanasyoga.es

Certificación Internacional en Coaching Psicosomático asistido por Caballos.

Carl Jung decía “mientras lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú lo seguirás llamando destino”.

Los seres humanos, a diferencia del resto de seres de la naturaleza gozamos del atributo de la libertad; de la posibilidad de elegir. Pero ¿a quién engañamos? ¿De verdad somos libres y conscientes a la hora de tomar decisiones? En cierta forma, la mayoría de nosotros vive en piloto automático, cumpliendo con rutinas, responsabilidades y obligaciones. Incluso si en medio de todo esto aparece una emoción o un dolor inoportuno e intrusivo que nos dificulta seguir adelante y cumplir con todo, entonces también intentamos censurarlo rápidamente con un químico que siempre está al alcance de la mano.

Así nos educaron y así también lo hacemos con quienes nos rodean. Quiero decir, ante la rabieta de un/a hijo/a reaccionamos “ordenándole” que se tranquilice; cuando un/a amigo/a está mal, intentamos levantarle el ánimo evitando tocar el tema que sabemos que le sensibiliza; si un/a compañero/a de trabajo manifiesta un dolor de cabeza o de espalda, sugerimos inmediatamente un químico efectivo para combatirlo. Todo es lucha, evitación, censura. Entonces, volviendo sobre la pregunta, ¿de verdad somos libres?

Como señala Jung, sólo cuando hagamos consciente lo inconsciente seremos capaces de tomar decisiones con más libertad, para accionar en vez de reaccionar, para escuchar en vez de censurar y para atender en vez de huir. Sobre todo porque todas las emociones tienen que poder ser expresadas no sólo para evitar que se alojen en algún lugar del cuerpo, sino porque también es saludable sentirlas, expresarlas, transcurrirlas e integrarlas. Una tristeza, un enfado necesita expresarse, un duelo tiene que llorar.

Es partiendo de estas premisas que Eliane Bernard ha diseñado esta Certificación en Coaching Psicosomático asistido por Caballosque tiene como objetivo fundamental conseguir que las personas estén más presentes y más conscientes en todo sentido.

Más conciencia; más libertad; más liderazgo.

Eckhart Tolle, en un fragmento de su libro El poder del ahora, señala: “Si usted quiere conocer realmente su mente, el cuerpo le dará siempre un reflejo verdadero, así que observe la emoción o más bien siéntala en su cuerpo. Si hay un conflicto aparente entre ellos, el pensamiento será la mentira, la emoción será la verdad. No la verdad última sobre quién es usted, pero sí la verdad relativa de su estado mental en ese momento”. 

Los caballos, en tal sentido, son grandes facilitadores y espejan nuestro estado presente. Efectivamente, tienen una sensibilidad mucho más desarrollada que nosotros; son pura intuición e instinto y, también a diferencia nuestra, toman la emoción como información sin necesidad de pasarla por la mente. Veamos un ejemplo de cómo comienza la actividad para entender cómo es que todo está perfecta y coherentemente integrado.

La dinámica comienza con las preguntas que nuestra especialista hace a las personas para comenzar a “quitar capas”, para conectarlas con las sensaciones del cuerpo, para ayudarlas a escuchar sus mensajes, y para que puedan poner en palabras lo que están sintiendo en este momento, en dónde lo sienten, con qué intensidad, etc. Cuando las personas reconocen y escuchan esos mensajes del cuerpo, entonces se relajan, se distienden y están más congruentes. Y el caballo, respondiendo a su instinto y a su coherencia, cuando detecta que ya no hay tensión y que hay coherencia cardíaca ( y no caos), comienza a acercarse.

Y también huye o se aleja si detecta que alguien miente -por el miedo a quedar expuestos o por lo que sea-, o cuando alguien no está mostrando su verdadera cara.

La coherencia cardíaca sólo puede ser coherente cuando cuerpo, corazón, mente están intercomunicados y en coherencia. Los Caballos son sensores de esa coherencia y también, como hemos visto, generosos para mostrárnosla.

Como señalábamos, las emociones y los mensajes del cuerpo pueden darnos mucha información sobre sobre lo que está pasando en nuestra vida. Por ejemplo, la rabia puede manifestarse en una persona por infinitas causas, pero en general está relacionada con la falta de espacio o la incapacidad para poner límites. Cuando por fin la identificamos, guiados por las preguntas de nuestra especialista, ella nos ayuda a profundizar en la situación y a mentalizarla para que podemos reflexionar acerca de qué y cómo podemos cambiar eso que sucede y no nos gusta. Esto nos empodera, nos mueve de víctimas a líderes de una situación y nos prepara para tomar decisiones y actuar más conscientes y más libres.

El caballo, otra vez, nos muestra todo esto. Incluso es capaz de llorar nuestra tristeza y de dejarse caer cuando es lo que necesitamos.

Por todo lo dicho, esta formación está diseñada especialmente para facilitadores -Coaches, Psicólogas/os, Educadores, RRHH, etc.-, ya que, en primer lugar, apunta a la vivencia en primera persona, como un proceso de profundo autoconocimiento. En segundo lugar, para que también aprendan a facilitar este mismo proceso en terceras personas ayudándolas a escuchar los mensajes del cuerpo, a desbloquear una emoción, a liderar sus propias vidas y a tomar decisiones conscientes. Justamente por esto último, muchas personas deciden vivir esta experiencia para conectarse más y mejor con ellas mismas, con sus relaciones y con la vida.

