Método Feldenkrais®. Aprende a promover tus estados de bienestar.

Lo que pasa en el trabajo se queda en el trabajo. Lo que pasa en casa se queda en casa. Lo que pasa entre dos amigos no tiene por qué afectar al grupo. Lo qua pasa en París se queda en París; y así, un sinfín de etcéteras…

Ahora bien, ¿qué nos dice la experiencia? Que poner límites -incluso en lo de París- es muy difícil porque al final, triste o felizmente, todo tiene que ver con todo y lo que pasa en un ámbito de nuestra vida, suele afectar al resto. Aunque claro, el problema es que según diversas investigaciones, los estímulos negativos producen más actividad neuronal que los estímulos positivos y prestamos más atención a los primeros que a los segundos. A propósito de ello, Rick Hanson, autor de libros como Cultiva la felicidad y El cerebro de Buda, afirmaba: “Nuestro cerebro es como el velcro para las experiencias negativas y como el teflón para las experiencias positivas”.  

¿Una prueba de ello? Por ejemplo, hacemos una presentación de un proyecto frente todos los directivos de la empresa. Todos nos aplauden, reconocen nuestra idea y capacidad creativa; todos, salvo uno, que cree que la idea no es original y además estuvo mal presentada. ¿Crees que nos quedaremos con el aplauso de veinte o con la crítica negativa del único de la sala? Efectivamente, con lo segundo. Y me permito repetirme en eso de que todo tiene que ver con todo, pues al igual que quedarnos anclados en ese tipo de pensamientos puede acarrearnos tensiones físicas indeseadas y contracturas; también ocurre al revés.

Una contractura o una molestia física, cualquiera sea su origen, favorecen el mal humor y/o promueven pensamientos negativos.

Ahora bien, ¿por qué es tan importante tener este dato en consideración? Veamos. Con suerte, cada uno de nosotros pasa al menos ocho horas trabajando cada día. Si lo pasamos mal, por lo que sea, la angustia, los nervios y la predisposición negativa nos pasarán factura; primero en el cuerpo: dolores de cabeza, tensiones musculares, malestar general, dolor cervical, articular, etc., que no hacen más que intensificar la experiencia negativa y prolongarla en el tiempo y en los espacios, incluso hasta volverla crónica.

Al final, nos quedamos tan conectados física y mentalmente en esos episodios negativos que no podemos disfrutar de la conexión con la familia o de los momentos de desconexión que necesitamos para reponer energía y vitalidad. Lo cierto es que no podemos cambiar la realidad laboral inmediatamente; pero sí está en nuestras manos optimizar nuestro tiempo allí dentro, para optimizar también nuestro tiempo fuera de allí y para disfrutar al máximo de lo que nos hace bien.

Por ejemplo, podemos cambiar la manera de movernos, para cambiar la manera de pensar; así lo afirma Jaime Polanco, nuestro referente profesional en el Método Feldenkrais®. Y agrega“ todos podemos descubrirlo siendo observadores de nosotros mismos”.

Nuestro día a día tiende a automatizar nuestros movimientos y acciones, restando eficiencia y espontaneidad a lo que hacemos.

La repetición hace que determinada acción se convierta en un hábito y cuando esto ocurre, dejamos de prestarle atención -de ser conscientes- y ya no intentamos mejorarlo. Sin embargo, mucho más allá de la postura o los movimientos disfuncionales, consecuencia de la adaptación al espacio físico, existen posturas y movimientos que ejecutamos mientras hablamos con una u otra persona, mientras exponemos, mientras discutimos, etc.

Tomar conciencia de esos movimientos, implica observar las relaciones que se establecen entre las distintas partes del cuerpo y las sensaciones que experimentamos. ¿Alguna vez nos observamos cómo nos posicionamos en una discusión? ¿Qué sentimos, cómo respiramos, cómo ponemos el cuerpo y/o cómo gesticulamos? Muy probablemente, en lo único que nos centramos es en la sensación que nos queda; bronca, ira y agotamiento, que inmediatamente se traducen en tensión, contractura y/o o molestias diversas.

Ahora bien, ¿si pudiéramos estar un paso adelante? ¿Si supiéramos cómo aprovechar nuestros recursos para elegir la manera más adecuada para realizar esa (y cualquier) acción? ¿Si conociéramos cuáles son las posturas y movimientos que empoderan nuestro discurso?

El Método Feldenkrais® nos invita a dirigir la intención hacia lo que sucede mientras nos movemos. Sólo de esa auto-observación podemos aprender sobre nosotros mismos a través de la experiencia y desarrollar lo que este método llama autoconciencia a través del movimiento.

Esta toma de conciencia, nos permite cambiar, renovar y optimizar nuestros movimientos. Nos ayuda a eliminar movimientos disfuncionales y, por ende, también pensamientos recurrentes negativos e indeseados.

En cierta forma, considera al cuerpo como vehículo para liberarnos de los “ruidos mentales” y permitirnos estar presentes y disfrutar del momento que transcurre.

El creador de este método, Moshé Feldenkrais, decía respecto a lo que hemos venido abordando: «Nosotros mismos hemos elegido nuestros hábitos en el pasado así que somos capaces de seleccionar nuestros hábitos de nuevo”.

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