Si integramos la práctica del coaching psicosomático en la cotidianeidad pude convertirse en una filosofía de vida. Es decir, estaremos más conscientes de las sensaciones del cuerpo y aprenderemos a transcurrirlas desde ese estado de presencia y conciencia sin huir, sin defendernos y sin paralizarnos. Ocurre cuando de forma natural empezamos a preguntarnos; ¿qué siento ahora?, ¿dónde lo siento? ¿cómo está mi cuerpo?, ¿qué estoy pensando?

Método Feldenkrais® para Fisioterapeutas: un abordaje sistémico para el tratamiento del dolor.

Ante la manifestación de dolor, los especialistas suelen recomendarnos fortalecer o dejar de fortalecer algún músculo, aunque sin certeza acerca de cuánto necesitamos hacer o dejar de hacer para encontrar un equilibrio. Así, en ocasiones acabamos por excedernos o por no alcanzar nunca el “ideal” y el dolor vuelve antes o después. En este sentido, una de las ideas centrales de Moshé Feldenkrais era “conseguir que la persona se mueva con el mínimo esfuerzo y la máxima eficacia, no a través del fortalecimiento muscular sino comprendiendo, de forma vivencial, cómo funciona”.

Es introduciendo estos conceptos de máxima eficacia y mínimo esfuerzo que el Método Feldenkrais® para fisioterapeutas, le permite al profesional optimizar los resultados de su intervención en el tratamiento del dolor del paciente y en su propia actuación como dentro del ámbito de la fisioterapia. Veamos por qué.

1. Mirada sistémica de la persona.

El Método le facilita desarrollar una visión que le permite ver que lo que se manifiesta o repercute en una zona particular y si está relacionado con otras partes de la persona que tienen un movimiento ineficaz o disfuncional. Por otra parte, aunque la fisioterapia cuenta con técnicas efectivas e indoloras, Feldenkrais es una técnica muy suave que permite abordar el problema de las personas sin que haya sufrimiento o dolor ni para el paciente ni para el profesional.

2. La relación con una acción.

Normalmente, aunque tengamos dolor en los hombros, el cuello o las piernas, esa molestia no es constante. En general, ese dolor está relacionado con una acción. Por ejemplo, el dolor de cuello aparece al ladear la cabeza o el de piernas al correr. Esto significa que existe una influencia mutua entre la función (correr) y la estructura (músculo). Partiendo de esta afirmación, la inquietud suele ser: ¿es la contractura en el músculo lo que impide correr bien o es que la técnica para correr hace que aparezca la contractura en el músculo?

Frente a esta dicotomía, la fisioterapia pone el foco en resolver la contractura de la estructura -músculo- con diversas técnicas efectivas de estiramiento, presión, ablande, etc. No obstante, lo que Feldenkrais plantea es que si no resolvemos la función -la técnica para correr-, entonces la estructura antes o después volverá a dañarse. El planteo del Método es que cambiando la función, cambiamos la estructura y los resultados serán más sostenibles en el tiempo.

3. El trabajo con la neuroplasticidad y aprendizaje.

El movimiento responde a una organización del Sistema Nervioso (SN) que nos envía órdenes. Si uno le permite al SN manejar más información, entonces ampliará su organización con nuevos datos y enriquecerá esas órdenes. Ahora bien, ¿a qué datos nos referimos? Por ejemplo:

  • La relación de unas partes del cuerpo con otras.
  • La relación con la gravedad.
  • la imagen que se tiene de un movimiento.
  • La relación con el entorno -no es lo mismo caminar sobre asfalto que hacerlo sobre césped-.

El Método nos permite comprender que el SN recoge información sobre nosotros, sobre cómo nos relacionamos con el contexto y esto nos ayuda a reconocer la acción. La información es poder, incluso aunque parte sobre una buena parte de ella no podamos influir. Es decir, no podemos influenciar sobre la gravedad o sobre las características de un paisaje o un suelo, aunque podemos mejorar y ampliar la información que nuestro SN tiene sobre esos entornos.

4. El concepto de la “buena actura”.

Cierto, es una palabra que no forma parte del diccionario, pero que tiene un sentido que simplifica el entendimiento. Veamos. Feldenkrais no habla de postura, pues el término supone imaginarnos estáticos por la vida y eso es algo que, cuanto menos, es poco real. La vida es movimiento; la actura supone darnos cuenta de cómo nos organizamos y qué ocurre durante la acción.

En su libro el poder del yo, el creador del método se refiere a los motivos cruzados de la “buena actura” como la diferencia que existe entre lo que queremos hacer, lo que creemos que estamos haciendo y lo que realmente hacemos. De hecho, aunque no existe la actura perfecta -porque existen muchos factores que lo impiden- podemos disminuir la brecha entre lo que estamos haciendo y el movimiento mejor organizado posible.

Para ello, lo primero es tomar conciencia de cómo lo estamos haciendo, explorar mejores y más eficaces formas para hacer esa acción y “automatizarla”; es decir, para que no tengamos que poner la voluntad en realizar esa acción y para que en vez de ser una casualidad se convierta en un hábito. Recordemos que el cerebro puede prestar atención a una cosa a la vez y esta automatización de la que hablamos le permite ahorrar energía, incluso con los movimientos más cotidianos.

Por todo lo que hemos venido diciendo, el aprendizaje del Método Feldenkrais no nos plantea una rutina de ejercicios, una frecuencia o una intensidad. Por el contrario, lo que propone es una exploración del movimiento, un trabajo que nos permite enfocar la atención y darnos cuenta de cómo se conecta cada parte del cuerpo con otra, con la gravedad y todo el resto de cuestiones que hemos ido mencionando a lo largo del artículo. De hecho, el concepto de exploración podemos entenderlo mejor si hablamos del aprendizaje orgánico.

¿Qué es el aprendizaje orgánico? Por ejemplo, cuando un niño/a aprende a caminar no sabe qué es caminar y no está pensando en caminar porque su mente no tiene esa línea de pensamiento, entonces lo que hace es explorar un montón de cosas hasta que un día, por fin, camina por primera vez. Como dice nuestro especialista en el Método Feldenkrais, Jaime Polanco: “No aprendes a caminar caminando. Aprendes a caminar rodando, girando, saltando, empujando; es decir, explorando movimientos que te conducen a caminar mejor y a tener un movimiento más eficaz”.

Certificación GWH: Facilitador en Sesiones de Coaching Psicosomático con Caballos.

Más allá de las diferencias sustanciales en el ejercicio de su profesión, los facilitadores -coaches, psicólogos, educadores, consultores, entre otros-, comparten un noble denominador común: ayudar, acompañar, orientar y guiar a las personas en los procesos de crecimiento, cambio, superación y transformación personal. Demás está decir que cada especialización nutre al profesional con conocimientos para afrontar los más variadas situaciones; no obstante, siempre es posible mejorar las competencias en el ejercicio dela actividad. En los casos que hemos señalado, profundizar la presencia, la capacidad de escucha activa y la conexión con los clientes y/o en los entornos de trabajo, resulta invaluable.

En tal sentido, la especialización profesional como Facilitador en Sesiones de Coaching Psicosomático con Caballos es un programa de certificación y de crecimiento personal, que ofrece a los participantes una experiencia guiada de aprendizaje significativo en un entorno natural y seguro. Una experiencia cuyo inexorable principio es el de la auto-transformación personal profunda.

Siguiendo esa lógica de desarrollo, Eliane Bernard, fundadora de GROW WITH HORSES©, ha diseñado este recorrido para la Certificación centrándose -en un primer ciclo- en el trabajo de desarrollo y transformación personal; -en un segundo ciclo-, la integración de todo lo aprendido y experimentado a través de la Práctica Profesional del Coaching Psicosomático asistido con Caballos (Certificación final). A continuación, haremos un repaso breve de los ciclos de la Certificación y de algunas características distintivas de la misma.

 

Primer Ciclo: Presencial, Autenticidad y Liderazgo.

Para todos aquellos que quieran iniciar un proceso íntimo de profunda transformación, aunque también son el primer peldaño necesario para quienes deseen continuar el aprendizaje hasta la certificación y mejorar, entre otras cosas, las competencias, las técnicas y las herramientas en el ejercicio profesional por ejemplo, del coaching y la psicoterapia. Estos módulos son:

  • Estar presente, estar conectado.
  • El viaje hacia tu autenticidad.
  • La rueda del liderazgo consciente.

Segundo ciclo: Certificación GWH.

Este nivel está dedicado específicamente a la práctica profesional del coaching psicosomático asistido por caballos. Las Sesiones de Coaching Psicosomático con Caballos están basadas en una relación a tres bandas: el paciente/coachee, el caballo y el facilitador/coach equino. Este triángulo es fundamental para tomar consciencia de la dinámica de las interacciones sociales de la persona, su estado interior, sus límites personales y su estilo comunicativo.

¿El objetivo? Práctica, práctica y más práctica. Para capitalizar el aprendizaje y aplicar e incorporar lo aprendido hasta aquí, cada participante practicará sesiones individuales y participará en las sesiones realizadas por el resto de los compañeros. Esta vivencia como protagonista y como espectadores “activos” de las sesiones de otros, permitirá que cada uno experimente diferentes situaciones y mejore sus propias habilidades técnicas.

La metodología está basada en el aprendizaje vivencial individual en el que los participantes son protagonistas y los espectadores de todo lo que sucede. Los participantes podrán vivenciar cómo durante la interacción con los caballos surgen informaciones inconscientes y reveladoras de la energía y del momento presente que, muchas veces, amplían perspectivas y abren puertas de entrada diferentes para trabajar en sus sesiones. De esta forma, en este nivel se integra lo aprendido en el ciclo anterior y se vive, se procesa y se analizan otros aspectos. Entre ellos: 

  • Presencia. Consciencia.
  • Autenticidad. Liderazgo.
  • Límites. Comunicación.
  • Energía. Emociones.
  • Congruencia. Conexión.
  • Intención. Intuición.

Por todo ello, este segundo ciclo profundiza en los aspectos abordados a lo largo de la Certificación y trabaja contenidos específicos para optimizar el ejercicio profesional; entre ellos: 

  • El diseño de sesiones GWH.
  • La actitud, las competencias y la ética del facilitador GWH.
  • La interpretación sensitiva y visual de la interacción equina-humana.
  • La etología básica del caballo.
  • La creación de espacios adecuados para el aprendizaje con los caballos.

Algunos aspectos distintivos de la Certificación GWH:

  • Grupos reducidos de 6-8 personas.
  • Formación vivencial en la que se trabajan todos los sentidos.
  • Facilitadores expertos que han desarrollado una actitud sana, empática y respetuosa ante los participantes y sus circunstancias.
  • Metodología estrictamente diseñada para asegurar el respeto a los caballos, que viven libres y felices, en plena naturaleza.
  • Dinámicas grupales que ayudan a experimentarte en una manada auténtica.
  • Supervisión, mentoring y asesoramiento durante y después de la Certificación.

Beneficios de la formación para facilitadores:

  • Conseguir una mayor conexión con ellos mismos y con sus consultantes.
  • Incrementar la energía, la escucha, la generosidad y el fluir en las sesiones.
  • Diseñar y facilitar sesiones creativas y disruptivas para abordar cuestiones específicas del paciente y/o coachee.
  • Mejorar la capacidad para desbloquear situaciones de forma efectiva y original.
  • Sumar valor curricular al ejercicio profesional.

Hemos hablado de una certificación, correcto. Pero es mucho más que eso. Como nos menciona nuestra especialista, también se trata de vivir una aventura vivencial llena de aceptación, amor y respeto.

Las Constelaciones Familiares dedicadas a casos de depresión.

La depresión según Alexander Lowen. 

Con este artículo, y siguientes, intento resumir algunos aspectos esenciales del libro “La depresión y el cuerpo” de Alexander Lowen, evocar así su claro y profundo trabajo al respecto, y mostrar la utilidad de sus conceptos para las Constelaciones Familiares dedicadas a casos de depresión.

¿Qué es la depresión?

  • Es una pérdida de sentimientos, intereses y deseos.
  • Es una condición con escasa vida, vivacidad, excitación y respuesta.
  • Es un estado variable compuesto de ciclos repetitivos con bajos depresivos, seguidos de altos (euforia, manía, derrumbe) y de bajos de nuevo.
  • Es patológica, pero también puede ser un fenómeno recuperativo.

Síntomas de la depresión.

  • Derrumbamiento energético del cuerpo.
  • Decaído, encadenado, hundido.
  • Pérdida de energía para respirar profundamente.
  • Un abatimiento profundamente doloroso.
  • Vacío interior y carencia de auténtico placer.
  • Anulación del interés por el mundo exterior.
  • Inhibición de toda actividad.
  • Pasarse gran parte del día en la cama.
  • Incapacidad para responder.
  • Carencia de entusiasmo interior.
  • Mirada perdida en el tiempo.
  • Pérdida de autoestima.
  • Pérdida de la capacidad de amar.

Posibles causas de la depresión.

Melanie Klein estudió la depresión infantil con niños muy pequeños. Lowen presenta su trabajo con algunas discrepancias.

Si el pecho y la leche de la madre están a disposición del niño el tiempo necesario para satisfacer sus necesidades orales, el destete no genera un trauma, porque la pérdida de este placer se va compensando con otros nuevos. Pero si esta pérdida del placer de mamar y, por tanto, del amor, bienestar y seguridad asociados, se produce en unas condiciones inadecuadas, genera frustración, rabia y hostilidad hacia la madre. Cuando el niño siente que todo ello está perdido y es irrecuperable, lo normal es que se deprima. No acabaremos de entender la reacción depresiva si aceptamos como normales la frustración y la privación infantiles. En nuestra sociedad, con sus exageradas demandas de tiempo y energía a la madre, es inevitable cierto grado de frustración y privación infantiles. Si esta exigencia social tiene prioridad sobre las necesidades del niño, puede ser una fuente de dificultades posteriores.

René Spitz estudió el efecto directo que ejerce sobre el niño la pérdida del contacto físico con la madre. Observó el comportamiento de niños separados de sus madres presas en instituciones penales, a los seis meses de vida. En el primer mes de separación, los niños se esforzaban por recuperar el contacto con la figura materna. Lloraban, gritaban y se agarraban a cualquiera que les diera calor. A medida que esos intentos de recuperar la anterior relación con su madre fracasaban, iban encerrándose en sí mismos. Al cabo de tres meses mostraban un rostro rígido, el llanto había dado paso a una especie de gimoteo y se iban amodorrando. Si persistía la separación, aumentaba esta actitud de retirada, rechazaban todo contacto y se quedaban inmóviles en la cama. Tanto en su actitud corporal como en su conducta, estos niños mostraban las mismas características que los adultos depresivos.

John Bowlby observó los efectos de la separación en bebés y niños que estaban entre los seis y los treinta meses de edad cuando ocurrió la separación de la madre. En todos los casos en los que la separación se prolongó, el niño cayó en una reacción depresiva caracterizada por desapego, falta de respuesta y apatía.

Karl Abraham estudió los pacientes maníaco-depresivos y relacionó la depresión del adulto con una reactivación y un regreso a una “depresión primaria durante la infancia”, por una pérdida de amor y por el odio sentido por el niño hacia sus padres, principalmente hacia la madre. Al tener que reprimir la respuesta instintiva a esa pérdida y este odio, el paciente queda “debilitado y privado de su energía”.

Según Owen, la causa de la depresión es la represión de la emoción.

Visiones clave sobre la depresión.

Según Owen, cuando una persona ha experimentado una pérdida o trauma en su infancia que ha socavado sus sentimientos de seguridad y autoaceptación, se genera en ella una depresión. Su actitud y conducta están impregnadas de falta de realidad en el presente porque vive el presente con su mirada puesta en su pasado.

Y proyectará en su imagen del futuro la exigencia de invertir su experiencia inadmisible pasada. Si de niño experimentó una sensación de rechazo, se representará un futuro lleno de aceptación y aprobación. Si de niño experimentó una sensación de desamparo e impotencia, su mente generará una imagen futura en la que se sienta poderoso y dominante. La mente, en sus fantasías, intenta invertir una realidad inaceptable a base de crear imágenes que ensalcen al individuo e hinchen su ego.

Si una parte importante de su energía se centra en ellas, perderá de vista que su origen está en esta experiencia infantil, dispondrá de poca energía para el día a día y sacrificará el presente en aras de su cumplimiento. En estas condiciones, dichas imágenes se convierten en metas irreales, y por tanto, inalcanzables.

La irrealidad de la persona deprimida se manifiesta en su pérdida de contacto con su cuerpo. No se ve a sí misma tal como es, porque su mente está centrada en una imagen irreal. No se da cuenta de las limitaciones impuestas por sus rigideces musculares, pero estas limitaciones son las que hacen que no pueda realizarse como persona en el presente. No siente sus disfunciones corporales, su menor movilidad y respiración inhibida, porque está con su ego, su voluntad y su imaginación. La vida de su cuerpo, que es la vida en el presente, la descarta como irrelevante porque su atención está puesta en una meta futura que considera la única importante.

Las metas irreales dificultan entrar en relación directa con las necesidades básicas del ser humano.

Todo el mundo necesita amar y sentir que su amor es aceptado y en cierta medida correspondido. El amor y la estima nos relacionan con el mundo y nos dan la sensación de pertenecer a la vida. Ser amados facilita la expresión activa de nuestro propio amor. La gente no se deprime cuando ama. A través del amor uno se expresa y afirma su ser e identidad.

La autoexpresión es otra necesidad básica de todo ser humano, que subyace en toda actividad creativa y es fuente de nuestro mayor placer. La autoexpresión es expresión de sentimientos. Las vías a través de las cuales se expresan los sentimientos son los ojos, la voz y el movimiento corporal. Cuando la persona se halla en un estado depresivo, estas vías se han cerrado, los ojos están apagados, la voz es monótona y la movilidad reducida. El activar cualquier sentimiento, como la tristeza o la rabia, expresándolo con gritos o golpes, tiene un efecto inmediato y positivo sobre su estado depresivo.

Otra necesidad básica para todos es la libertad. La sociedad humana impone ciertas restricciones a la libertad individual en aras de la cohesión social. Pueden ser aceptadas si no restringen en exceso el derecho de autoexpresión. Pero no me refiero aquí a esta libertad exterior, sino a la interior, a la que permite autoexpresarse uno mismo y tener voz en la regulación de los propios asuntos. Hay prisiones interiores, a menudo más poderosas que las exteriores por ser inconscientes, que aíslan y limitan. La persona, mientras sobrevive en esta prisión, devana fantasías de libertad, trama planes para su fuga y sueña un mundo idealizado. Pero estas fantasías le impiden confrontar de manera realista las fuerzas internas que le atan. Antes o después, la ilusión se derrumba, el sueño se desvanece, el plan falla y cuando se encuentra cara a cara con la realidad, el individuo se deprime y desespera.

Las ilusiones nos llevan a metas, expectativas y a recompensas poco realistas: riquezas, éxitos, fama. Solemos creer que los ricos son unos privilegiados. Pero el rico se deprime tanto como el pobre. El dinero no da las satisfacciones internas que hacen que la vida merezca ser vivida. En muchos casos, la tendencia a ganar dinero justamente nos empobrece porque desvía nuestra energía de actividades creativas y autoexpresivas.

El éxito y la fama obedecen a otra motivación. Se basan en la ilusión de que aumentarán nuestra estima y nos ayudarán a lograr esa aceptación y aprobación que parece necesitamos de los demás. Pero estos logros aparentes aportan bien poco a la persona interior. Muchos triunfadores se han suicidado en la cumbre del éxito. Con la fama, pocos han encontrado verdadero amor y han superado la sensación interna de soledad. No muchos son los aplausos y ovaciones que llegan al corazón.

El verdadero objetivo que hay tras la lucha por el dinero, el éxito o la fama es la autoaceptación, la autoestima y la autoexpresión. Este anhelo profundo quedó marcado a fuego durante la infancia buscando la aceptación de los padres, transferido más tarde a los demás. La verdadera vida se vive en un nivel mucho más interior y personal.

Si queremos encontrar a la verdadera persona tras la fachada de su conducta social, tenemos que mirar su cuerpo, sentir sus sentimientos y entender sus relaciones. Sus ojos nos dirán si puede amar, su cara si es autoexpresivo y sus movimientos si dispone de libertad interior. Cuando estamos en contacto con un cuerpo vivo y vibrante, sentimos enseguida si estamos ante “Alguien”, sin tener en cuenta su posición social. La vida se vive realmente en este nivel personal donde un cuerpo se relaciona con otro o con su entorno natural.

Si pensamos que podemos autoaceptarnos, autoestimarnos y autoexpresarnos con fuentes externas a nosotros, con todos los adelantos materiales y tecnológicos, nos veremos lamentablemente desilusionados, y posteriormente deprimidos.

Persona autodirigida o heterodirigida.

Podemos ahondar nuestra comprensión sobre la depresión si distinguimos las personas autodirigidas de las heterodirigidas, las que se dirigen desde su interior de las que se dejan dirigir desde fuera. Éstas son más vulnerables a la depresión que aquellas.   

La persona autodirigida no se deja influir fácilmente por el entorno. Su personalidad tiene orden y estabilidad interna. Descansa en la solidez de la autoconciencia y autoaceptación. Se sostiene sobre sus propios pies y sabe dónde está.

La persona heterodirigida carece de estas cualidades, tiende a depender y necesita apoyarse emocionalmente en otros. Si pierde este soporte, se deprime. Sus necesidades infantiles de apoyo, aceptación y experiencia de contacto físico y calor no fueron satisfechas. Al sentirse insatisfecha, no tiene razones para tener fe en sí misma ni en la vida.

Mientras la persona autodirigida pone su fe en sí misma, la heterodirigida la pone en los demás, arriesgándose así a una decepción constante. Vive con la esperanza inconsciente de que los demás reconozcan su valor y le respondan con amor, aceptación y ayuda.

La persona autodirigida actúa y hace las cosas para y como expresión de sí misma. Se realiza a través de su respuesta al mundo, no de la respuesta del mundo a ella. Fueran las que fueran las necesidades insatisfechas que tuvo de niño, no espera ahora que los demás se las satisfagan.

A menudo las apariencias engañan. La persona heterodirigida con frecuencia aparenta que los demás le necesitan y cree así que es independiente. Pero es una indicación clara de que la persona está dirigida desde fuera. Bajo esa fachada de autosuficiencia, intenta satisfacer su necesidad de dependencia, mientras se engaña a sí misma y a los demás. La persona que expresa abiertamente su necesidad de dependencia no es tan propensa a deprimirse como la que la esconde bajo una máscara de independencia.

Estos dos tipos de personalidad también se diferencian en la forma cómo reconocen sus problemas y definen sus deseos. La persona autodirigida sabe lo que quiere, con autoconciencia, y lo expresa de forma concreta: “Siento que me estoy forzando demasiado y necesito parar”, “Mi cuerpo está tenso y respiro muy superficialmente, necesito abrirme”. La persona heterodirigida no puede hacerlo. Sus demandas son generales, amplias y poco claras, como “Quiero amor”, “Quiero ser feliz”, lo cual indica que le falta un fuerte sentimiento, autoconocimiento y centrarse.

La autodirección interior viene dada por un sentimiento fuerte que sólo permite un curso de acción. Esto no significa que la persona autodirigida esté dominada por un solo sentimiento y que se mueva en una sola dirección. Tal actitud implicaría rigidez, que se vendría inevitablemente abajo cuando la persona no pudiera mantener la necesaria tensión. En una persona sana, los sentimientos cambian constantemente. Se puede estar disgustado y amable, triste y después alegre. Cada emoción fuerte crea una nueva dirección que es la respuesta personal del organismo a su entorno. Toda emoción auténtica es una expresión directa de la fuerza vital que existe dentro de la persona.

Lo que normalmente uno siente son las diferentes emociones. Cuando se actúa con emoción o con un fuerte sentimiento, se actúa con fe: fe en la validez de los propios sentimientos y fe en uno mismo.

La persona que carece de fe ha suprimido todas sus emociones fuertes y las ha sustituido por un conjunto de creencias o ilusiones que guían y dirigen su conducta. Si un estudiante radical cree que la violencia es la única forma de derrocar el sistema establecido al que ve como opresor, reunirá mucha energía y evocará lo que pueden parecer sentimientos auténticos. Pero éstos no son personales. No está enfadado a causa de un insulto personal, o triste por una pérdida personal. Ha dejado a un lado sus sentimientos personales por lo que él cree que son las necesidades de los demás. Esta acción revela que es una persona dirigida desde fuera. Si la causa por la que lucha, sufre un revés, puede caer en depresión.

Antes de preocuparse por otros, nuestra primera preocupación debería ser la de nuestro propio bienestar. Si cada cual pudiera valerse por sí mismo y satisfacer sus propias necesidades, el mundo marcharía indudablemente mejor. La persona autodirigida no es egoísta. Está centrada en sí misma, y ello le permite darse cuenta de que depende del bienestar del resto de su comunidad. Y es realmente humanitaria, porque es consciente de su propia humanidad, de su propio ser como persona.

Si la sociedad tiene la culpa de las desgracias que me ocurren, es ella quien debería resolver mis problemas, pero como la sociedad son los otros, nadie se siente personalmente responsable. Puesto que la sociedad es una entidad vaga que carece de verdadero poder, desplazamos la carga de todos nuestros males personales y sociales al gobierno. Es difícil imaginar cómo el gobierno puede ayudarnos a superar nuestras depresiones, curar nuestras tendencias esquizoides, protegernos contra la ansiedad, etc. Cuando los ciudadanos, uno a uno, olvidan su responsabilidad personal de mantener limpia la comunidad, en orden y segura, es difícil que el gobierno pueda proporcionar siquiera los servicios esenciales. Creer que todo lo que tiene que hacer el gobierno es proporcionar más dinero y que con eso se arreglarán todos los problemas sociales, es una ilusión. Esas ilusiones son de una persona heterodirigida.

Una combinación de fe y responsabilidad personal es el núcleo de todo sistema religioso. Si el individuo no asume la responsabilidad de defender la moral y los principios éticos que dan sustancia vital a las creencias religiosas, la fe religiosa no tiene sentido. La fe y las creencias forman un todo integral cuando ambas forman parte de la vida diaria. Entre los que poseen esta combinación hay mucha menos tendencia a la depresión.

Y para los que se han deprimido poseyendo esta combinación de fe y responsabilidad personal, la conclusión es que su esfuerzo no salió del corazón, no lo hicieron por su propio valor, sino como medio para lograr aprobación y aceptación. Esta responsabilidad engañosa es totalmente distinta de la sincera creencia religiosa por la que cada individuo maduro es responsable ante sí mismo y ante Dios de lo que hace con su vida. El coraje de la gente auténticamente religiosa para afrontar dificultades impresionan. Pero posturas tan firmes son poco corrientes hoy día. 

Conclusiones de Alexander Lowen.

Una persona se deprime cuando no vive con los pies en la tierra, carece de fe en sí misma y ha entregado su independencia a cambio de la promesa de satisfacciones por parte de los demás. Ha invertido sus energías en su intento de realizar un sueño imposible. Su depresión significa su quiebra y desilusión. Pero si la entiende y maneja de forma adecuada, la depresión puede abrir el camino hacia una vida mejor.

Muchas personas han logrado superar su depresión con la ayuda de una terapia que les ha puesto en contacto con sus sentimientos, con su ser interno, les ha ayudado a recuperar cierto equilibrio e independencia, y les ha vuelto a orientar hacia el yo personal. Cuando el resultado es positivo, la persona termina por restablecer la fe en sí misma. Si quiere superar su tendencia depresiva, tendrá que terminar por ser una persona autodirigida.

Estas ideas de Lowen, generan en mí los siguientes comentarios:

Transferir los problemas a los demás y exigir su solución, es señal de que la persona está dirigida desde fuera. ¿Cuándo en la vida se da, de una forma natural, el poder sobre uno mismo a otros? Pues, cuando se es niño y el poder sobre uno está en los padres. Si siendo adulto, doy la culpa de lo que me ocurre a otros, les doy el poder sobre mí, lo que corresponde a una actitud infantil que hay en mí siendo adulto. En esa parte de mí, no he madurado, no he crecido. No tomo yo la responsabilidad (habilidad para responder) de mí en mí.

El culpar a otros de mis desgracias, es, pues, una señal de que algo doloroso ocurrió en mi infancia. Por haberme cogido por sorpresa, por no haber tenido en ese momento los recursos necesarios para procesarlo y soltarlo, por haberlo vivido en soledad y por no haber podido expresarlo, ¡Me lo tragué! De este hecho doloroso, me tragué todas las imágenes, todos los sonidos, todos los olores, amarguras y asperezas. Y me tragué todas las energías asociadas a esas memorias, con sus diversas tonalidades de rabia, odio, miedo, tristeza, asco, etc. ¡Todo eso me tragué!

¿A dónde fue a parar todo eso que me tragué? A un sótano profundo, oscuro, a un lugar recóndito del que no quiero acordarme, que a veces me sale llamarle “inconsciente”, pero que cuando lo nombro así, suelo decirlo en un tono despectivo, como si fuera un basurero maloliente y putrefacto que, cuanto más lejos esté de mí, mejor. A todo este proceso de tragarse memorias y energías de un hecho doloroso que no he podido procesar ni liberar, hasta almacenarlas en mi “inconsciente”, lo suelo llamar “Reprimir emociones”. Al hacerlo, al someterlas al ostracismo, quiero creer que ya las tengo bajo control. ¿He resuelto así mi malestar?

Veamos. A medida que vivo, experimento emociones, y voy acumulando memorias y energías de los hechos dolorosos no procesados ni liberados, en mi “inconsciente”, como si fuera un congelador, un cúmulo de desechos plásticos en el océano o un estercolero.

Mi tendencia a despreciarlo, me impide verlo, y menos mirarlo. ¿Es por mi ignorancia? ¿Es porque siento que algo en él está fuera de mi control? ¿Es porque tengo miedo a enfrentarme a algo desconocido e intuitivamente doloroso? La palabra “emoción” connota “energía” y “movimiento”. Todas esas energías asociadas a las memorias de aquel hecho doloroso ¿Se van a quedar quietas en este oscuro “inconsciente” hasta la eternidad, cuando las características esenciales de la energía son su agilidad, fluidez, rapidez y su capacidad de transformarse y de conectar? Puede que permanecieran congeladas un tiempo, dormidas como ciertas brasas entre cenizas, o como el estiércol, esperando a fertilizar la tierra. Hasta que, súbitamente, sucede un hecho cuya energía sintoniza y conecta con ellas, las despierta y las hace revivir. A lo largo de la vida suceden muchos hechos en los que aquella remota y aparentemente olvidada experiencia revive de nuevo y se manifiesta dolorosa y repetitivamente en forma de depresión para recordarme que aún está ahí en mí. Su insistencia es para que me dé cuenta de su existencia y permanece así en mí hasta que yo decida buscar ayuda, encuentre la causa, deshaga el nudo y pueda, así, liberarla de mi prisión.

Visto así, mi “inconsciente” es mi tesoro más inconscientemente temido y escondido que contiene las claves de mi bienestar y salud.

¿Por qué me cuesta tanto darme cuenta? Porque entrar en mi “inconsciente” supone entrar en contacto, aunque sea sólo por un momento, con algo muy doloroso para mí. Yo persigo y disfruto todo lo que me da placer, y rehúyo y sufro todo lo que es dolor. Por propia iniciativa, no me moveré sólo para reencontrarme con mi dolor. Pero puedo hacerlo acompañado de un profesional especial en quien confíe.

Las Constelaciones Familiares facilitan toda esa tarea de forma sustancial.

Intensifica el valor transformacional del Coaching y la Psicoterapia.

Danza Primal y Coaching Corporal.

Daniel Taroppio, señala que “sólo un abordaje integral, que incorpore el cuerpo, el lenguaje, la energía y las interacciones personales, puede hacer del coaching y la psicoterapia verdaderos métodos de transformación personal y organizacional”.

¿Por qué nos referimos concretamente a estos ámbitos profesionales?

Veamos. Es habitual escuchar que durante las sesiones de coaching o de psicoterapia, las personas muchas veces dicen lo que piensan y sienten, pero otras -consciente o inconscientemente- diluyen o esconden en el discurso la intensidad de sus emociones. No obstante, aún con esas “manipulaciones”, las personas todo el tiempo se están comunicando a través de la palabra, de la energía, de la emoción y de la corporalidad. Lo positivo es que toda esta información está allí, a disposición quien consulta y del coach. Lo negativo es que no siempre es tenida en cuenta o se le da la relevancia que tiene.

Curioso o no, incluso cuanto mayores son las capacidades lingüísticas de una persona disociada de su cuerpo, mayor puede ser su capacidad para desvirtuar y ocultar su propia emocionalidad, y esto, inexorablemente, le lleva a una existencia frustrante. Ahora bien, para que esas personas recuperen su vitalidad y su energía vibrante es necesario que los profesionales estén preparados para detectar esos bloqueos, y para acercarles metodologías simples que les permita trabajar naturalmente en su integración lingüística, corporal y energética.

Esa preparación profesional de la que hablamos exige trabajar, vivenciar y experimentar esa conciencia corporal y esa integración -en primer lugar y en primera persona-.

Por ejemplo, la toma de conciencia de los propios movimientos primordiales: gestos, posturas, miradas, respiración y energías que proyecta y recibe de otros, permite darse cuenta que es posible enriquecerlos conscientemente, liberando y expandiendo todas las capacidades sensitivas y expresivas del organismo.

El objetivo es aportar el entrenamiento y las herramientas necesarias para que coaches y/o psicoterapeutas conozcan su propia corporalidad y emocionalidad y, desde allí, sean capaces de percibir -en presencia y por resonancia- si los movimientos de las personas conllevan un flujo natural y coherente de sus energías y emociones, o para detectar si tiene algún tipo de bloqueo y ayudarles a liberarse de él.

Para ello se abordan distintas disciplinas de trabajo:

  • Dimensión lingüística: Lingüística Primordial.

Una disciplina que trabaja sobre la forma en que la palabra determina los estados corporales-emocionales, las relaciones interpersonales y viceversa.

  • Dimensión corporal-energética: Movimiento Primordial.

Permite trabajar con nuestra corporalidad, estado emocional, afectividad y creatividad. Constituye un método de trabajo psico-corporal, que permite a coaches y terapeutas percibir los bloqueos emocionales-energéticos en sus consultantes y acompañarlos en el proceso de liberación.

  • Dimensión meditativa: Meditación Primordial.

Es un trabajo respiratorio, de relajación y aquietamiento mental. Nos permite objetivar los propios procesos mentales, de manera que, en lugar de funcionar a través de patrones inconscientes, podamos convertirlos en objetos de nuestra percepción y des-identificarnos de ellos.

La integración de Lingüística y Movimiento Primordial brinda al coach o psicoterapeuta un doble aporte. En primer lugar amplía y profundiza su mirada, al permitirle percibir desde una sensibilidad expandida la corporalidad de quien consulta, integrada o disociada de su lenguaje verbal. En segundo lugar, le brinda una metodología que cuenta con ejercicios específicos para trascender esta disociación y colaborar en la integración psicofísica y emocional de cada coachee y/o paciente.

Para coaches y psicoterapeutas, entre otras cosas, integrar el Movimiento Primordial en la propia corporalidad significa:

  • Conocer la disociación de su cuerpo y aprender a asociarse, expresando sus sentimientos y emociones corporalmente.
  • Recuperar las capacidades básicas que ha ido perdiendo, producto de la socialización, a través de sus movimientos naturales.
  • Comprender la propia modulación emocional -el arte de equilibrar la consciencia y expresividad de las emociones sin perderse en ellas; sin disociarlas, reprimirlas o negarlas-.
  • Desarrollar espacios de silencio, quietud y serenidad interior, desde los cuales desplegar una nueva mirada acerca de sí y de su mundo.

Con sus clientes:

  • Potenciar el trabajo lingüístico permitiendo el despliegue de procesos de transformación más efectivos y profundos, a través de la aplicación de metodologías corporales-energéticas, realizando un proceso de desbloqueo y liberación corporal-emocional-energética.
  • Deconstruir los patrones de pensamiento disfuncionales, articulando lenguaje y cuerpo para lograr que la palabra organice y exprese auténticamente el estado interior de las personas y les permita descubrir todas las posibilidades que les ofrece una situación.

Acompaña a tus clientes a elegir de qué forma quieren crear su mundo personal y relacional haciendo conscientes sus dinámicas emocionales.

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